jueves, 21 de octubre de 2021

La insoportable pequeñez de la República del Deseo

Hieronymus Bosch (1510)
 


 

La tierra parece que esté endiablada, la Naturaleza es inclemente: volcanes, inundaciones, incendios…, además, un maldito virus, que todavía no sabemos de qué pie calza, oculta sonrisas. Todos juntos nos hacen la vida casi imposible. Ahora se avecina, además, un peligro por la escasez de primeras materias para acabar de complicar el panorama.

 

En medio de todo esto, como siempre, aparece algún charlatán iluminado que nos promete una Arcadia feliz. Nos asegura que, al margen de cualquier infortunio global, viviremos en un país en el que todo será mejor. Nos dice que las madres tendrán más leche y que las fuerzas del orden público repartirán caramelos veganos con sabor a libertad. (algunos creen que la libertad es el poliamor, la hamburguesa de tofú y el aprobado general de todas las asignaturas).

 

Nos dice el charlatán que habrá que sortear las trampas que han puesto los demás. Asegura que para llegar a la tierra galante de la ilusión deberemos sacrificarnos y sonreír y que nuestro esfuerzo nos hará más fuertes y libres.

 

Después de tanta mandanga de palabrejas y de tanta sonrisa de parvulario, mientras la tierra ruge, los volcanes sueltan lava, las riadas se lo llevan todo por delante, el fuego arrasa bosques y los virus mutan y matan, nos encontraremos unos peñascos calcinados por donde treparán las cabras, una tierra donde las abejas zumbarán entre arbustillos, donde los sueños salvadores serán el recuerdo de una pesadilla y donde las esperanzas de los bobalicones quedarán reducidas a algunas sombras raquíticas.

 

Sin esperar a que la Arcadia feliz dé sus frutos, oteando el horizonte del engaño, divisamos que la utopía anhelada es solamente el ardid y la astucia de alguno de estos salvadores que transportan el hueso de su espalda con la ayuda de los inocentes que sonríen.

 

Sabemos que Citerea es una tierra baldía y muy pequeñita, tan pequeñita como la República del Deseo.

10 comentarios:

  1. Yo no creo en dioses, solo una diosa caprichosa que se llama Fortuna y cuyos beneficios dependen más de mi trabajo y esfuerzo que de su voluntad. Moises no abrió el Mar Rojo, y el Paraíso no existió. Todos estos dioses antiguos pero siempre modernos en ver las carencias humanas se han visto desplazados por nuevos dioses, versiones digitales de los antiguos manuscritos, acompañados de nuevos profetas que pasan "profetizar" en las plazas de los pueblos a intercalar "alumbramientos" si sigues su código de trescientas y pico letras o asistes a sus oráculos en cajas de plástico y vidrio que transmiten "sus bondades".
    Yo renuncio a eso, nunca me gustaron, ni los "junos" ni los "jotros", seguiré utilizando el pragmatismo y decidiendo según mi pensamiento, sabiendo que no siempre acertaré. "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos" dicen que dijo alguien en algún sitio, yo estoy dispuesto al juego. Sabiendo que en la Naturaleza el termino bondad no existe, pero en la Humanidad si.
    Un saludo.

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    1. No, Daniel, yo tampoco creo en cosas esotéricas. Creo en el esfuerzo personal y en la voluntad de hacer las cosas lo mejor posible. Me atolondran las cosas simbólicas, no las entiendo. Me conformo y me resigno con depender estrictamente de la materia. Mi espiritualidad se acerca a la espiritualidad de un zapato. Creo que la Naturaleza es amoral, no tiene ningún objetivo y cuando explota lo revienta todo. Lo de la “madre Naturaleza” es otra mandanga esotérica como el Destino y las pseudociencias y las ciencias “brujas” -un día hablaré de las ciencias “brujas”-
      Saludos.

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  2. Me gustaría saber que cantidad de inocencia hay en los que creen en esa Arcadia feliz. Mucho me temo que todos estos están a la espera de la puerta de las eléctricas de turno.

    Nos hemos quedado huérfanos de hombres de estado y nos sobran pedigüeños regionales.
    Esto tiene un mal acabar.
    salut

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    1. Miquel, los embaucadores no son inocentes, actúan por interés, ya sea por fama o por dinero, estos son sus intereses presentes o los que vislumbran. Los inocentes de la baba son los que se creen la palabrería y los engaños, su ingenuidad no tiene explicación.
      Tengo pocas esperanzas y cuando veo las escuelas, todavía tengo menos.
      Salud.

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  3. Nuestra situación me recuerda al hundimiento del "Titánic". Mientras el buque se hundía lenta pero irremisiblemente, la orquesta tocaba piezas alegres.

    Mientras el país se va lentamente a la mierda por la desidia general de nuestros políticos, estos siguen vendiendo humo a quién quiere comprárselo, sabiendo las dos partes que todo es en el fondo una estafa.

    Si, me sorprende tanta bobaliconería fácil de cartón piedra, aún mas todavía en aquellos que se consideran a si mismos mas inteligentes que los españoles.

    Es lo que tiene el "supremacismo", que es cosa de idiotas.

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    1. Amigo Rodericus, tal como comentas, se hunde en un mar de complacencia y de triunfalismo.
      El supremacismo es cruel, tiene una base criminal.
      Saludos

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  4. Así es.Hay mucho listillo que aprovecha las penurias ajenas para trepar o hacer de su capa un sayo.
    Saludos, Francesc.

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    1. Amigo Cayetano, pagamos la entrada para asistir al circo para ver a una pandilla de charlatanes que nos prometen el oro y el moro.
      Saludos.

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  5. ¡Qué bien dicho! Suscribo por entero a tu reflexión.

    Un abrazo

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    1. Querida Myrian, a veces suelto alguna reflexión apresurada.
      Un abrazo

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