Las costas de este mar antiguo están pobladas de engaños. El
ardid y la astucia son seculares. Es frecuente, de hecho nos cuesta poco, inventarnos
historias de amor para conseguir una eficaz perpetuación de la especie y para
llenar el papo.
Nuestros antepasados fueron capaces de pergeñar un rapto
amoroso para invadir Troya. Helena y Paris fueron la excusa para hacerse con la
ciudad que cobraba peajes a todas las embarcaciones que se dirigían al Ponto
Euxino y tenían que pasar por el estrecho de los Dardanelos.
¿Fue la Odisea el heroico y bellísimo relato de un embuste?
Alguien ha dicho que el buen Homero jamás existió. Podemos
creer que en vez de un personaje fue una entelequia, algo así como lo que son
los estados, puras entelequias, pero feas. Cuestión de estética.
Acabo de decir
que el estado es una entelequia fea.
Si no se entromete ningún aprendiz de brujo de estos de Wall
Street o algún especulador adiestrado en alguna prestigiosa o perversa escuela
de negocios, gracias la maraña de embustes y trampas seculares iremos tirando
adelante, y probablemente lleguemos a hacer de todo esto un ejemplo de vida capaz
de equilibrarse.
Con tantas dudas como se quiera, y sin que sirva de
complacencia, podemos afirmar que con el material clásico atesorado, compuesto
de piedras jónicas amasadas con engaños, con pequeños vicios y con pequeñas
virtudes hemos hecho el mundo más completo que ha conocido el hombre. No es
complacencia, repito, es una reflexión estética, como antes.
una reflexión que comparto, con ganas de más, por cierto
ResponderEliminarsaludos
Entelequia o no, existen, Francesc, de la misma manera que lo hace cualquier dios a través de la credulidad (¿fe?) de sus devotos. Y todo, real y ficticio, forma parte de nosotros con vigor, lo mismo que estas aguas interiores de un mar que posibilitó la civilización occidental.
ResponderEliminarUn abrazo.