viernes, 4 de marzo de 2011

Vamos al sur

El caminante y la urraca

Estas brumas tan espesas, estas llanuras tan interminables y este cielo de pizarra predisponen a la melancolía y a la reflexión amarga.

La nieve ha dejado mucho silencio sobre estas tierras. Los árboles han enmudecido y solo un viento helado hace temblar el rumor callado de sus hojas.

Las ramas de los árboles son caligrafías de tinta parda sobre un cielo gris. Detrás de ellas nada brilla.

Las gentes se recluyen en sus casas, hablan poco y elaboran ante el fuego de su forzada reclusión un egoísmo de codicia menuda. Más allá del vaho de los cristales se quiebra la aurora y detrás de las cortinas se labran surcos ruines de ambición.

Ante las brasas del hogar, y antes de que se calienten sus hombros y sus frentes, se les caldea el bajo vientre y entonces los deseos secretos arden en sus mentes.

Dentro de sus casas el calor es una presencia apasionada y fuera de sus casas el frío es una tristeza de plomo.

La nieve confunde los caminos, se pierden las rutas bajo el manto helado y resulta difícil orientarse entre líquenes arcaicos y abedules.

- Pero no lo dudes, pajarraco, debajo de la escarcha están dibujadas las líneas de siempre.

En estas tierras alejadas del mar nos ocurre como al poeta que añoraba el huerto claro donde florece el limonero.

- Chac, chac, chac, chac, chac.

- Hemos dejado en la cuneta nuestras huellas, que pronto la nieve habrá de borrar. Este camino lo dejamos atrás, quizás nunca lo volvamos a pisar. Nosotros no hacemos camino dejamos las fronteras detrás, a la zaga de tu vuelo y mi caminar. Dejaremos atrás las estelas perdidas en las trazas de la ausencia solar.

- Chac, chac, chac, chac, chac.

- Vamos hacia el sur, donde la luz inunda la primavera, donde las canciones suenan en la plaza, y los hombres engañan. Donde las tierras están más fragmentadas y la distancia entre fronteras es menor.

Junto al mar también anduvieron putas con hijos que luego se hicieron mayores, hombres de buena fe, poetas exaltados, cabrones taciturnos y apañamundos que blandían espadas y cimitarras.

- Vamos al sur donde los ríos se salen de madre y los torrentes recortan las laderas y con estruendo bajan desde la cima de las montañas hasta la mar purpúrea y destruyen las cosechas de los hombres.

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