Pergamon Museum. Berlín
Siento en mi rostro la suave brisa de Poniente. Me trae el aire fresco de la isla de Lesbos. ¿Quién sabe si este airecillo llevó a Pérgamo los versos de la excelsa poetisa, la bella de doble espejo?
Siento en mi rostro la suave brisa de Poniente. Me trae el aire fresco de la isla de Lesbos. ¿Quién sabe si este airecillo llevó a Pérgamo los versos de la excelsa poetisa, la bella de doble espejo?
Cuando
te contemplo
a
ti y oigo tus versos, te venero,
viendo
la casa estelada de la virgen:
porque
es el cielo, ciertamente,
que
te corresponde...
¿Quién sabe si estos versos
fueron el punto de unión entre Pérgamo y la cultura helenística?
Ahora, en este paraje dócil, junto a estas ruinas tan nobles, siento la voz de un pasado glorioso. Me llega al oído la algaraza de una ciudad bien gobernada que supo sortear los conflictos y que jamás levantó las armas contra los enemigos, un pueblo que prosperó en la ciencia de la medicina y fue amable con los mercaderes que acudían a sus plazas.
Estas costas de suelo
podsólico, de tierras rojas donde crecen entre pedregales, unos arbustos de
poca altura; estas costas de suave pendiente conservan la huella de un pueblo
que supo acomodarse en la ilustración griega, que fomentó la ciencia y el arte
sereno que llegaba de Poniente.
Pérgamo que abrió su
horizonte más allá de los reinos seléucidas, mirando al mar, que creció donde
el Caico y el Cetio juntan sus aguas, permanece hoy en el olvido, con tesoros
expoliados y con la memoria de Lisímaco perdida en el tiempo. ¡Oh Lisímaco, tu
que nombraste al eunuco Filéteros como gobernador de la ciudad!
Hoy, por los caminos de la Misia, aún me parece escuchar el eco antiguo de la prosperidad que vivió Pérgamo bajo el gobierno de Filéteros. El eunuco fue amante del arte y la poesía y supo infundir este amor en el corazón de sus conciudadanos. Gobernó a la luz de la belleza. En Pérgamo se combinó el orden clásico con el hedonismo y el goce de los sentidos.
Hoy, por los caminos de la Misia, aún me parece escuchar el eco antiguo de la prosperidad que vivió Pérgamo bajo el gobierno de Filéteros. El eunuco fue amante del arte y la poesía y supo infundir este amor en el corazón de sus conciudadanos. Gobernó a la luz de la belleza. En Pérgamo se combinó el orden clásico con el hedonismo y el goce de los sentidos.
Veo los sillares caídos, esparcidos por el ancho cerro y me lamento por la pérdida de la magnífica biblioteca que conservaba el conocimiento heredado de la antigüedad y el esfuerzo de los sabios que transcribieron al pergamino los textos cuneiformes de las tablillas de arcilla.
A pesar de la luz tan clara de este cielo “cuando en el tiempo de primavera trisa la golondrina...” siento la violencia del expolio arqueológico que los pueblos bárbaros han hecho de tus tesoros. Me lamento mientras resuena sobre estas paredes, hoy tan pobres, el canto del eunuco.
Y tanto que las piedras hablan de expolio. Eso si que pone triste.
ResponderEliminarSalut
Miquel, en demasiadas ocasiones en la historia hemos podido ver cómo el hombre andaba de aquí para allá, expoliando, trasladando piedras y peleándose por ellas, vayamos al British Museum por ejemplo y veremos la crónica de deversos expolios.
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Es la triste realidad, no sólo Pérgamo, también tantos sitios más en tantos países más.
ResponderEliminarNuestra cara más lastímera: toda la tierra expoliada de sus tesoros y de sus derechos por tansólo unos pocos.
Un saludo.
Desastre manifiesto, en efecto no sólo en Pérgamos, hemos visto expolios en Grecia, en Roma, en los pueblos de América del Sur... británicos, germanos, españoles, holandeses, etc. aquí todo el mudo ha atropado lo que ha podido y todo queda impune.
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Estremece pensar cuán efímero es todo y cómo cae rápido en el olvido.
ResponderEliminarTu foto me ha traído agradables recuerdos de mi visita a ese museo.
Gracias y salud.
Amiga Isabel, aquella ciudad helenística, Pérgamo, fue un ejemplo de buen gobierno, pero fue muy breve.
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Las culturas son fiel reflejo de sus gentes… Esta afirmación, evidentemente, no dice demasiado en nuestro favor. De la misma forma que existen muchos modos de medir el grado de inteligencia de un ser humano, también existen muchos modos de medir el grado de evolución de una sociedad. Abrazos.
ResponderEliminarQuerida Salomé, nuestro "eurocentrismo" tiene muchi de que avergonzarse. Robar y guardar mucho en los museos no significa un mayor grado de civilización.
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En lo alto de Pérgamo preciosa contemplación en forma de prosa.
ResponderEliminarLo malo de los expolios son las guerras o las atrocidades que generalmente se cometen o cometian para tal fín...son las medallas que cada nación invasora se coloca.
Feliz domingo un abrazo.
Amiga Bertha, cuando veo este templo me imagino aquella ciudad refinada, donde el eunuco Filéteros protegió la cultura y el comercio. Me imagino los perfumes y las esencias que los mercaderes llevaban a Pérgamo y me parece oír los cantos de las jóvenes de Mísia. Me propongo escribir algo sobre perfumes y cantos helenísticos.
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Entrar en el Pérgamo te deja ojiplática. La sala que ilustra la entrada de hoy, le he visitado varias veces y siempre creo que ando en otro universo, de tan inverosímil que me parece ese templo metido dentro de un edificio tan colosal. Por no decir la parte destinada a Mesopotamia.
ResponderEliminarUn abrazo
Querida Amaltea, a mí también me ha impresionado este museo, y me ha impresionado mucho la escala. El templo de Pérgamo me ha parecido monumental y pequeño ¿antagónico? no lo sé; la misma sensación el friso de Babilonia. ¿raro?.¿será un sentimiento helenístico? no lo sé. Pérgamo fue un mundo antagónico y raro. Filéteros fomentó la cultura, hizo transcribir las inscripciones cuneiformes de las tabletas de arcilla a los pergaminos, para trascribir el Avesta sacrificaron 10.000 vacas (100 hecatombes) y les arrancaron la piel para hacer los pergaminos donde transcribieron aquel texto sagrado.
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