He
vuelto otra vez más a Recanati, he pasado unos días agradables con mis amigos. Con
Cruzio visité la biblioteca de Leopardi, la había visitado anteriormente, pero
esta vez me enteré que en aquellas nobles estanterías había más de veinte mil
volúmenes -¡¡20.000!!-. Dicen que el joven Leopardi se los había leído todos.
Con Cruzio llegamos a la conclusión de que esto era una exageración. En efecto, en el curso de una vida corta de 39 años, que es la edad a la que llegó Leopardi, es imposible una lectura tan descomunal.
Con Cruzio llegamos a la conclusión de que esto era una exageración. En efecto, en el curso de una vida corta de 39 años, que es la edad a la que llegó Leopardi, es imposible una lectura tan descomunal.
Si no haces otra cosa que leer, tu puedes llegar a leer tres libros por semana –decía Cruzio- y esto te dará un total de 162 libros al año. Si esta cantidad de libros la multiplicas por 39 años, que son los que vivió este gran poeta y suponiendo que empezara a leer cuando llevaba pañales, resultará un total de lecturas de 6.318 libros. Así pues, resulta imposible que se leyera toda aquella biblioteca, tal como aseguran sus exegetas.
Además
de leer, Leopardi aún tenía tiempo para contemplar, desde la ventana de su
habitación, a su amor platónico. Aquella
jovencita que tenía un semblante de habichuela que vivía en la casa de enfrente, y que el joven Giacomo suspiraba
por ella.
Admiro
profundamente la poesía de Leopardi y debo admitir que, si el joven poeta era
capaz de pasear por il giardino
dell'infinito, de escribir tanto, de leer tanto, de enterarse de todo y además
reaccionar poéticamente ante tal universo, nos encontramos con una auténtica
fiera corrupia, intelectualmente hablando.
La velocidad de pensamiento y de percepción de Leopardi me hace recapacitar sobre la fugacidad de los instantes de placer.
Aquella percepción reposada de principios del siglo XIX contrasta con la velocidad de hoy, donde todo es efímero y cortísimo. Todo circula a la velocidad de zapping, sucediéndose todo sin detenerse, sin gozar de un momento de disfrute creativo. Ni siquiera voluptuosidad imaginativa.
Practicar,
acelerar y urgir, esto explica la publicación de tanto relato corto,
microrrelato o tanto haikú, que se leen en nada. La belleza de la concreción,
tan ponderada por Gracián, ha derivado en rapidez superficial y en banalidad,
melindre y ñoñez.
Creo que Haiku es un arte oriental, y que ellos construyen con delicadeza, pocas palabras y estilo geométrico sus formas.
ResponderEliminarLo demás, lo aoccidental, en si estoy completamente de acurdo contigo.
banalidad, rapidez, economía de las palabras y practicidad. Ese es el estilo de la UE.
Un abrazo
Amic Miquel, se están escribiendo muchos libros de haikus, importamos una forma poética muy alejada. He leído algunos muy bellos, parecen pequeñas joyas aisladas, pero cuando los veo componiendo un libro me parecen que forman un conjunto abarrocado, vendría a ser como una gema preciosa que colocada junto a otras forma una pieza recargada.
EliminarLa banalidad, el zapping, lo efímero se está adueñando de la cultura global, no solo de la UE.
Abrazos
Es lo bueno de las bibliotecas personales bien surtidas. Allí se dan cita los libros leídos, los releídos (decía Juan Goytisolo que un buen lector es el que relee) y los que aguardan la lectura. Una especie de selva virgen siempre por descubrir.
ResponderEliminarY comparto que hay mucho camelo en esto del microrrelato y el haiku.
Un abrazo, Francesc.
Amigo Cayetano, una buena biblioteca es un tesoro, ahí están los libros que hemos acariciado y los que nos esperan con su riqueza de ideas.
EliminarLo del camelo es evidente, amigo mío, tanta brevedad, muchas veces sirve para no decir nada.
Abrazos
Creo que hasta los tiempos de placer son hoy día más efímeros y pasajeros que nunca, no solo como cuestión temporal, sino porque la sustancia no es consistente.
ResponderEliminarAmigo Fackel, estos son los tiempos líquidos que definiría Bauman. Solo permanece el cambio.
EliminarAbrazos
Me encanta el dragón alado ¿Por qué será?
ResponderEliminarLa biblioteca de Leopardi -qué hermoso apellido, tanto como su obra-estaba bien nutrida y claro, es imposible que alguien pueda leer, con aprovechamiento, esa ingente cantidad de volúmenes. Ahora bien, se da el caso de que unos pocos individuos gozan de una facultad asombrosa: lectura inmediata mediante el tacto sobre la página. Es como si tuvieran un escáner en las yemas de los dedos, a ese prodigio digital algunos añaden la capacidad de memoria fotográfica.
En mi caso, mee conformo con leer menos, pero disfrutando de cada palabra y línea. Tal como leo ahora tu blog.
Abrazo
Querida Amaltea, contemplar aquellos libros en los anaqueles ya parece transmitir el conocimiento que contienen, a veces imaginamos su contenido y levantamos castillos en el aire- La casa de Leopardi en Recanati es un tesoro, recomiendo su visita.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, agradezco tus visitas a este blog.
Un abrazo
Me encantó el comentario de Amaltea. Leo cada uno.
EliminarAbrazo fuerte.
Querida Andri. Los comentarios de Amaltea son siempre muy inteligentes, no me extraña que te haya encantado.
EliminarAbrazos
Buen gusto el tuyo, Francesc.
ResponderEliminarUn abrazo
Querido Luis Antonio, Leopardi es un gran poeta, me gusta mucho, su poesía es uno de los mejores refugios en tiempos convulsos.
EliminarAbrazos
Hoy nos traes a un poeta solitario y tu última vivencia de viajero intelectual. Tiene el mundo lugares tan hermosos que no alcanzaremos a visitar y lo mismo ocurre con la esencia que debería quedarnos de cada libro que leemos. Si este era un hombre triste y sombrío, influido por el fanatismo religioso de su madre,
ResponderEliminarlo que decimos siempre, hay que buscar en la infancia de los hombres para saber el origen de una manera de ser, y algo no funciona si ya en tu juventud, que es edad de alegrías, llamas muchas veces a la muerte.
Tal vez no interesa tanto lo que él leyó como lo que él escribió, posibilidades tuvo, siendo de familia aristocrática.
Pasa buena tarde, Francesc. Un abrazo
Querida Loli, admiro la obra de Leopardi. Este gran poeta tuvo una magnífica formación, leía y escribía en, al menos, cinco idiomas, su cultura era imponente y su sensibilidad extraordinaria. Su biblioteca en Recanati impresiona, tuve la oportunidad de visitarla con algunos amigos de allí, con ellos solemos hablar de música, son unos diletantes exquisitos: mentes racionales con las contradicciones precisas que los hacen más humanos.
EliminarUn abrazo