Somos tolerantes con los pequeños vicios incluso toleramos las pequeñas virtudes.
Cuando se trata de virtudes o pecados demasiado grandes ya tenemos bien dispuestos los mecanismos de recusación, impugnación o condena. Ahí están las leyes para apartar a los que incomodan. Aunque de manera demasiado frecuente asistimos a la conculcación de los códigos y a la perversión en la aplicación de la legalidad, pequeños pecadores también se la cargan y grandes estafadores campan por sus anchas sobresaliendo y dando ejemplo con la grandeza de su gran vicio o de su gran virtud.
Cuando se trata de virtudes o pecados demasiado grandes ya tenemos bien dispuestos los mecanismos de recusación, impugnación o condena. Ahí están las leyes para apartar a los que incomodan. Aunque de manera demasiado frecuente asistimos a la conculcación de los códigos y a la perversión en la aplicación de la legalidad, pequeños pecadores también se la cargan y grandes estafadores campan por sus anchas sobresaliendo y dando ejemplo con la grandeza de su gran vicio o de su gran virtud.
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