domingo, 5 de junio de 2011

Proyectos bajo la luz de las bombillas halógenas

Esto no es arquitectura ni es nada. Es un puro entretenimiento para ociosos. Lo que se presenta a los concursos de arquitectura promovidos por la administración no tiene nada que ver con la arquitectura, ni con el objeto sustancial del hecho constructivo, no tiene nada que ver con la utilidad, la solidez y la adecuación al medio y tampoco nada que ver con la sostenibilidad. No es más que un alarde de grafismo y de formas publicitarias.

En la convocatoria de los concursos de proyectos de arquitectura se determina la documentación a presentar. Además de la documentación administrativa, se suele pedir un avance de la idea formal del proyecto, unos planos que más o menos expliquen lo que se quiere proyectar. Pues bien, con el afán de impresionar al jurado -y éste se deja casi siempre- se presenta todo lujo de imágenes retóricas, efectistas y tan engañosas como la publicidad, que apenas dicen nada de la arquitectura ni del proyecto y con estos artefactos gráficos se convence al jurado, que adjudica el concurso al más bonito de los paneles de colores, sin preocuparse, apenas de cómo será el edificio ni si servirá para lo que debe servir. Bien sabido es que ahora importa más el espectáculo de las vanidades que el servicio que debe cumplir la obra arquitectónica.

Para dar respuesta a esta forma de proceder y para presentarse con éxito los concursos de proyectos, los estudios de arquitectos se han dotado de figurantes que hacen diseño gráfico y publicitario. En medio de un escenario minimal, entre maquetas imposibles, el maestro de ceremonias planea por encima de ordenadores, planos y becarios. Vestido de negro, con su secta de grafistas se conduce, bajo la luz de las halógenas, ordenando a diestro y siniestro el equipo de acólitos como si fuera un gurú.

El resultado de la ceremonia iniciática son unos dibujos preciosistas, de lectura complicada, que convencen al tribunal más pintado. También ellos quieren planear un palmo por encima de los demás mortales.

Después, lo que sale de todo esto es un producto fútil, ostentoso, arrogante, vacuo y vanidoso que, por tratarse generalmente del proyecto de una obra pública, pagamos entre todos. En estos tiempos de crisis esta frivolidad es un delito de lesa sostenibilidad.

4 comentarios:

  1. Mil aplausos. Y además, recuerdo que todos esos "becarios" titulados en arquitectura que trabajan en los grandes estudios, cobran una miseria, trabajan horas extras a montañas que no cobran.
    Mil aplausos a tu post.

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  2. Sociedad de Diletantes, esto es el triste panorama de los grandes estudios de arquitectura donde reina un estado de adoración al gran arquitecto gurú.
    Salud

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  3. Amigo Puigcarbó, esta es la arquitectura que pagamos entre todos, esta es la arquitectura que presume de sostenible y no es más que el reflejo de la vanidad de los arquitectos divinos.
    Salud

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