jueves, 22 de mayo de 2014

Las lechuzas volaron hasta Fiésole



Lorenzo de Medici huyó de la ciudad al campo, la recuperación de la vida campestre era el paraíso recobrado.  Entre los sicomoros y las adelfas encontró palabras de barro y halló tramontanas, charcos y tubérculos pero no quiso volver a los jardines ocultos que reciben las sombras alargadas de sus palacios.

Quería olvidar las fachadas construidas con piedra serena. Tras la serenidad de las paredes se escondía la preocupación y la intriga.

Lluvias de auroras terminadas se cernían sobre el huerto de su retiro clásico, pero no añoró los frescos policromados ni los tapices que absorben el color de los venenos.

El Arno fluía lento bajo los puentes de la ciudad, allí en "le piazze" retumbaban aún los combates gibelinos, mientras las lechuzas, con sus papos llenos de aceite, volaban hasta Fiésole, hasta el convento de los franciscanitos, donde Fra Angelico pintó los muros construidos también con piedra serena.

Y lejos, Lorenzo suspiraba.

4 comentarios:

  1. Me gusta eso de tras la serenidad y las paredes se escondía la preocupación y la intriga.

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    1. Amic Miquel, este texto lo escribí hace algún tiempo, pero la frase que tu mencionas la he añadido hoy.
      Salud

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  2. Sicomoro, el árbol me gusta casi tanto como la palabra.
    El agua que fluye, la naturaleza en su conjunto, es tan indiferente hacia los asuntos humanos que cautiva y encanta.

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    1. Querida Amaltea, la naturaleza es tan bella e inclemente como un dios antiguo.
      Salud

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