Cuando se le cayó un
plato de macarrones al río, el compositor lloró. Así lo cuenta el propio
Rossini, que afirma que esta fue la única vez en su vida que lloró.
Hombre sensible y vital
capaz de aceptar el reto de componer un Stabat Mater con el único objetivo de
rivalizar con Pergolesi, poniendo, eso sí una condición: su obra religiosa
había de ser para uso privado del mecenas que hacía el encargo.
En pleno clasicismo,
superado el exquisito barroco de la escuela napolitana, en 1831, Gioacchino
Rossini recibió el encargo de poner en solfa esta obra religiosa dedicada al
velatorio de la Virgen María.
Ciertamente el carácter
teatral de Rossini era opuesto a la introversión obligada que requiere un
Stabat Mater, cuyo asunto es la expresión del gran dolor de la Virgen ante la
muerte de su Hijo.
Así las cosas, puesto ya
en pentagramas y después de escritas la primera y tercera partes, el compositor
sufrió un ataque de lumbago que le obligó a tomarse un tiempo de reposo. Quedaban
pendientes la 2ª y 4ª partes. Éstas fueron encargadas a Giovanni Tadolini. Más
tarde, recuperado de sus dolores musculares y viendo que su obra había sido
comercializada, el compositor cogió un enfado monumental pero no lloró como
cuando se le habían caído los macarrones, decidió enmendar el Stabat Mater
híbrido y eliminó las partes compuestas por Tadolini, recuperó la partitura
componiendo las partes pendientes y retocando la totalidad de la obra que fue
estrenada, por fin en París en 1842.
La obra de Rossini es más
terrenal que celestial, más humana que divina y contiene más luces indulgentes
que oscuridades teológicas, de todo esto se encargan la lumbalgia y el llanto
por los macarrones perdidos.
Entiendo el enfado de Rossini...es que un plato de buenos macarrones son la delicia del Señor.
ResponderEliminarMiquel, hay cosas que hacen llorar, ver como se te caen unos macarrones, ver cómo se te quema un guiso...
EliminarSalud
que gusto leer!
ResponderEliminarandri alba
Gracias Andri, es un gusto leer y también escuchar el Stabat Mater de Rossini.
EliminarSalud
Si hubiese sido una perdiz estofada, lo entendería; pero un miserable plato de macarrones...
ResponderEliminarUn saludo.
Amigo Cayetano, sin duda la pérdida de una plato de perdiz estofada puede ser una tragedia, pero te aseguro que unos buenos macarrones son una delicia, creo que un plato de pasta con una salsita adecuada te curan todos los males, cuando estás por el extranjero y tienes un malestar, cuando el trajín de la mañana te agobia, cuando piensas que todo está muy mal, entonces un plato de macarrones se conviente en el remedio espiritual de todos los males.
EliminarBuen provecho
Ahora a por el de Dvorak, please.
ResponderEliminarAmigo Abraham, ¡cuánto tiempo! ahora tendremos que encontrar las claves secretas del Stabat Mater de Dvorak, una de esas obras románticas que aún soy capaz de admirar. Recuerdo una interpretación del Stabat Mater de Dvorak cantado por el Orfeó Laudate dirigido por el maestro Angel Colomer del Romero que fue una delicia, hace años y aún recuerdo aquellas notas dramáticas.
EliminarSalud
Como a él, también me gustan las trufas, el foie y una mesa bien puesta y en cuestión de llanto, si la música es hermosa me derramo en lágrimas.
ResponderEliminarBuenas noches, Francesc
Amiga Loli, coincido a mí también me gustan ciertas delicatessen que pueden llegar a competir con la cocina tradicional.
EliminarUn abrazo
¡Y...gracias que la terminó porque es una obra preciosa!.Las lágrimas son buenas de vez en cuando porque descargan mucho la tensión y por lo que veo a Rossini le funcionó.
ResponderEliminar.-Hablando de Stabat Mater:me encanta oir pasajes de esta obra cantada por Olga Skyrowa:desde que la escuché por primera vez creo que nadie la ha superado(esta es, mi modesta opinión).
Un abrazo feliz fin de semana.
Amiga Bertha, agradecemos que terminara el Stabat Mater, ahora lo podemos disfrutar, eso sí, sin llorar, yo creo que las lágriamas son cosa mala.
EliminarSalud
Lagrimas glotonas de gula, todo un pecado capital,¡casi nada!
ResponderEliminarNo conozco el Stabat Mater de Rossini, pero el de Pergolesi, es una de mis obras favoritas, es de una belleza estrepitosa.
Saludos, y voy a probar con el de Rossini.
Amic Depazzi, son dos obras completamente distintas. Coincido contigo que la belleza del Stabat Mater de Pergolesi es estrepitosa.
EliminarUn abrazo