Romà Vallés (1923-2015)
Una cadena montañosa se extiende
desde la inteligencia hasta el horizonte del deseo.
Por las laderas que miran a
levante crece una vegetación frondosa y entre matorrales discurren los caminos
por donde anduvo Tiresias, hijo de la ninfa, que fue castigado con la ceguera y
compensado con el don de la adivinación. Él, sin embargo, no pudo adivinar cuán
veloz sería la caballería de la barbarie.
En la inmediatez del istmo, junto
al acantilado, una epopeya de pensamiento pretende embarcarse en la nave con
rumbo a las costas de la justicia. Ni los remos de la conciencia ni las velas
de la palabra podrán impeler el pesado cargamento.
El hombre que vive en el istmo no supo detener los caballos desbocados
de la barbarie y con los remos caídos y las velas inservibles no tuvo otra
opción que embarcarse, río arriba, en la nave de los locos.
E la nave va!
E la nave va!
Precioso homenaje el tuyo, Francesc. Exquisito. Exequia total.
ResponderEliminarAmigo Fackel, empecé con el istmo grotesco, pensaba en el arte y la reflexión se me escapó por un territorio peligroso. Queriendo yo conducirla por las laderas que miran a levante, siempre, a un lado o al otro del istmo, se oían unos caballos. Más de uno, con el ruido de este cabalgar, cree escuchar los versos de una epopeya nacional. No amigo, no, ahí hay un peligro racional. E la nave va!.
EliminarSaludos
La nave de los locos...
ResponderEliminarCreo que hoy por hoy todos estamos metidos en ella y vamos hacia un acantilado.
¿ qué es peor?
Chocar contra ellos o quedarse dentro..
Un abrazo
Amigo Miquel, para contenernos a todos, la nave de los locos debe tener unas dimensiones descomunales, el arca de Noé se queda corta.
EliminarSalud
Y todos ahogados.
ResponderEliminarSublime! .
Amiga África, "e la nave va". Menuda patera.
EliminarSalud