Los ruiseñores, jilgueros, gorriones, catachines, pinzones,
trigueras, camachuelos y otros pajaritos de lengua insignificante son muy
promiscuos. Vuelan entre las copas y saltan de rama en rama fornicando sin
parar. Siempre cantan. Sus trinos inspiraron a Mársias.
Otros, como loros, cacatúas, guacamayos, cotorrillas y demás especies de lengua carnosa se emparejan de por vida. No cantan, fornican menos y hablan más.
-Tú, urraca bicolor de plumas blancas y tornasoladas, no cantas y no hablas, matraqueas como un obispo y, después de un cierto entrenamiento, puedes llegar a parlotear. Piensa, sin embargo, que no lo podrás decir todo. En eso de la palabra también hay límites. En cuanto a la fornicación, tú sabrás, pero ten cuidado, los obispos también ponen límites.
- Chac, chac, chac, chac, chac.
-Vuela, mete el pico donde puedas. Vuelve con tus congéneres.
Yo, con las suelas rotas, continuaré por los caminos, hasta los riscos helénicos e iré a las ciudades donde paseó Diógenes con su candil.
Me embarcaré. Desde la nave contemplaré Citerea, isla anhelada, tierra de miel y vino por la que muchos infelices vendieron su libre albedrío. Con calma y con un equipaje liviano, arribaré, al otro lado del mar.
Unas vastas tierras se extienden, entre desiertos, hasta el paraíso de los dos ríos. En las tierras de Ciro hay ruinas de antiguas murallas, ciudades inexistentes de jardines colgantes y recuerdos de la torre que quiso llegar al cielo, la construcción orgullosa destruida por la confusión.
Al pie de la torre de Babel, aquellos insensatos, tuvieron que reencontrar el nombre de cada cosa, e hicieron de cada palabra un encuentro artístico. En otras palabras, dieron nombre a la claridad y a las sombras prístinas. Para conseguirlo sólo tuvieron que dejar que la morfología de las rocas, el vuelo de las aves y el murmullo de los meandros se sobrepusieran al egoísmo y que la naturaleza imitara el nuevo arte de la palabra.
El desierto no detendrá mis pasos. Iré a la ciudad antigua, donde está la calle de la Amargura, donde se lamentan ante el muro, donde cuentan las victorias de Judas Macabeo y las hazañas de Senaquerib.
Otros, como loros, cacatúas, guacamayos, cotorrillas y demás especies de lengua carnosa se emparejan de por vida. No cantan, fornican menos y hablan más.
-Tú, urraca bicolor de plumas blancas y tornasoladas, no cantas y no hablas, matraqueas como un obispo y, después de un cierto entrenamiento, puedes llegar a parlotear. Piensa, sin embargo, que no lo podrás decir todo. En eso de la palabra también hay límites. En cuanto a la fornicación, tú sabrás, pero ten cuidado, los obispos también ponen límites.
- Chac, chac, chac, chac, chac.
-Vuela, mete el pico donde puedas. Vuelve con tus congéneres.
Yo, con las suelas rotas, continuaré por los caminos, hasta los riscos helénicos e iré a las ciudades donde paseó Diógenes con su candil.
Me embarcaré. Desde la nave contemplaré Citerea, isla anhelada, tierra de miel y vino por la que muchos infelices vendieron su libre albedrío. Con calma y con un equipaje liviano, arribaré, al otro lado del mar.
Unas vastas tierras se extienden, entre desiertos, hasta el paraíso de los dos ríos. En las tierras de Ciro hay ruinas de antiguas murallas, ciudades inexistentes de jardines colgantes y recuerdos de la torre que quiso llegar al cielo, la construcción orgullosa destruida por la confusión.
Al pie de la torre de Babel, aquellos insensatos, tuvieron que reencontrar el nombre de cada cosa, e hicieron de cada palabra un encuentro artístico. En otras palabras, dieron nombre a la claridad y a las sombras prístinas. Para conseguirlo sólo tuvieron que dejar que la morfología de las rocas, el vuelo de las aves y el murmullo de los meandros se sobrepusieran al egoísmo y que la naturaleza imitara el nuevo arte de la palabra.
El desierto no detendrá mis pasos. Iré a la ciudad antigua, donde está la calle de la Amargura, donde se lamentan ante el muro, donde cuentan las victorias de Judas Macabeo y las hazañas de Senaquerib.
De " El caminante y la urraca"
Plácida aventura, pero insomne es el recuerdo, y nunca nos dejarán levar anclas. Y, si nos dejaran, acaso no nos atreveríamos a zarpar...
ResponderEliminarUn abrazo.
El caminante, émulo del Wanderer romántico, siempre andando de aquí para allá. Que si ahora me cortan el paso, que si la soledad me acompaña, que este es un mundo de fronteras, que..., al final son los caminos de siempre: el arte y la razón y la preocupació por provisión del pan.
EliminarSalud
El poeta es siempre intérprete de un mundo mágico que, sin su lengua, permanecería oscuro (quizá incluso, amenazador) para el común de los mortales. Abrazos.
ResponderEliminarQuerida Salomé, el mundo tan mágico como las necesidades físicas de humanos y los pajaritos.
EliminarSalud
No vayas a la ciudad antigua, quédate a los pies de la Torre de Babel y mientras los insensatos buscan el nombre de las cosas, contempla el vuelo de los pájaros y el pasar de las nubes. O aún mejor, ser el pájaro o la nube.
ResponderEliminarNo hay cuidado querida Amaltea, mientras los insensatos se dedican a repartir tortas prefiero dedicarme a encontrar el vocablo preciso y bello, mirando los pajaritos o contemplando como las nubes van cambiando el rostro.
EliminarSalud
Hola Francesc, interesante tu entrega, que instruye, que acierta en sus consideraciones, que nos trata bien, a nosotros los lectores
ResponderEliminarsaludos
Gracias Omar, siempre intento tratar a los lectores que os asomais a mi blog tal como os mereceis, esto es: con la mejor de las atenciones que me son posibles.
EliminarSalud
¡Bravo, amigo!
ResponderEliminarNo estoy nada convencido del emparejamiento de por vida de loros y cotorras. Está probado científicamente que si examinas el ADN de una nidada de cisnes( considerados tradicionalmente como "monógamos") más del treinta por ciento de los polluelos son de diferentes padres...Igual pasa en las camadas de lobos, otro animal tenido por fiel.
El adulterio (utilizo lenguaje religioso-moral) es legítimo y justificable: el alma (espíritu) necesita pocas cosas, el cuerpo, más...
Amigo Manuel, se trata de un "totu revolutum" promiscuidad y mezcla de lenguas y polluelos.
EliminarSalud
¡ah las fábulas!
ResponderEliminarAmic Puigcarbó, barrejem amb facilitat animals i persones, fins i tot podem aconseguir que un caminant parli amb una garsa.
EliminarSalut
Tal bípedos implumes vamos enramando en haces de luz y sombra la vida, combatiendo, a veces con la ligera armonía de un canto, la pérdida secular de las alas.
ResponderEliminarSalud
Manuel
Manuel, que sean los pensamientos los que tengan alas y vuelen sin limitación.
EliminarSalud