domingo, 16 de junio de 2019

Marcho



La primavera la sangre altera.

La alteración de la sangre que produce la primavera, este año se ha visto superada por la alteración provocada por la mezquindad, la estulticia y la malignidad producida por el espectáculo político. 

Con las elecciones y los pactos poselectorales y con el comportamiento incívico de los medios de comunicación, se ha producido un auténtico juego de engaños, incumplimientos, falsas noticias y tropelías representadas por unos energúmenos que no paran de gritar en medio del escenario de las pocilgas mediáticas. 

El personal a seguido las consignas dictadas por los medios y ha salido a la calle a demostrar su incultura. 

La sangre se altera.

Marcho. Me voy enrabiado y descontento a otra costa, mirando al mar de gregal.

Desconecto una temporada larga. 

No tengo ninguna esperanza de que esto cambie, para ello tendrían que cambiar los actores, los autores y las escuelas.


martes, 11 de junio de 2019

La circunstancia del paseante del jardín



La circunstancia del paseante del jardín
reside en la sombra de abril,
bajo los chopos o en la sonrisa
del fauno del surtidor.

Contempla la naturaleza convertida
en una maqueta teatral donde se representan
los deseos fugaces y los sueños
que se esconden bajo las pérgolas del alma.

FC

domingo, 9 de junio de 2019

Mi desconocimiento del jazz



El jazz es una música que nunca me ha llegado a interesar, entiendo muy poco de esta música sincopada que goza del fervor de tantos aficionados y que tiene unos intérpretes que son extraordinarios, son un puro prodigio, su expresión y personalidad reluce en cada nota.

La música americana nunca la he llegado a comprender, me he esforzado por penetrar en el meollo de la obra de muchos compositores, ya sean norteamericanos, caribeños o sudamericanos; ya sean compositores clásicos o de música de cine, los primeros son unos pesados y los segundos son un pastiche de melodías edulcoradas. Tampoco el jazz lo he acabado de entender y me sabe mal caer en esta incomprensión, pues debo reconocer que me pierdo un goce que disfrutan muchos “escuchantes”.

Pero no entiendo de jazz y poco puedo apreciar del swing y del blues, estas canciones de los campos de algodón que tan bien interpretaron Robert Johnson, Leabdelly o Charlie Patton.

El ragetime está más cerca de la música clásica, o por lo menos admirado por muchos de los músicos llamados clásicos. El rage deriva del minueto o el vals compuesto, se forma con secciones de 16 compases. Los Scott Joplin, Louis Chauvin o Ton Turpin fueron grandes intérpretes de esta música que aún podría llegar a entender, pero que no poseo la capacidad sensitiva para disfrutarla. Echo a faltar el contrapunto, enseguida me canso con lo sincopado y ciertas piezas me parecen susurros “ratoneros” que no sé a dónde apuntan.

No conecto con el dixieland. Los saxos o las cornetas de los Duke of Dixieland o Paul Mares, aunque hay que reconocer su valía, me resultan gritones, propios de una música de festejo de quien ha conseguido algunos billetes de dix dollars.

El cool jazz, como derivado del bebop, supone un puente con la música clásica. Hay intentos, sí, asoma el hard bop que pretende una forma europea con el magnífico Miles Davis Quintet: John Coltrane, Cannonball Adderley, Red Garland, Philly Joe Jones, Paul Chambers y Milt Jackson, pero esta experimentación pronto deriva hacia una forma evolucionada de swing.

El free jazz me puede interesar un poco más; su atonalidad presenta un cierto parangón con la experimentación que surgió a partir del dodecafonismo; Anthony Braxton, John Surman son una buena alternativa.

Me sabe mal, pero no consigo meterme en el meollo del jazz, esta música sincopada y tan bien interpretada.