Privatizar los servicios
públicos es una tarea que no requiere demasiada imaginación ni es demasiado
complejo. Cualquier politiquillo de mala ralea puede hacerlo, no hace falta
tener una gran inteligencia, solo con no tener escrúpulos, ni ética ni moral y
con ejecutar tres o cuatro pasos, aunque sean torpes, se consigue que lo que es
de todos, pase al bolsillo de unos pocos. Las operaciones son las siguientes:
1)
debilitar el
sistema público mediante recortes económicos
2)
esperar un
poquito a que se deteriore el sistema atacado
3)
ofrecer una
alternativa privada que simule sustituir el bien público
4)
favorecer con
ventajas fiscales la contratación de un servicio privado.
Estas cuatro operaciones se
pueden realizar con gran facilidad, sobre todo cuando el que manda tiene
mayoría absoluta y el que recibe las tortas es una población enajenada por el
deporte y por el espectáculo mediático. Ni que decir tiene que una manada de
buitres vuela alrededor, dispuesta a llevarse el cadáver de la sociedad herida
de muerte.
Cuando se dan estas
condiciones, nadie protesta, y así cualquier político, por tosco que sea,
consigue privatizar hasta el aire de lluvia y el agua que respiramos.
Privatizar es fácil,
cualquier mente obtusa facultada para el ejercicio de la política, puede
hacerlo, además si se equivoca o comete alguna tropelía, tiene detrás una
justicia lenta, parcial e ineficaz que lejos de condenar, aplaude.
Con las cuatro operaciones se
consigue privatizar el sistema público de pensiones:
se
liquida la Seguridad Social y toda la ciudadanía se ve obligada a contratar un
plan de pensiones, esto se acompaña con desgravaciones fiscales a los que
contraten un plan de pensiones.
Se consigue privatizar la
enseñanza pública y universal:
se
recorta el presupuesto de educación, se jubila a los profesores y se
subvenciona a la escuela concertada, la que separa los niños de las niñas, la
que pone símbolos en las aulas, la que favorece el clasismo...
Se consigue privatizar la
sanidad pública:
cerrando
hospitales, eliminando prestaciones y cobrando los medicamentos; luego se
favorecen las mutuas privadas que se preocupan más de sus balances que de los
pacientes.
Se consigue privatizar la
investigación científica:
cerrando
líneas de investigación, cortando becas de post grado, dejando que nuestros
talentos se marchen a las universidades y centros de investigación del
extranjero y luego se permite la entrada de las multinacionales y el capital
privado a los laboratorios públicos dejando que el capital privado determine qué
líneas de investigación hay que desarrollar, naturalmente aquellas que
benefician su cuenta de resultados.
Se consigue privatizar los
servicios de asistencia social y de ayuda a la dependencia:
recortando
los presupuestos a las entidades sociales, externalizando servicios y cerrando
centros de atención, después se favorecen mediante ayudas a las empresas
“prestadoras” de servicios.
Y así se puede privatizar la
justicia, la policía, la recogida de basuras, la gestión del agua, las redes de
alta tensión, las gestión de licencias de obras, la gestión urbanística y
ordenación del territorio, los planes hidrológicos, la conservación del
patrimonio artístico o histórico, las políticas de cultura y museos, los
transportes públicos, las televisiones y radios públicas, las bibliotecas, la
“roja”, etc. En este plan pueden llegar a privatizar hasta la monarquía y la
iglesia que por cierto, ya están
privatizadas.