El vigor actual de los líricos griegos, de los epicúreos y de los estoicos nos sorprende. Nos maravilla su vigencia.
Nos extraña que los epigramas clásicos y los discursos de Demóstenes puedan conservar una valía tan actual pasados más de dos mil años.
Nos preguntamos por qué son eficaces aún las odas de Horacio y las elegías de Teognis de Mégara.
Sus voces que incitaron y emocionaron conciencias hace milenios todavía hoy retumban en las paredes de los parlamentos que aspiran a la dignidad. Sus ecos todavía aguijonean voluntades.
No debe sorprendernos la vigencia de la lírica de Arquíloco ni las invectivas de Cicerón. No, pues los tiempos pasan pero las conciencias son las mismas. El veneno de la cicuta es igual de eficaz hoy como lo fue en la polis griega y la opulencia que tanto incomodó a Horacio continúa siendo el germen de las discordias.
Hoy como ayer el lujo, el humo y el estrépito provocan las mismas iniquidades y hoy igual que ayer el estado continua administrando venganza.
Nos lo advirtió Lucrecio Eadem sunt omnia semper, todas las cosas son siempre iguales. En efecto, nada hay nuevo bajo el sol y mientras la cicuta tenga el efecto de siempre y el prójimo lleve la daga escondida bajo túnica o mientras hayan seres humanos capaces de emocionarse ante el espectáculo de la naturaleza cultivada y mientras un canto armonioso llegue al corazón de un hombre bueno, mientras todo esto ocurra, serán vigentes las voces de los clásicos.
Nos extraña que los epigramas clásicos y los discursos de Demóstenes puedan conservar una valía tan actual pasados más de dos mil años.
Nos preguntamos por qué son eficaces aún las odas de Horacio y las elegías de Teognis de Mégara.
Sus voces que incitaron y emocionaron conciencias hace milenios todavía hoy retumban en las paredes de los parlamentos que aspiran a la dignidad. Sus ecos todavía aguijonean voluntades.
No debe sorprendernos la vigencia de la lírica de Arquíloco ni las invectivas de Cicerón. No, pues los tiempos pasan pero las conciencias son las mismas. El veneno de la cicuta es igual de eficaz hoy como lo fue en la polis griega y la opulencia que tanto incomodó a Horacio continúa siendo el germen de las discordias.
Hoy como ayer el lujo, el humo y el estrépito provocan las mismas iniquidades y hoy igual que ayer el estado continua administrando venganza.
Nos lo advirtió Lucrecio Eadem sunt omnia semper, todas las cosas son siempre iguales. En efecto, nada hay nuevo bajo el sol y mientras la cicuta tenga el efecto de siempre y el prójimo lleve la daga escondida bajo túnica o mientras hayan seres humanos capaces de emocionarse ante el espectáculo de la naturaleza cultivada y mientras un canto armonioso llegue al corazón de un hombre bueno, mientras todo esto ocurra, serán vigentes las voces de los clásicos.
Un breu i gran post. Molt encertat. Els clàssics són prenys de novetats. Després d'ells tot queda obert. Per això són clàssics.
ResponderEliminarTorné, certament després d'ells tot queda obert, són vigents perquè res ha canviat. Nihil novum sub sole.
ResponderEliminarSalut