El señor Georg Wilhelm Friedrich Hegel fue un prosaico ordenado
Hegel fue un prosaico que
se convirtió al romanticismo.
El psicólogo Scharfstein
dijo que las ásperas cimas de los Alpes evocaban en Hegel “la dolorosa
inmovilidad de la depresión” y que las cascadas de agua representaban para el
filósofo “el placer de la liberación”.
Hegel en compañía del poeta
Schelling se convirtió en un romántico revolucionario. Como resultado de sus
lecturas y del estudio de Spinoza, Hegel, abandonó las distracciones que le proporcionaban
la poesía, la blasfemia, el uso de palabras soeces y la redacción de su
diccionario enciclopédico y se dedicó en cuerpo y alma a la filosofía.
Al morir su padre en 1799,
Hegel recibió una herencia de mil quinientos táleros. Con esta cantidad en su
bolsillo fue a pedir consejo a Schelling para que le recomendara una ciudad
pequeña donde poder vivir sin gastar demasiado, una ciudad que tuviera, además,
una cocina sencilla, una buena biblioteca y una cerveza pasable (ein gutes bier).
En 1801 fue a vivir a Jena,
que por aquel entonces tenía una fábrica de cerveza instalada en un hospicio. Cabe
decir, por cierto, que Jena tiene una de las peores cervezas de Alemania, lo
cual pone en evidencia, que ni el poeta ni el filósofo sabían demasiado de cervezas.
En la universidad de Jena
(finales del siglo XVIII) Schiller impartía clases de historia, los hermanos
Schlegel y el poeta Novalis establecían la primera escuela romántica alemana y
el filósofo idealista Fichte explicaba la filosofía de Kant.
Cuando llegó Hegel a Jena,
todos aquellos habían marchado y Schelling, que entonces tenía veintiséis años,
estimulaba a los estudiantes con el entusiasmo romántico de su filosofía de la
naturaleza.
Mientras Hegel escribía la Fenomenología del espíritu, su patrona
le acusó de haberla dejado preñada. El filósofo rechazó tal acusación al tiempo
que daba la bienvenida a Napoleón cuando éste entraba en la ciudad. Hegel
abominaba la burocracia prusiana y creyó ver en el francés la síntesis de las
cosas. “Vi a Napoleón, el alma del mundo, montado a caballo por las calles de
la ciudad” y el filósofo celebró la conquista de Jena por Napoleón Bonaparte.
Más tarde se arrepintió,
pero jamás se lo dijo a nadie, pues demasiado ocupado estaba con su ‘tesis - antítesis
- síntesis’.
Hegel quiso resumir su
tríada y como que era un hombre con gran capacidad de síntesis sólo necesitó diez volúmenes para
resumirla.
La edición definitiva de
sus obras que publicó la Deutsche Forschungsgemeinschaft tiene más de cincuenta
volúmenes.
El señor Giacomo Casanova fue un racionalista ordenado
Giacomo Casanova
fue un habitual de jardines húmedos contemplados desde lo alto de la ventana y un
observador de lunas claras que lucían al otro lado de la ventana.
Entendía el erotismo como
la luz del amor del siglo XVIII, clásica y sin trémolos. Casanova fue la
máscara de una declinación secreta, fue la vicisitud fugaz en manos de un
imperio avaro, el imperio de la república del deseo.
A la sensibilidad de su
tacto se agotaban los cuerpos usados. Reconocía entre las damas de la creme y
las cortesanas, aquella doncella que apunta las maneras de puta como las de su
madre o su abuela. Acariciaba los áridos suspiros de la dama estudiosa, de la
sensible y la de corazón noble.
Casanova, entre sábanas y libros,
preconizaba un clasicismo ordenado y racional. A madamme Odette, Casanova le
dijo: mi ocupación principal, señora, siempre a sido la misma, tener cuidado
del goce de los sentidos; nunca he tenido nada más importante que hacer.
Casanova habla de sentidos
y no de sentimientos. Realmente era un racionalista ordenado.
Ostras, esto se llama una comparativa a toda regla sobre señores ordenados. Uno preconizó su tesis, antítesis y síntesis pero era por la teoría de la fuerza de los contrarios, o a toda acción reacción.
ResponderEliminarEl otro era sintaxis...mucha sintaxís.
salut
Amic Miquel, estos dos señores fueron a París, a Hegel la ciudad se le vino encima, le provocó dolor de tripa y pasó unos días muy malos; Casanova, en cambio, la ciudad se le hacía pequeña, a las pocas horas de haber llegado ya sabía dónde podía degustar el mejor chocolate y el mejor café.
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Me gusta el comentario de Miquel.
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Andri Alba.
En fin, dos señores "ordenados" con muy diferente visión de la vida; unos sabía pensar para vivirla y el otro se la pasó pensando sin vivirla.
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Amigo Carlos, parece que Hegel se sitúa en unos de los dos extremos de la vitalidad, en el que ésta es solamente un apunte y Casanova se sitúa en el extremo más vitalista.
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La vida decorosa de un filósofo con una estela formal que impregnó la filosofía política posterior, y de la que salieron muchos hijos, la mayoría espurios.
ResponderEliminarY Casanova, un perspicaz psicólogo, narcisista y buscavidas que se las sabía todas. Ambos eran, casi seguro, bastante insoportables en su vida cotidiana.
Querida Amaltea, es difcícil el trato con este tipo de gentes, grandes artistas, pensadores excepcionales, buenos escritores, etc. suelen tener un ego subidísimo y hacen que todo gire a su alrededor. He tenido alguna experiencia y te aseguro que es complicado, pero en el caso que conocí debo decir que en cuanto el artista se dedicaba a los placeres, concretamente cuando se daba a la gula, dejaba un respiro a los que tenía a su alrededor. Supongo que en el caso de Casanova debía ser algo más soportable a tenor de su afición a comer desmesuradamente, ja,ja,ja.
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Me recuerdan a Fabrizio del Dongo. Este también se les podría asociar de no ser un personaje de novela.
ResponderEliminarSaludos.
Sí amic Dapazzi, quizás se podría asociar pero me cuesta mucho, siempre he tenido a Fabrizio del Dongo como a un "secundón"
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