martes, 29 de enero de 2019

El gran adjetivo


El gran buche de la rana


La gran belleza
La gran convivencia
La gran jugada
La gran estafa

Si algo no es grande, no es nada. Sin matices, así de maniqueo. Parece que lo único que importa es el tamaño, este, al parecer, es el signo de los tiempos, se valora la dimensión del adjetivo y no la movilidad y calidad del sustantivo.

El calificativo “gran” se está utilizando para colocarlo delante de cualquier cosa, ya sean títulos de películas, títulos de libros o ciclos de conferencias. Todo ha de ser grande.

Tenemos grandes políticos, grandes catástrofes, grandes desafíos, grandes retos y grandes mandangas. El adjetivo se utiliza con demasiada profusión para designar grandes mentiras o grandes burlas. O simplemente para dar importancia a muchas carencias.

Este adjetivo calificativo lo encontramos con mucha abundancia en las literaturas de los periodos decadentes de la historia del arte. La grandeur siempre aparece un poquito antes del "gran" desplome. Cuando una expresión ufana y rutilante produce un brillo innecesario que solo sirve para deslumbrar y luce con tanta intensidad lumínica que las bombillas acaban fundiéndose o quizás explotando y provocando un “gran” incendio.

viernes, 18 de enero de 2019

Diego de Sagredo


Diego de Sagredo (1490-1528) fue un arquitecto que construyó algunas obras efímeras. De él solo se conservan dibujos y escritos. Destaca su tratado Medidas del Romano donde difunde las ideas de Vitrubio. En este tratado hay un capítulo con enseñanzas interesantes que influyeron mucho en la arquitectura española del Siglo de Oro.

El título del capítulo en cuestión es:  
De la formación de las columnas llamadas monstruosas, candelabros y balaustres

Un buen número de arquitectos siguieron su ejemplo, apuntándose a la monstruosidad y proyectaron sus obras bajo la luz mortecina de los candelabros.

Y como aquellos arquitectos, gran parte del arte español se inspiró en la monstruosidad, la negrura y lo tétrico. Estas características las encontramos en las tallas barrocas, en las pinturas de José de Ribera, en Zurbarán y en la música de los Oficios de Tinieblas cuando, concluido el Miserere, el clero y los fieles hacían un ruido de carracas y matracas.