La
reproducción de una obra plástica presenta una tremenda complejidad, tanto más
cuanto la forma se sobrepone al contenido.
La
complejidad alcanza una mayor intensidad cuando nos encontramos ante una obra
plástica fundamentada en la gestualidad -abstracción lírica, tachismo, frottage, informalismo.
La
reproducción de una obra plástica de estas características presenta unas
dificultades similares a la traducción de la poesía, precisamente cuando se
trata de poesía donde el poeta utiliza la palabra como gesto y fundamento
formal.
En estos
casos nos podemos encontrar ante las traiciones de la peor calaña.
Reproduttore, traditore! sería análogo al traduttore,
traditore!
Pero
visto el panorama actual de las artes, desde que un funcionalismo cebolludo y
comercial substituyó la forma por el dato, las traiciones se han ido
sucediendo.
Con
demasiada frecuencia, las traducciones frívolas y jarochas y las reproducciones
burdas se han ido acompañando de críticas confusas; de insidias y trampas que
afectaban, no solo a la traducción y la reproducción de las obras literarias y
artísticas, sino también a su interpretación.
Desde el
pop art hasta hoy se ha conducido la
interpretación y la crítica por caminos subterráneos, la mayoría de las veces
anteponiendo las ideologías al discurso formal y a la valoración estética.
La
reflexión sobre el arte y la literatura ha bajado a las alcantarillas de la
ciudad de las vanidades.
Después
de Arnold Hauser, una caterva de seguidores y aprendices de brujo lo
estropearon todo. Los críticos que leían habían tenido en sus manos un libro de
Tom Wolfe.
Menuda
nos ha caído. Parece que aquel descenso a los infiernos de la memez anticipaba
el desbarajuste del final del milenio y la crisis sistémica subsiguiente.
Y ahora con
nuestra sensibilidad algo estropeada, con nuestra piel más o menos dura, podemos
llegar a soportar hasta las traiciones más abyectas, pues nada es absoluto y
todo puede ser contradictorio.
La
plástica y la literatura son así, beben de aquí o de allá, se contradicen, son,
en definitiva la expresión de la lucha entre Apolo y Dionisos y en esta lucha
estamos, con reproducciones y traducciones, con interpretaciones y críticas que
nos traicionan.
Resistir,
armarse de pituitarias selectivas, y del mismo modo que intentamos evitar los
conglomerados cárnicos formados con materias fecales, haremos oídos sordos ante
la opinión de los críticos incultos.
No he entendido lo de A Hauser. Su historia social de la literatura y el arte la leí hace tiempo, y me pareció de lo mejor, aunque me quedo con Lo social en el arte, de allí saqué conclusiones que sin su ayuda no hubiera podido.
ResponderEliminarExplícame lo que has querido decir , que yo no lo he captado.
Un abrazo.
salut
Miquel. Hauser es indispensable, su obra "Historia Social de la Literatura y del Arte" es un texto imprescindible. Digo que la caterva de seguidores que han venido después no le llegan a la suela de su zapato y digo que al llegar al pop, con Wolfe a la cabeza, nos encontramos con una pandilla de espantajos.
EliminarSalud
Algunos críticos creen estar imbuidos del don divino de no equivocarse nunca.
ResponderEliminarMe has recordado mis tiempos de estudiante cuando has mencionado al gran Arnold Hauser. Por casa anda su "Historia social de la literatura y el arte". Todo un clásico.
Un saludo.
Amigo Cayetano, a muchos críticos, les das unos minutos de TV y se ponen a planear por encima de los demás mortales, sueltan su perorata y pontifican, te puedo asegurar que alguno de ellos cree sentar cátedra hablando de un determinado libro sin haberlo leído, como máximo leyó la contraportada.
EliminarSalud
Hay tanta confusión y pasión por aparenter que se sabe lo que no se sabe, que el kistch pasa por arte de lo más selecto.Hay que leer a Dorfless para percatarse de la atracción fatal por la cursilería en todas sus variantes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querida Amaltea, no conozco a Dorfless, o ¿acaso te refieres a Guillo Dorfles?, el crítico italiano eminentísimo; su "Barocco en la arquitectura moderna y arquitectura moderna" es imprescindible, lo estudié primero y después volví a leerlo con gran placer. Coincido con él y con tu opinión: hay un empecinamiento general por la astracanada estética, la aparatosidad o cualquier chinchorrería se eleva a la categoría de arte, filigranas pamplineras, trabajillos amerengados o imágenes pintureras nos las venden como obras de arte.
EliminarUn abrazo