sábado, 19 de noviembre de 2016

John Vanbrugh



Conozco más de un arquitecto que se dedica a la literatura. No es raro, incluso algunos son poetas. El diseño de espacios y el cálculo de la resistencia de los materiales no están reñidos con el arte de la palabra.

No voy a calificar la creatividad y el buen arte en cada una de sus actividades, unos son mejores arquitectos que escritores y viceversa. El paso de la arquitectura a la literatura lo veo como una forma de mitigar los dolores de cabeza que produce la práctica del noble arte de la arquitectura. Sin embargo, también algunos han sufrido dolores de cabeza con la literatura, pero de estos conozco muy pocos.

En cambio, el paso de la literatura a la arquitectura es un traslado más extraño, sólo sé de uno que lo haya hecho, se trata de Sir John Vanbrugh (1664-1726), pasó de las letras a los planos con bastante facilidad. Sufrió con la literatura, escribió teatro, panfletos como Short View of the Immorality and Profaneness of the English Stage y libelos en defensa de los derechos de la mujer casada. Por algunos de sus escritos y por sus actividades contrarias a la Restauración fue encarcelado en la Bastilla.

Como era de esperar, aún sufrió más con la arquitectura, pues ya sabemos que se trata de una actividad de riesgo muy elevado, (casi siempre acabas en los tribunales).

Del sinfín de avatares conflictivos que sería prolijo detallar, sólo citaré las trifulcas que Vanbrugh mantuvo con la esposa del duque de Marlborough, aristócrata y militar que había conseguido la victoria sobre los ejércitos franceses en 1704. De las hazañas bélicas de Marlborough viene la cancioncilla Malbrouque s’en va-t-en guerre (Mambrú se fue a la guerra, que dolor, que dolor, que pena…).

En agradecimiento por aquella victoria, la corona británica obsequió a los duques de Marlborough con una mansión y unos jardines en Woodstock cerca de Oxford. Cuyo proyecto y dirección de las obras fueron encargados a John Vanbrugh.

En más de una ocasión, el arquitecto tuvo que cuadrarse y frenar los gritos histéricos de la duquesa de Marlborough, diciéndole que ella no era quien pagaba sus honorarios, que él sólo atendería a su verdadero cliente que no era otro que la corona. Sería por las broncas del arquitecto, pero a la duquesa no le quedaron ganas de cantar jamás “Mambrú se fue a la guerra…"

Dejo aparte las broncas y los problemas literarios y arquitectónicos que hubo de superar John Vanbrugh para destacar muy especialmente la gran importancia que tuvo en la historia del paisajismo. Él fue el teórico del “jardín inglés”. Preconizó un retorno al paisaje natural, la ruptura de la perspectiva y de la geometrización exagerada del jardín francés.
Claremont Belvedere. John Vanbrugh. 
Lo que parecen ventanas son ladrillos pintados en blanco y negro

En el jardín concebido por Vanbrugh, la geometría deja de ser la guía, ya no es la perspectiva quien domina, ahora se impone el placer de la sorpresa y el contraste, propone la irregularidad de formas, diseña ruinas falsas para meterlas entre la espesura, acentúa el aspecto salvaje de los trazados.

Total, un dislate propio de los románticos que creyeron que una ruina es mejor que una pérgola de columnas toscanas.
Jardín inglés con ruinas inventadas

No voy a criticar el jardín inglés, evitaré censurar los vergeles románticos, pero algo que teníamos ordenado, el jardín clásico, vino un artista sufridor y lo desordenó.

¡Bah!, ya se sabe, más de una vez, el desorden se ha impuesto.

14 comentarios:

  1. Jajaja. Al final tuvo que venir un literato a enredar y meter un poco de caos y desequilibrio en los jardines. Como elefante en cacharrería.
    Un saludo, Francesc.

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    1. Amigo Cayetano, menos en la anarquía, encontramos caos y desequilibrio en todas partes incluso en los mercadillos y en el rastro. Donde el argumento mete la pata allí aparece el desorden.
      Un abrazo

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  2. Pues yo siempre me he quedado pasmado antes los jardines franceses, pero después de leer atentamente tu entrada los cuestiono un tanto en beneficio de los ingleses. Quizás porque siento cierta debilidad por el Romanticismo al ge en modo alguno tengo idelaizado.

    Un abrazo, maestro

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    1. Amigo Luis Antonio, siempre busco el equilibrio y entre la geometrización vegetal de los jardines franceses y la imitación del salvajismo natural de los jardines ingleses, me apunto al orden clásico de los jardines italianos. Ante una pérgola con columnas toscanas y unas adelfas floridas uno recupera la humanidad.
      Un abrazo

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  3. Hay quien encuentra en el desorden una belleza infinita. No es mi caso, el desorden y el caos me apabullan.
    Salut

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    1. Ya sabes, Miquel, que me interesa la belleza del orden. La naturaleza salvaje me repugna, los volcanes me dan miedo, el ruido de las cataratas me ensordece, el paisaje sin figuras humanas me desagrada. La naturaleza es inclemente y cualquier imitación de ella no es más que una iconografía de la inclemencia.
      Salut

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  4. Me gusta la "asimetría, como se titulaba una revista fundada por el médico y poeta Javier Lentini, "Asimetría". No hay nada más monótono y aburrido que seguir el trazado de una nariz recta.

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  5. El barroco inglés, estas genialidades solo se le puede ocurrir, a un radical como Vanbrugh con su desorden guiado...

    Un abrazo



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    1. Querida Bertha, Vanbrugh se opuso al rococó, a la perspectiva y se encandiló con las ruinas, aborrecía el neoclasicismo.
      Salud

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  6. El interés por ordenar la naturaleza en jardines revela sofisticación cultural y el deseo de amansar la naturaleza.El arquitecto escritor, y tantos otros notables, pretendieron una representación ideal, y en algunas ocasiones lograron perfectos laberintos y jardines fantásticos.
    A mí me encantan los jardines, casi todos.
    Buenas noches y abrazos

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    1. Querida Amaltea, el jardín es la representación de una naturaleza ideal, es un "teatrino", una maqueta. Es el hortus amaenus, lugar de los sueños y refugio de Lorenzo de Medici.
      Abrazos

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  7. Aquí mismo en la blogosfera a parte de ti, mi estimado FRANCESC, he tenido la grandísima suerte de conocer a dos arquitectos blogueros, grandísimos escritores, uno sobre todo, lástima que ambos estén ausentes de los blogs en la actualidad .. si existe inquietud, sensibilidad y creatividad no importa la forma que se escoja ya sea escribiendo, dibujando o proyectando .. vosotros a mayores de todos los demás contáis con una fantástica preparación técnica. Muy curiosa la historia que nos has contado ¿de verdad este hombre es el Mambrú de la canción? ;)

    En cuanto a la elección de tendencias paisajistas entre la extremada geometría de los jardines franceses y lo agreste pintoresco de los ingleses -como los italianos no los identifico mentalmente- me quedo con los japoneses … meencanta la estética japonesa, su elegancia y minimalismo en jardines y arreglos florales, para mi inigualable.

    Pero ya se sabe que para gustos existe los colores ;)

    Un abrazo graande y aunque fuera de su ámbito mi más sincera enhorca buena por ese maravilloso libro que gracias a MIQUEL y a ti ha visto la luz!

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    1. Querida María, hay arquitectos que se deciden, incluso, a escribir poesía, ¡menudos calculistas!, pueden incluso deconstruir el equilibrio de un soneto.
      En efecto, lo de la canción Mambrú es cómo digo en el escrito.
      Entre el jardín francés y el jardín de Vanbrugh, me quedo con el jardín italiano. En cuanto a lo del jardín japonés no puedo opinar, no lo conozco.
      Abrazos

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