Levanté los muros con 120 hiladas de ladrillos, construí salas suntuosas para mi residencia real, [y lo] construí [y] completé desde los cimientos hasta los parapetos.
Le añadí techos con magníficas vigas de cedro, crecido en las montañas de Amanus, [y] en los portales puse puertas de ciprés, de dulce fragancia.
[Lo] llené de esplendores [e hice de este] un motivo de admiración para todo el pueblo.
Inscripción del cilindro del rey Asarhaddón. c. 672 a.C.
Asarhaddón Esar-hadón, rey de Asiria, era hijo del rey Senaquerib y padre de Asurbanipal.
Y hoy son ruinas. El tiempo es implacable.
ResponderEliminarEso es hacer las cosas bien. Ha quedado para la posteridad.
ResponderEliminarSalut
Miquel, Asarhaddon tenía conciencia de hacer las cosas bien, tenía buen gusto y disponía de recursos. Pero el tiempo es implacable y muchas veces, también la acción humana, arruina palacios y tantas construcciones que tanto costaron levantar.
EliminarSalud
Los ríos fecundadores generaron imperios. Los imperios desaparecen, los ríos continúan como testigos imperturbables de su nacimiento, crecimiento y desaparición. ¿Qué no habrán visto estos caudales?
ResponderEliminarUn saludo.
Amigo Daniel, aquellos ríos eran el Paraíso. A lo largo de la historia y en muchas ocasiones aquellas tierras han sido campos de batalla.
EliminarSaludos
Falta que narre a cuántos enemigos despellejó vivos, que estos asirios se las traían.
ResponderEliminarUn saludo, Francesc.
Amigo Cayetano, se han perdido muchas piedras con inscripciones y no me extrañaría que en alguna piedra hubiera habido alguna inscripción sobre el número de despellejados, muchos de estos reyes asirios hacían gala de sus habilidades destripadoras.
EliminarSaludos
Nada de lo asirio me es ajeno.
ResponderEliminarNi siquiera la arquitectura.
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