Cuando pierdo el rumbo y mi brújula señala un camino de escorpiones o cuando no sopla el siroco y todos los vientos me son adversos, pierdo toda esperanza de encontrar el camino que ha de llevame a Ítaca.
Entonces la voz del infortunio, clamando desde el fondo me dice: Ítaca no existe.
No pienses, grumete, que claudicaré, no bajaremos el velamen. Por las altas rutas del mar continuaremos este viaje que empezamos cuando la aurora anunciaba días ubérrimos.
Ítaca está muy cerca.
Ítaca está en nuestro pensamiento.
Entonces la voz del infortunio, clamando desde el fondo me dice: Ítaca no existe.
No pienses, grumete, que claudicaré, no bajaremos el velamen. Por las altas rutas del mar continuaremos este viaje que empezamos cuando la aurora anunciaba días ubérrimos.
Ítaca está muy cerca.
Ítaca está en nuestro pensamiento.
¡Bah!
Algunos románticos decadentes llamaron a esto "el viaje interior".
Precisamente porque no existe, siempre nos quedará Itaca,ese territorio de acogida que alcanzamos a ver entre la niebla de los días oscuros.
ResponderEliminarAmaltea, Ítaca es la isla de la razón, está entre un mar de tinieblas. Ítaca está en nuestra mente, en un lugar de difícil acceso, como la isla, rodeada de aguas turbulentas: los miedos, las quimeras, los prejuicios, las supersticiones, la sinrazón...
ResponderEliminarSalud
Exquisito texto.
ResponderEliminarY confiemos que siempre haya una Ítaca en el horizonte. Una Ítaca a la que dirigirnos.Un amor,una familia,unos amigos.
Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó.
Amigo Higinio, siempre hay una Ítaca, las cartas de navegación, estas que están dibujadas en nuestro pensamiento, señalan el rumbo.
ResponderEliminarSalud