Trecento

Giotto di Bondone -il Giotto- 1267-1337
Escenas de la vida de Joaquín

Giotto Masacre de los inocentes (detalle)

1304-1306 

 

En el gótico tardío, en la transición al primer Renacimiento, observamos como la belleza adquiere un mayor sentido. El simbolismo se desvanece. La escultura y la pintura ya no son hieráticas ni formales como las que podemos contemplar en el arte bizantino, ni tienen el exceso de dramatismo que a veces aparece en los estilos tardíos. Los rostros son de una gran belleza, como no los vemos en el arte medieval.

El arte del trecento nos ayuda a diferenciar la reacción que sentimos ante la belleza de la reacción que experimentamos ante las ideas asociadas con la misma.

Los artistas del final del trecentto recuperan la kunstwollen -la voluntad de arte- abandonan la esfera simbólica de un arte que tuvo a Dios como centro de todo el panorama formal y, de una manera consciente, dirigen sus esfuerzos a la búsqueda del estilo.

Con el teocentrismo amortizado y restaurada la voluntad de arte que se había perdido durante los siglos obscuros, solo restará sentar la armonía y la proporción a su escaño recuperado y allanar, mediante la perspectiva, el camino que conduce al Renacimiento.

Ya, más tarde, después de Cimabue y con el quattrocento “en peso” se alcanza el culmen de la generosidad y la consecución de un arte que tiene como eje vertebrador la belleza.  El artista no permite que su alegato expresivo altere el discurso estilístico y no tolera, tampoco, que su deseo de expresión personal perturbe los requisitos de la belleza formal. Se trata de un discurso de sustituciones. He ahí la más alta expresión de generosidad del artista.