Que no se tornen rancias. Es preciso que las lágrimas, aún las más antiguas, salgan del saco lacrimal y que, a pesar del llanto, podamos ver más lejos y más claro.
Nunca se presenta sola, la muerte se acompaña de expatriación y en el filo de su guadaña se reflejan los paisajes patrios.
Aunque sobrevuele el albatros y las sirenas entonen sus dolosos cantos, en el naufragio, la muerte es una idea de ausencia.
Pasaremos horas delante del mar en calma escuchando el grito de las golondrinas.
Los ausentes no regresarán, permanecerán en el fondo.
Del libro
El Caminante y la Urraca
lunes, 7 de junio de 2010
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