sábado, 14 de abril de 2012

Después del modernismo, el primitivismo



En la música europea del siglo XX se dibuja una corriente de primitivismo que viene desde antes de la música dodecafónica, recorre por la atonalidad y se detiene con la llegada del Pop Art.
Cuando hablamos de primitivismo nos llega a la mente la música de Bartók y de Stravinsky. Unos acordes ásperos que parecen representar la naturaleza primordial sin refinamiento. El discurso musical se va desarrollando por yuxtaposición, unas frases siguen a las anteriores y generan nuevas ideas, evocando, así, nuevas imágenes sonoras.
Más de uno ha visto en el primitivismo una reacción contra el romanticismo y también contra las formas alambicadas del impresionismo. Éste, no deja de ser una variable frenéticamente urbana del romanticismo.

Ante el arrebato amoroso y febril de los románticos teutones que, acompañados de su melancolía pasean por el bosque umbrío, aparece otro acaloramiento y embriaguez, la de los malditos, la de los afectados por la absenta.
El fenómeno musical llamado impresionismo no es el equivalente sonoro a la pintura de un Renoir y menos aún a la de un Monet. No sirve el argumento de la coincidencia en el tiempo ni la ruptura de los modelos académicos, que tanto pintores como músicos practicaban.
La música de Debussy o Ravel e incluso la de Satie (salvando las distancias) concuerda más con la estética del coup de fouet del Art Nouveau que con los azules y los anaranjados del Soleil Levant.

La estética de Debussy no tiene los contornos definidos, se desvanece en aguas cristalinas y en un tornasol irónico y sensual como si fuera un jarrón de cerámica modernista o una joya de Masriera. El esfuerzo que hicieron los llamados músicos impresionistas iba dirigido a oscurecer la tonalidad, el ritmo y la armonía, anulaban decidida y obstinadamente el contrapunto. Con este equipaje se podía intuir ya un viaje de corta duración.
El recorrido del expresionismo musical es como el de uno de los brazos fluviales que forman el delta donde desemboca y termina el caudaloso río del romanticismo.
En el océano del siglo XX que se extiende más allá del delta, emergen unos territorios salvajes, es el archipiélago del primitivismo, en cuyos islotes, la obsesión por el sentimiento personal es algo superfluo.
La utilización de la síncopa y de los metros impares, la alteración frecuente del ostinatto rítmico que observamos en Le Sacre o el uso de melodías y ritmos populares asimétricos que se encuentran en Bartók, junto con la utilización de las escalas pentatónicas y acordes politonales van configurando el mundo sonoro del primitivismo que ahora sí recuerda las islas polinesias de Gauguin y el africanismo de Picasso.

2 comentarios:

  1. Caramba ¡¡ que buenas definiciones utiliza ¡¡¡ Da gusto el pasarse por aquí ¡ salut

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    1. Amigo Miquel, después de tanto papanata que se deslumbra con el modernismo, resulta que después de tanto floripondio y de tanta lagrimilla evanescente resulta que llegamos al primitivismo.
      Salud

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