Epicuro. Detalle en “La escuela de Atenas” (1512), Rafaello Sanzio
Epicuro quería vivir discretamente. No depender de nada ni de nadie. Decía que debemos conformarnos con ser dueños de nuestra propia existencia y no de la de los demás.
No quería que nadie se metiera en sus asuntos y, a la recíproca, tampoco él se metería con la vida de los otros. Decía que nadie debía inmiscuirse en los asuntos ajenos.
A pesar de ser un individuo comedido y ordenado, Epicuro no pudo evitar, sin embargo, los improperios de los estoicos, esos austeros santones y misántropos que se metían con él y que andan por ahí renunciando a toda satisfacción por más sencilla y serena que sea.
¡Pobre Epicuro!, tuvo que soportar los insultos del estoico Epícteto, que había sido esclavo de Roma, y que, metiéndose con Epicuro, le decía: “esta es la vida que tú calificas de virtuosa: comer, beber, copular, defecar y roncar”.
Los estoicos militantes practican un proselitismo muy activo. Con su moralina intolerante, se empeñan en que vivamos como ellos. Quieren que comamos y bebamos poco, o que ingiramos acelgas o raíces y que bebamos tisanas; sancionan con intransigencia que los demás copulen cuanto quieran y se diría que prefieren que sus vecinos revienten con tal de no defecar.
Nota:
Con la esperanza de encontrar una satisfacción sencilla y serena me retiro unas semanitas. Nos vemos a la vuelta.