O.T. 1962
Hans Hartung
Hans Hartung
Cargó
sobre el puño
toda su
negrura.
Fue un contacto
único,
una imposición.
Fue una acción
de fuerza,
fue un golpe
infinito.
De ad vivum a ad mortem
medió un
vector
en forma
de bayoneta.
Con un gesto de las manos
protegió su cabeza
repitiendo el ademán de siempre,
el reflejo automático,
el que nos es familiar
y no logra detener el odio.
El eco entonó la canción,
la melodía de la muerte,
la que nos cuenta la historia.
Esto es para pensar...
ResponderEliminarMiquel, ya sabes que pueden cambiar las palabras e incluso las canciones, pero el gesto con que nos protegemos, este nunca cambia.
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Pues le han quitado todas las canas.
ResponderEliminarUn saludo.
Cayetano, supongo que te refieres a la obra de Hans Hartung.
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verdaderamente es así, ella cuenta la historia...
ResponderEliminarmi admiración, arqui-poeta (aunque se podría escribir archipoeta)
saludos desde lo más austral
Omar, mi admirado poeta austral, tus comentarios siempre son halagadores.
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La violencia agresiva vista a través del gesto del agredido.
ResponderEliminarSalud!
Amigo Loam, la violencia de siempre y los gestos de siempre.
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Ese gesto automático, acto reflejo sin duda, nos devuelve a la posición fetal, la más protectora que conocemos. No dejamos de estar durante nuestra vida, en último término, aferrados a nuestro mismo inicio, y depender de la protectora madre.
ResponderEliminarSalud.
Amigo Carlos, puros actos reflejos que no son otra cosa que un retorno.
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