Situados ante cuatro o cinco cosas, - el amor, la necesidad, la crueldad, el dinero o la belleza - el comportamiento humano, tanto del pequeño vicioso como del pequeño virtuoso, es más o menos del mismo calibre. Cada uno resuelve y se sale como puede, evidentemente arrimando el ascua a su sardina. Caen las máscaras, los ropajes y las diferencias y después, desnudos, nos damos cuenta que todos somos siniestramente deformes, acarreamos con similares excrecencias y pellejos. Somos feos.
Así las cosas (las cuatro o cinco), nos queda la ventura de conocer la escultura griega, donde la belleza se encuentra petrificada y el buen humor capaz de regodearse con el pequeño vicio y más aún con la pequeña virtud.
Así las cosas (las cuatro o cinco), nos queda la ventura de conocer la escultura griega, donde la belleza se encuentra petrificada y el buen humor capaz de regodearse con el pequeño vicio y más aún con la pequeña virtud.
Aún siendo feos -y la fealdad no horripila ni de lejos como la maldad hermoseada por el éxito social-hay algo que ennoblece y convierte en belleza lo inármónico, hallar esa cualidad que muta al feo en bello es una búsqueda apasionante.
ResponderEliminarSi Amaltea, la eterna lucha por la belleza.
ResponderEliminarYa sabes, para los clásicos belleza y bondad son sinónimos.
Salud