Madonna y el Niño con San Pedro Mártir (1503)
Lorenzo Lotto (1480-1556)
Lorenzo Lotto, veneciano él, residió primero en Roma y
después en Recanati y desde allí lanzó sus invectivas metiendo maraña contra
Tiziano y Giorgione.
Era un pintor muy informado, atento a las nuevas “poéticas”
y sobre todo con una gran curiosidad por el hermetismo que había inaugurado
Antonello da Mesina, pero su postura siempre fue opuesta al simbolismo.
Lotto pone objeciones, le gusta ir contra corriente y cuando
conviene lo manifiesta pegando trancazos pictóricos contra el sistematismo quattrocentista. Admiró con desconfianza la obra de Rafael.
A pesar de su carácter crítico y peleón, eludió los problemas
que planteban los intelectuales de la época y se zafó de las cuestiones
religiosas que tanto entretenían a las elites.
Lorenzo Lotto fue un artista muy culto y refinado, se alineó
sin embargo, con la fe de los simples, con el candor, con la devoción popular y
con la sencillez del culto, y ya se sabe, todo este candor acaba casi siempre en pegar un machetazo a la clava del primero que se cruza o te anda con
monsergas.
Dejo aparte su actitud candorosa y digo que la obra de
Lorenzo Lotto se caracteriza por su oposición ante la unidad de representación,
por la fidelidad al clasicismo y por el gusto a la monumentalidad. No cree que
el arte deba reflejar el sistema de la creación ni de la historia, y por si
fuera poco la cosa, todo esto lo plantea siendo consciente de la inutilidad del
impenetrable escrutinio de las sombras y de los símbolos.
Su anticlasicismo lo conduce a un manierismo que llega a converger
con las estéticas de Corregio y Parmigianino.
A pesar de su candor salvaje, de su propensión al hachazo
alevoso y de su manierismo inducido, siempre, siempre, admiraré los verdes de
Lorenzo Lotto.