jueves, 31 de marzo de 2011
Campos de terrera
Campos de terrera, de
El Caminante y la urraca
- No paras con tu matraqueo. Ya sé que piensas que ninguna patria merece tanta lucha.
- Chac, chac, chac, chac, chac.
- Sí, puedo adivinar tus cábalas. Eres un pájaro sagaz. No te fías de las apariencias.
Aquel que arenga dice que el campo de batalla está en la tierra del otro y de allí ha de llevarse los frutos y honores.
- Chac, chac, chac, chac, chac.
-Todos hemos tenido nuestra Troya. Nuestros hijos más valientes, fuertes como encinas, han caído. Para secarnos las lágrimas hemos tejido banderas de colores enardecidos y hemos compuesto himnos para ensordecer el clamor de derrota o para exaltar la victoria, aunque los poetas escribieran versos de indignación y llanto.
Fueran epinicios o cantos de lamentos. Los himnos los hemos escrito en tonos mayores, algunos, pocos, los compusimos en tono menor, quizás porque éramos conscientes de algún remordimiento.
Después de los gritos entusiastas, hemos talado los pinos y robles que se encontraban al otro lado de la frontera y hemos quemado la leña con el fuego inclemente y ha quedado, en medio de cenizas y dolor, un campo de terrera.
Sin esperar a que la hoguera se apagara, hemos reconstruido las murallas. Las hemos levantado más gruesas que antes y con más venganza en sus cimientos.
De los árboles caídos nos queda la memoria, no así sus frutos. Y de las batallas ganadas o perdidas -que más da- no nos queda ningún orgullo, sólo el amargo recuerdo de las encinas.
- Chac, chac, chac, chac, chac.
- ¿Qué pueblo puede sentirse orgulloso, teniendo, como todos, su propia Troya? ¿Cuál es el orgullo que puede cobijarse después de una victoria perdida sobre un campo de terrera?
- Chac, chac, chac, chac, chac.
-Solo los lobos que destripan los cuerpos y aúllan bajo la luna con el hocico ensangrentado y con el vientre dilatado, tendrán un buen recuerdo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Sólo puede decir que me ha encantado, ese fulgor oscuro y guerrillero.
ResponderEliminar