jueves, 8 de octubre de 2015

Relativizar en otoño

 
Llega el otoño y la caída de las hojas parece invitarnos a relativizar. Hoy puedo poner las cosas en cuarentena como no lo hice en primavera ni cuando el sol calentaba en las tardes tórridas de agosto.

Estoy convencido que la humanidad no tiene ninguna finalidad, tampoco la tiene la naturaleza. Relativizo porque no creo que nadie arregle todo esto.

Las copas ralas de las mimosas, de las jacarandas o del aliso dejan pasar los rayos oblicuos del sol de octubre y su luz fugaz anuncia el crepúsculo cercano e invita a la reflexión: con el conocimiento adquirido, aún habiendo aprovechado solsticios y equinoccios, jamás podré reconocer los aromas lejanos que no me son propios.

Sobre la alfombra de hojas secas pondré en cuarentena los deseos y mi odio. Soportaré sin demasiado esfuerzo las palabras mordaces de aquellos que detesto.

Sin ánimo de descubrir nada nuevo bajo el sol, con los ojos abiertos, caminaré por las calles que conozco desde niño, aunque me canse, pues el cobijo de las sombras largas no me ahorra esfuerzos.

Me interesa la comida sencilla y la belleza de las cosas reales. Me sostiene mi rabia y mi buen humor.

Y si pasa delante de mí el Emperador Desnudo, descendiente de los dioses, no voy a girar la vista. No, pues yo no desciendo de los dioses. Nada les debo.

He trabajado mucho y jamás me tendí en un lecho de rosas y sé que los ladrones de siempre me robarán todo lo que tengo y todo lo que he ganado con esfuerzo.

El cuerpo me duele, pues envejece. El espíritu me duele menos y si alguna molestia tiene es debida al cansancio físico. Pero ya se sabe, estas cosas ocurren en otoño.

Sé a quien amo, detesto a muy pocos y sé que debo soportarlos. No deseo el viaje por paisajes lejanos; después de mucho andar, todo lo he encontrado en las tierras limitadas por el olivo y a la orilla de este mar nuestro, tan clásico. Jamás he sentido apego a patria alguna, sé donde están mis amigos y sé que allí, con ellos, tengo dispuesto un lecho.

11 comentarios:

  1. Creo que la finalidad de la naturaleza en general no es tal finalidad, puesto que ésta es un concepto humano, racional, y ya sabemos cómo nos gusta a los de nuestra especie hacer encajar todo en nuestro mundo. Tal vez poco a poco logremos ir nosotros al suyo, a los suyos, a esa complejidad de vidas y sistemas para saber algo no porque nos interesa para nuestra manipulación (lógica, por otra parte, para nuestra supervivencia) sino para limar nuestra presuntuosidad y engreimiento.

    Tu entrada de hoy es un Manifiesto sencillo (disculpa que lo llame manifiesto, pues parece que elevara el tono de algo que tú detestarías ensalzar) Pero me parece una reflexión concisa y prudente, donde eres consciente de tus límites. No ando muy lejos del planteamiento, pues creo que es un estoicismo actualizado el que nos confiesas. Voy a repasarlo y a meditar sobre él.

    Bienvenido el otoño con declaraciones de calado como la tuya. Un abrazo.

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    1. Amigo Fackel, ya lo digo en el escrito: estoy convencido que la naturaleza no tiene ninguna finalidad y la humanidad tampoco la tiene, además ni la una ni la otra tienen moral, y la naturaleza no es sabia y cuando alguien dice que la naturaleza es muy sabia está utilizando un concepto humano, diminuto y mezquino. No absolutamente, no, con este pensamiento logra añadir a la percepción una complejidad inexistente. Todo es mucho más sencillo, aquí se trata de comer bien, de obrar con sentido común sin perjudicar a nadie y tener muy en cuenta que la seguridad sólo está en tu cabeza.
      Un abrazo


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  2. Algún día tendré que volver a Barcelona, aunque sólo sea para darte un abrazo y compartir un trago de garnacha y un brindis por la vida.

    Salud, compañero Francesc.

    Loam

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  3. Ah!, se me olvidó decir... ¡Me encantan las alcaparras!

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    1. Amigo Loam, si vienes por Barcelona estaré encantado de comer unas alcaparras contigo. Te aseguro que los mejores spaghetti que he comido son los Spaghetti alla Pantelleria, algo exquisito, memorable: Tomate picado a trocitos muy pequeños, poco ajo a trocitos menudos, alcaparras, unas hojas de menta, aceite y un poquitín de pimienta.
      Los spaghetti simplemente hervidos como siempre. Si esto se acompaña con una buena compañía nos hallamos ante una razón para vivir.
      Salud

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  4. Te doy mí palabra de que te entiendo.
    Quizá no pueda conducirme por el mismo camino que el tuyo, pero seguré tus huellas, aunque estoy seguro de que me perderé, porque se borran, pero te tendré presente hasta el fin de la senda.
    Salut

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    1. Amic Miquel, si todos anduvieramos por el mismo camino, podríamos chocar. Sin embargo las colisiones también se producen cuando vamos por sendas distintas. Es un zafarrancho.
      Salud

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  5. El otoño es para eso: para desprendernos de las cosas inservibles, quedarnos con la esencia de las cosas y desnudar nuestra alma como los árboles hacen con las hojas secas que estorban. No en vano es también mi estación favorita.
    Un saludo.

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    1. Sí, amigo Cayetano, por lo menos una vez al año va muy bien deshacerse de lo ajado, te quitas un peso de encima.
      Salud

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  6. Es mi estación favorita, mi principio de año, cuando todo lo bueno está por llegar. Pensemos en disfrutar la caída de la hoja y los colores del campo; un poco de melancolía es inspiradora porque nos aleja de las mediocridades cotidianas.

    Un abrazo

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    1. Sí querida Amaltea, a mí también me gusta el otoño por los colores de la naturaleza, el paisaje de l'Alt Camp, los viñedos del Penedés, los hayedos, son preciosos. Todo me ayuda a relativizar, incluso las sombras largas del atardecer.
      Un abrazo

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