Hace bastantes años, un
verano, pasé las vacaciones leyendo El
Contrato Social de Jean Jacques Rousseau.
Aquel Du Contrat social; ou, principes du droit
politique se
componía de cuatro libros que proponían una filosofía política basada en los
principios de la Revolución Francesa.
Admiraba y admiro
aquellos nobles principios, pero no me fiaba demasiado de alguien que creía que
el hombre es bueno por naturaleza, pero seguí adelante con la lectura, incluso subrayé
palabras y párrafos enteros.
Debo ser más volteriano
que rousseauniano, el caso es que la Ilustración me interesaba y todavía pienso
que una revolución ilustrada paliaría muchos de los males que padecemos.
De aquel contrato social de la Ilustración, derivó
la cuestión social de la Revolución
Industrial y hoy, viendo los subrayados de aquel libro que leí hace tantos
años, me parece que tengo entre mis manos un programa escenográfico.
Creo que fue mi admirado
Eugenio Trías que dijo que la cuestión
social es una cuestión teatral.
Y creo que tu pensamiento : "todavía pienso que una revolución ilustrada paliaría muchos de los males que padecemos." no va nada equivocado.
ResponderEliminarAl menos podríamos seguir escuchando discursos mediocres por parte de nuestros políticos sin la necesidad de oir insultos.
En el hemiciclo se demuestra que nuestro nivel educativo ha bajado de listón.
salut
Miquel yo creo que unos políticos ilustrados no soltarían discursos mediocres, en un parlamento ilustrado no cabe el insulto.
EliminarSalud
Mucha dosos Ilustración necesitamos hoy. Lamentablemente, lo mejor del discurso de Mostesquieu, Rousseau y Voltaire se lo pasan nuestros amados políticos por el forro. Solo se dicen liberales cuando se trata de vender lo que es de todos. De los demás aspectos del liberalismo, incluyendo la división de poderes y la aconfesionalidad del estado se olvidan.
ResponderEliminarUn saludo, Francesc.
Amigo Cayetano, tu conoces muy bien la historia, en muy pocas ocasiones la razón ha sido considerada como motor del estado.
EliminarSalud
Mi querido amigo, a mi me ocurre al contrario, siempre me he sentido mucho más cerca del pensamiento rousseauniano que del resto de enciclopedistas ilustrados de la época cuya máxima ya sabes que era esa de “todo para el pueblo sin el pueblo”. Comprendo que para un erudito como tú, le inspire mucha más confianza los empiristas y racionalistas que un humanista casi iluso como Rousseau, sin embargo como puede que yo sea otra, a mi me parece que la salvación del hombre como especie nunca estará basada en el barniz cultural/tecnológico/academicista que nos demos por fuera por muy importante que esa faceta sea si olvidamos la esencia del ser humano y cuidamos de ella. Me temo que o profundizamos en nuestro interior, escuchándonos atentamente, ahí donde más duele y menos nos gusta mirar, desaprendiendo todo lo que nos lastra a medida que crecemos olvidando la esencia natural que nos une a la tierra y al resto de los seres vivos o terminaremos con todo a base de no ver más allá de nuestras narices y creyéndonos los reyes del universo … ahora bien, entre ignorancia bruta y visceral de esta que rezuma todo por todas partes y espíritus cultivados por favor … apúntame contigo junto a los ilustrados ( luego tú me enseñas ;)
ResponderEliminarMuchos besos y gracias por compartir estos pensamientos tuyos... cultivarse a tu lado es un lujazo ;)
Querida María tu comentario me lleva a una reflexión que hace mucho tiempo que me planteo. Yo sólo aspiro a tener la espiritualidad de un zapato, con esto me conformo. No espero nada del hombre y creo que si profundizamos en su interior nos encontraríamos con las mismas miserias de siempre. No creo en el "buen salvaje" roussoniano, creo en la capacidad que tiene la ciencia para acercarnos a la libertad pero no creo demasiado en el progreso, creo en las cosas que veo, y resulta que lo que está en el interior no lo veo, a no ser que aparezca un Buonarroti y haga emerger la belleza del bloque de mármol, pero de Michelangelo hay uno cada mil años. Creo que nos esperan setecientos años de miseria creativa y de indigencia moral. Me preocupa la preservación de la belleza, mientras tanto continuo con este empirismo que me descubre cómo es la naturaleza, aunque tampoco me fio de ella porque es inclemente como un dios antiguo. Creo que Rousseau, como tú dices, era un iluso humanista que cuando quería robar, robaba, pues, según él, el hombre es bueno por naturaleza. Yo, querida amiga, pienso más en los lobos.
EliminarAprecio muchísimo tus comentarios y compartir contigo mis humildísimas reflexiones.
Un abrazo
Podríamos decir que algunos fuimos roussonianos en nuestra primera juventud y que, pasado el tiempo y vista la naturaleza humana en acción, hemos acabado con Hobbes en la mesita de noche.
ResponderEliminarDesde luego, hay en Rousseau un alimento intelectual soberbio para quienes creen que la cultura y el desarrollo político pervierten la bondad primigenia. Por desgracia, la antropología, seguida por las otras ciencias sociales, demuestra que pueblos primitivos- los Yanomamis, por ejemplo- hacen de la violencia contra sus semejantes un estilo de vida. Y por no saber, no saben ni hacer vasijas de barro.
Rousseau dejó una estela de principios políticos y sociales que evidencia una gran ignorancia de las complejas relaciones que se dan entre los seres humanos, y mucho más cuando se organizan en sociedades desarrolladas.
Gracias, Francesc, es una delicia que haya un espacio, como este blog, para seguir reflexionando sobre los modelos que han inspirado las corrientes ideológicas del pasado siglo.
Un abrazo
Querida Amaltea, probablemente Wagner también confió en el "buen salvaje" y luego se peleó con Nietzsche. De una manera o de otra, parece que al género humano le vaya lo de la pelea. En efecto, la antropología nos ha mostrado cómo la violencia forma parte de distintas formas de estructuras sociales y en algunos pueblos la violencia está en la base de las realaciones familiares.
EliminarCreo que Rousseau es una buena lectura para adolescentes que luego imperiosamente deberán ejercitarse en las ciencias o en el arte de la esgrima.
Abrazos