Cuanto más cerca estemos de la mediocridad más fácil nos resultará
la supervivencia.
La cuestión reside en reconocer que la mediocridad es lo que mejor le sienta a nuestro organismo, se trata de encontrar la trascendencia en lo vulgar e intentar ser el mejor de los mediocres.
Lo opuesto a la exclusividad, es decir, lo vulgar, es lo más frecuente entre los seres de mi especie.
Cuanto más vulgar soy, más semejante soy a mis congéneres. Pura estrategia corporal: semejanza y vulgaridad. Con estas características la adaptación al medio ambiente se produce de la manera más óptima.
Si mi hogar se halla en un emplazamiento vulgar, dispondré, con toda probabilidad, de unas comunicaciones vulgares que me asegurarán una conexión eficaz con mis amigos y tendré unos medios de transporte también vulgares con los que poder desplazarme con facilidad; si por el contrario, vivo en un lugar exclusivo y de alto standing, perderé tiempo y dinero en los trayectos.
Si tengo una infección vulgar o una enfermedad común las podré sanar con una medicación vulgar que encontraré en cualquier farmacia vulgar; si mi dolencia, sea de la espalda o del hipotálamo, es un mal exclusivo, será que padeceré una enfermedad rara y para ella no hay medicamentos.
Mi vulgaridad me previene de los males exclusivos. Ser vulgar resulta naturalmente cómodo, de hecho es una expresión que traduce exactamente lo que hay en la sustancia de nuestro ser.
La vulgaridad es directa, se expresa sin esfuerzo, al contrario de lo que ocurre con la exclusividad o la excentricidad que, para mantenerlas, debemos dedicar esfuerzos. A veces, ciertos individuos llegan a adoptar actitudes fantasmagóricas para parecer más y más exclusivos, rarillos diría yo.
La phantàsmata es alucinación y mentira.
La cuestión reside en reconocer que la mediocridad es lo que mejor le sienta a nuestro organismo, se trata de encontrar la trascendencia en lo vulgar e intentar ser el mejor de los mediocres.
Lo opuesto a la exclusividad, es decir, lo vulgar, es lo más frecuente entre los seres de mi especie.
Cuanto más vulgar soy, más semejante soy a mis congéneres. Pura estrategia corporal: semejanza y vulgaridad. Con estas características la adaptación al medio ambiente se produce de la manera más óptima.
Si mi hogar se halla en un emplazamiento vulgar, dispondré, con toda probabilidad, de unas comunicaciones vulgares que me asegurarán una conexión eficaz con mis amigos y tendré unos medios de transporte también vulgares con los que poder desplazarme con facilidad; si por el contrario, vivo en un lugar exclusivo y de alto standing, perderé tiempo y dinero en los trayectos.
Si tengo una infección vulgar o una enfermedad común las podré sanar con una medicación vulgar que encontraré en cualquier farmacia vulgar; si mi dolencia, sea de la espalda o del hipotálamo, es un mal exclusivo, será que padeceré una enfermedad rara y para ella no hay medicamentos.
Mi vulgaridad me previene de los males exclusivos. Ser vulgar resulta naturalmente cómodo, de hecho es una expresión que traduce exactamente lo que hay en la sustancia de nuestro ser.
La vulgaridad es directa, se expresa sin esfuerzo, al contrario de lo que ocurre con la exclusividad o la excentricidad que, para mantenerlas, debemos dedicar esfuerzos. A veces, ciertos individuos llegan a adoptar actitudes fantasmagóricas para parecer más y más exclusivos, rarillos diría yo.
La phantàsmata es alucinación y mentira.
En el arte y en la literatura la vulgaridad es también una estrategia de
creación artística. Shakespeare, Cervantes, Horacio, Homero y cualquier otro
literato de esos que han dejado una huella perenne en la historia, la han
dejado porque su obra ha expresado la realidad tal como es, sin afinamientos ni
retorceduras excéntricas.
Los grandes artistas han hecho una obra gruesa que nunca se anduvo por las ramas. En sus creaciones encontramos la expresión de los sentimientos más vulgares del ser humano: el amor, la pasión, el dolor, la venganza, la ternura, el odio y todos estos sentimientos que forman parte de la sustancia de este mono que piensa.
Los grandes artistas han hecho una obra gruesa que nunca se anduvo por las ramas. En sus creaciones encontramos la expresión de los sentimientos más vulgares del ser humano: el amor, la pasión, el dolor, la venganza, la ternura, el odio y todos estos sentimientos que forman parte de la sustancia de este mono que piensa.
Será entonces que nuestros amados políticos son "excepcionales" en el arte de la corrupción que no logramos erradicarlos de la escena nacional, comarcal y autonómica.
ResponderEliminarUn saludo.
Amigo Cayetano, el poder corrompe. Nuestros políticos se suben al carro de la exclusividad, del lujo, de la ostentación, de la estafa, de la incultura, es un desastre.
EliminarSalud
Creo que lo que exige esfuerzo no es llegar a ser excéntrico, sino llegar a ser vulgar, qué difícil resulta.
ResponderEliminarAmiga Vicky, qué ilusión verte por aquí, ser vulgar resulta difícil pero cuando lo consigues te encuentras mucho más cómodo que si vivieras en la exclusividad.
EliminarUn abrazo
Jope ¡¡¡ me has desarmao.
ResponderEliminarNo Miquel, no hay sorpresas.
EliminarSalud
La exclusividad es más cara y aburrida de lo que la leyenda quiere hacernos creer.
ResponderEliminarMagnífico texto, amigo Francesc.
Salud! (como vulgarmente se dice)
me gusta el comentario de Loam.
Eliminarsaludo
andri alba
Amigo Loam, hay que perseverar, es una lucha constante, sin embargo se lleva bastante bien cuando empiezas en no creerte nada de lo que dicen.
EliminarSalud
Qué difícil ser vulgar de esta manera, Francesc. Hay que despojarse de toda la hojarasca, la retórica, los prejuicios, el burdo sentimentalismo y las ideas preconcebidas con las que nos hemos ido vistiendo para estar más guapos.
ResponderEliminarSalud
Amigo Manuel, coincido contigo, se trata, ni más ni menos, que dejarse de tonterías y aditamentos de colorines.
EliminarSalud
Francesc, mi enhorabuena por tan extraordinarias reflexiones. Ser personas "corrientes, comunes, vulgares", nos facilita la vida, la relación social, la aceptación por los demás porque la inmensa mayoría de gente somos personas comunes. Para entrar en "lo exclusivo" hay que ajustarse una buena máscara, cosa que complica mucho la existencia.
ResponderEliminarMe declaro vulgar (en el buen sentido de la palabra).Soy una de tantas personas que ama la sencillez en todo.
Un sencillo saludo.
Querida Fanny, "lo exclusivo" es un incomodidad. Reivindico la vulgaridad biológica, la vulgaridad alimenticia, la vulgaridad ambiental y otreas vulgaridad materiales, sin ellas la sencillez es imposible.
EliminarUn abrazo
Una declaración de principios que no admite nada más que un pero y una excepción. Sí, somos vulgares porque esa es la condición exigida por las leyes físicas, forma parte del instinto de supervivencia. La singularidad se castiga con sanciones sociales y biológicas, en sus muy variadas formas. La excepción reside en el arte, porque transforma la vulgaridad en excelencia.
ResponderEliminarShakesperare, ya que lo citas, fue capaz de explorar la vulgaridad para sacar luz donde había solo instinto: asume una virtud si no la tienes (Hamlet)
Un abrazo
Querida Amaltea, tienes razón, el arte puede jugarnos malas pasadas, incluso puede llegar a hacernos creer ciertas trascendencias y espejismos. Quizás esta contradicción que el arte produce en nuestro ánimo sirva para que apreciemos la vulgaridad de nuestra existencia.
EliminarEs un lío. Estos Schubert, Dante, Bach o Miguel Ángel siempre andan por ahí dejando su estrella en el firmamento y nosotros miramos hasta deslumbrarnos.
Salud
Magnífic!
ResponderEliminarGràcies Albert
Eliminar