Conozco más de un arquitecto que
se dedica a la literatura. No es raro, incluso algunos son poetas. El diseño de
espacios y el cálculo de la resistencia de los materiales no están reñidos con
el arte de la palabra.
No voy a calificar la creatividad
y el buen arte en cada una de sus actividades, unos son mejores arquitectos que
escritores y viceversa. El paso de la arquitectura a la literatura lo veo como
una forma de mitigar los dolores de cabeza que produce la práctica del noble
arte de la arquitectura. Sin embargo, también algunos han sufrido dolores de
cabeza con la literatura, pero de estos conozco muy pocos.
En cambio, el paso de la
literatura a la arquitectura es un traslado más extraño, sólo sé de uno que lo
haya hecho, se trata de Sir John Vanbrugh (1664-1726), pasó de las letras a los planos con bastante facilidad. Sufrió
con la literatura, escribió teatro, panfletos como Short View of
the Immorality and Profaneness of the English Stage y libelos en defensa de los derechos de la mujer
casada. Por algunos de sus escritos y por sus actividades contrarias a la
Restauración fue encarcelado en la Bastilla.
Como era de esperar, aún sufrió
más con la arquitectura, pues ya sabemos que se trata de una actividad de
riesgo muy elevado, (casi siempre acabas en los tribunales).
Del sinfín de avatares conflictivos
que sería prolijo detallar, sólo citaré las trifulcas que Vanbrugh mantuvo con
la esposa del duque de Marlborough, aristócrata y militar que había conseguido la
victoria sobre los ejércitos franceses en 1704. De las hazañas bélicas de
Marlborough viene la cancioncilla Malbrouque
s’en va-t-en guerre (Mambrú se fue a la guerra, que dolor, que dolor, que
pena…).
En agradecimiento por aquella victoria, la corona británica obsequió a los
duques de Marlborough con una mansión y unos jardines en Woodstock cerca de
Oxford. Cuyo proyecto y dirección de las obras fueron encargados a John
Vanbrugh.
En más de una ocasión, el arquitecto tuvo que cuadrarse y frenar los gritos
histéricos de la duquesa de Marlborough, diciéndole que ella no era quien pagaba sus
honorarios, que él sólo atendería a su verdadero cliente que no era otro que la
corona. Sería por las broncas del arquitecto, pero a la duquesa no le quedaron
ganas de cantar jamás “Mambrú se fue a la guerra…"
Dejo aparte las broncas y los
problemas literarios y arquitectónicos que hubo de superar John Vanbrugh para
destacar muy especialmente la gran importancia que tuvo en la historia del
paisajismo. Él fue el teórico del “jardín inglés”. Preconizó un retorno al
paisaje natural, la ruptura de la perspectiva y de la geometrización exagerada
del jardín francés.
Claremont Belvedere. John Vanbrugh.
Lo que parecen ventanas son ladrillos pintados en blanco y negro
En el jardín concebido por
Vanbrugh, la geometría deja de ser la guía, ya no es la perspectiva quien domina,
ahora se impone el placer de la sorpresa y el contraste, propone la
irregularidad de formas, diseña ruinas falsas para meterlas entre la espesura, acentúa
el aspecto salvaje de los trazados.
Total, un dislate propio de los
románticos que creyeron que una ruina es mejor que una pérgola de columnas
toscanas.
Jardín inglés con ruinas inventadas
No voy a criticar el
jardín inglés, evitaré censurar los vergeles románticos, pero algo que teníamos
ordenado, el jardín clásico, vino un artista sufridor y lo desordenó.
¡Bah!, ya se sabe, más de una
vez, el desorden se ha impuesto.
Jajaja. Al final tuvo que venir un literato a enredar y meter un poco de caos y desequilibrio en los jardines. Como elefante en cacharrería.
ResponderEliminarUn saludo, Francesc.
Amigo Cayetano, menos en la anarquía, encontramos caos y desequilibrio en todas partes incluso en los mercadillos y en el rastro. Donde el argumento mete la pata allí aparece el desorden.
EliminarUn abrazo
Pues yo siempre me he quedado pasmado antes los jardines franceses, pero después de leer atentamente tu entrada los cuestiono un tanto en beneficio de los ingleses. Quizás porque siento cierta debilidad por el Romanticismo al ge en modo alguno tengo idelaizado.
ResponderEliminarUn abrazo, maestro
Amigo Luis Antonio, siempre busco el equilibrio y entre la geometrización vegetal de los jardines franceses y la imitación del salvajismo natural de los jardines ingleses, me apunto al orden clásico de los jardines italianos. Ante una pérgola con columnas toscanas y unas adelfas floridas uno recupera la humanidad.
EliminarUn abrazo
Hay quien encuentra en el desorden una belleza infinita. No es mi caso, el desorden y el caos me apabullan.
ResponderEliminarSalut
Ya sabes, Miquel, que me interesa la belleza del orden. La naturaleza salvaje me repugna, los volcanes me dan miedo, el ruido de las cataratas me ensordece, el paisaje sin figuras humanas me desagrada. La naturaleza es inclemente y cualquier imitación de ella no es más que una iconografía de la inclemencia.
EliminarSalut
Me gusta la "asimetría, como se titulaba una revista fundada por el médico y poeta Javier Lentini, "Asimetría". No hay nada más monótono y aburrido que seguir el trazado de una nariz recta.
ResponderEliminarAmic AT, la simetré es un don divino.
EliminarSalud
El barroco inglés, estas genialidades solo se le puede ocurrir, a un radical como Vanbrugh con su desorden guiado...
ResponderEliminarUn abrazo
Querida Bertha, Vanbrugh se opuso al rococó, a la perspectiva y se encandiló con las ruinas, aborrecía el neoclasicismo.
EliminarSalud
El interés por ordenar la naturaleza en jardines revela sofisticación cultural y el deseo de amansar la naturaleza.El arquitecto escritor, y tantos otros notables, pretendieron una representación ideal, y en algunas ocasiones lograron perfectos laberintos y jardines fantásticos.
ResponderEliminarA mí me encantan los jardines, casi todos.
Buenas noches y abrazos
Querida Amaltea, el jardín es la representación de una naturaleza ideal, es un "teatrino", una maqueta. Es el hortus amaenus, lugar de los sueños y refugio de Lorenzo de Medici.
EliminarAbrazos
Aquí mismo en la blogosfera a parte de ti, mi estimado FRANCESC, he tenido la grandísima suerte de conocer a dos arquitectos blogueros, grandísimos escritores, uno sobre todo, lástima que ambos estén ausentes de los blogs en la actualidad .. si existe inquietud, sensibilidad y creatividad no importa la forma que se escoja ya sea escribiendo, dibujando o proyectando .. vosotros a mayores de todos los demás contáis con una fantástica preparación técnica. Muy curiosa la historia que nos has contado ¿de verdad este hombre es el Mambrú de la canción? ;)
ResponderEliminarEn cuanto a la elección de tendencias paisajistas entre la extremada geometría de los jardines franceses y lo agreste pintoresco de los ingleses -como los italianos no los identifico mentalmente- me quedo con los japoneses … meencanta la estética japonesa, su elegancia y minimalismo en jardines y arreglos florales, para mi inigualable.
Pero ya se sabe que para gustos existe los colores ;)
Un abrazo graande y aunque fuera de su ámbito mi más sincera enhorca buena por ese maravilloso libro que gracias a MIQUEL y a ti ha visto la luz!
Querida María, hay arquitectos que se deciden, incluso, a escribir poesía, ¡menudos calculistas!, pueden incluso deconstruir el equilibrio de un soneto.
EliminarEn efecto, lo de la canción Mambrú es cómo digo en el escrito.
Entre el jardín francés y el jardín de Vanbrugh, me quedo con el jardín italiano. En cuanto a lo del jardín japonés no puedo opinar, no lo conozco.
Abrazos