Luz de invierno en el Gianicolo
Estropeó todas las fotografías, aquella luz de
invierno
sobre los árboles del Gianicolo: demasiado intensa
como para quedar bien fijada.
Lo mismo ocurre con los
momentos
en exceso felices: la memoria no consigue después
interpretarlos adecuadamente,
en exceso felices: la memoria no consigue después
interpretarlos adecuadamente,
otorgarles la luminosidad
precisa.
Quedan en la fotografía cosas
que no están en ella:
los racimos de muchachas
americanas
camino del bar Gianicolo,
el cañonazo de las doce en
homenaje a Garibaldi,
mis manos, dos partes de mi
cuerpo que no me agradan
-sus dedos como ramas de un
árbol demasiado cansado
de buscar en vano la ternura.
Queda esa luz que acaricia el
lomo de los días
y que niega al recuerdo de
aquella colina
esa intuición misteriosa:
allí es imposible
prever el olor que rodeará nuestras sepulturas.
Martín López-Vega
Desde Pincerton University, don Germán Labrador ha dicho que
la obra de Martín López-Vega tiene una fuerte influencia neo-post-neo-novísima
y este poema, en concreto:
es muy representativo
de [los] modos de escribir actuales y de los problemas que incorporan ciertas
visiones poéticas y, sobre todo, de los problemas que dejan de incorporar.
No conocía a López Vega. El texto poema en verso libre con su reflexión y melancolía, me gusta porque incorpora lo paradógico, queda después de leerlo una evocación de lo que no nombra.
ResponderEliminarQuerida Amaltea, ha sido un descubrimiento reciente, este poeta evoca pasando por la tangente de las imágenes, me gusta. Desde la tangente sin nombrarlo deja que nosotros descubramos qué es lo que hay en el centro de círculo.
EliminarSalud
Tampoco yo lo conocía .
ResponderEliminarMe gusta
Ja, ja, ja, Miquel, por lo que dices Martín López-Vega podría estar en la nómina de "Escritores Recónditos"
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