martes, 19 de noviembre de 2019

El Modernismo catalán




El modernismo fue un entusiasmo romántico, un encandilamiento fantasioso empeñado en echar la vista atrás, hacia un pasado de trovadores y princesitas cándidas.

Los espíritus modernistas creían encontrar en aquel pasado medieval el origen de una épica nacional. La epopeya de un conde cerril o de un rey peludo y roñoso que, en el lecho de muerte, se empecinaba en dejar una huella de sangre más o menos coagulada sobre un escudo.

El romanticismo tardío se expresaba con unas formas que se desvanecían en una atmósfera de codicias, mercaderías, frenesí industrial y trata ilegal de esclavos.

Los nuevos ricos, en su afán de culturizarse, acudían a la ópera y se dejaban embriagar con las melodías infinitas de un músico teutón engreído. Un leit motiv de Lohengrin les entusiasmaba tanto como el ruido de los telares de sus fábricas y un poema de Verdaguer les animaba a subir a las altas cumbres y a estimar su preciosa lengua que había nacido del latín decrépito.

Escuchar la música de Wagner y contemplar el país desde la cumbre del Canigó inflamaba un nacionalismo infantiloide.
 

Las canciones de los trovadores, las mitologías germánicas y las nieblas del norte se convirtieron en superficies curvas revestidas con baldosines rotos (trencadís), en joyas de Masriera con insectos de oro, en muebles de caoba cubana con molduras retorcidas y serpenteantes como el látigo de los negreros, en vidrios emplomados que tamizaban una luz cegadora que penetraba en unas alcobas de infidelidades consentidas.
 

El modernismo catalán fue un arte entusiasmado que miraba más allá de las tristísimas fronteras de un país pequeño. Su mirada alcanzaba a Ruskin, Victor Horta, Mackmurdo, Mackintosh, Violet-le-Duc, William Morris… Fue un arte que nacía de un romanticismo decadente, ¡exquisita decadencia! Fue un arte exquisito.
 
Las ninfas, las hadas, los bosques estilizados, las escenas de insomnio y los dragones poblaban la estética de las piedras esculpidas. Los pinceles de Rusiñol y Ramon Casas aplaudían la salida del sol mientras el espíritu de la artemisia absinthium inspiraba sus lienzos. 

 

La arquitectura, como siempre, sirvió a las clases pudientes. Los nuevos ricos, aquellos que tenían posibles, quisieron petrificar su rápida ascensión a la fortuna y encargaron a los buenos arquitectos sus delirios de grandeza: templos expiatorios de altísimas torres, residencias de verano con almenas floridas, edificios de pedrera ondulada, hospitales ajardinados, palacios con dragones, palacios para orfeones y edificios domésticos que parecían casitas de chocolate.


Domènech i Montaner, el de los arcos jactanciosos. Gaudí el de las superficies panteístas. Puig i Cadafalch, el de las fachadas de chocolate. Rubió i Bellver, el de las casas de la bruja. Enric Sagnier, el de la euritmia eclesiástica.

¡Magníficos arquitectos! Confieso mi admiración.

Es tan grande mi admiración como la desconfianza que siento contra la ética y la estética del modernismo.

18 comentarios:

  1. No sabes cuanto me alegra encontrar este texto, y más aún, escrito por la mano de un arquitecto. A mi el Modernismo me da algo de miedo y me desagrada profundamente. Por no hablar de la cosa ética, que aquí cuentas estupendamente: esclavismo, explotación salvaje y delirios de grandeza.

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    1. Amic Lluís, escribo siempre desde el punto de vista de un arquitecto, como no podría hacerlo de otra manera y como arquitecto debo decir que el repertorio formal de la arquitectura modernista es imponente, tanto como lánguido y arrogante. Desde el punto de vista constructivo encontramos un notable desarrollo de las estructuras de ladrillo, aunque algunas son una pura chulería del arquitecto de campanilla, pienso en estos arcos de Domenech i Montaner que parecen levantados para impresionar al que paga más que para sustentar unas cargas.
      Precisamente de Domenech hay que leer su artículo "Vers una arquitectura nacional" es un discurso provinciano que caló demasiado hondo.
      Eclosionó el huevo de la Renaixença y salió una estética evanescente.
      Saludos

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  2. Cuando me hablan de Modernismo me hablan de colonias textiles con los críos de doce años detrás el telar; del "amo" y los obreros; de la curia rechoncha mirando iglesias a las que seguro no entraría Jesús por aquello de los mercaderes.
    En contadísimas ocasiones he visto (Jujol en la calle Enamorados y en Marià Lavernia) diseñar para el pueblo. No hay obra para ellos. Todo ha sido a medida y objeto único. Todo ha sido caoba y vidrio emplomado.
    No quito mérito a los cálculos de Gaudí, sólo un sabio puede calcular de esa manera, pero he de recordar que como obra popular sólo ha quedado la muestra de la escuela que ideó para los hijos de los obreros; obreros que trabajaban de sol a sol elevando hasta el nunca jamás la Sagrada Familia.
    Es sintomático que las casas diseñadas para la burguesía por los señores que has nombrado no se les llamaran tan siquiera torres, sino...palacetes.
    salut

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    1. Miquel, esto que comentas es el contexto social donde se desarrollaba aquel arte nacionalista. Con el panorama de las colonias industriales y la explotación infantil prosperaba un arte jactancioso.
      Los cálculos de Gaudí no tienen ningún mérito especial, te lo digo de verdad, aquello no es otra cosa que la plasmación de un cálculo gráfico, por otra parte afirmo que Garudí era un integrista de las estructuras. Un día justificaré esta afirmación.
      Salud

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  3. Buenos días, yo de arquitectura, como de otras muchas cosas, soy bastante ignorante, solo aprecio lo que me gusta y lo que no, así de simple y sencillo soy.
    Cuando vi la Sagrada Familia de Barcelona, me sentí defraudado, la verdad, sin más, desilusionado. Quizás porque estoy acostumbrado a otras construcciones, a la Catedral de mi Burgos o la de León, el Monasterio de las Huelgas o el Monasterio de Mave, por ejemplo, testimonios pétreos de unas creencias, o no, pero edificios que a mi me transmiten armonía, paz, sosiego y admiración, a pesar de no tener creencias religiosas. No sentí eso cuando vi la Sagrada Familia, lo que sentí me lo quedo para mi, no quiero incendiar sentimientos.
    Un saludo.

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    1. Amigo Temujin, el modernismo fue un romanticismo tardío que seguía la corriente de los estilos nacionalistas que se daban en casi toda Europa, el Modern Style en Inglaterra, la Sezession en Viena, el Art Nouveau en Francia, el Jugendstil en Alemania, etc. se expresaban en todas las ramas del arte, desde la pintura a la arquitectura, música, escultura, diseño... En Cataluña destacó especialmente en arquitesctura. Las grandes fortunas contrataron a muy buenos arquitectos que supieron levantar unos edificios magníficos que complacían a sus mecenas. No hablemos de donde procedían las fortunas, hagamos como los bancos que nunca preguntan por el origen de los dineros, el caso es que el repertorio formal del modernismo fue formidable y el entusiasmo recorría por la piel de una elite que se había enriquecido muy rapidamente.

      La Sagrada Familia es un pastiche que solo interesa a los vendedores de souvenirs y desde luego nada tiene que ver con lo que debía estar en la mente de Gaudí, que, por cierto, no dejó ningún documento gráfico ni ningún proyecto completo. Lo que se construye ahora es una majadería.

      Conozco muy bien los monumentos que citas: León, Burgos, Las Huelgas, San Isidoro y muchos otros de estilos antiguos (románico, gótico), son magníficos, auténticas obras de arte pero que siempre resulta difícil comparar con obras de otros estilos.
      A mí personalmente, me gusta el Renacimiento y la estatuaria griega; el románico me da miedo, el gótico me resulta ampuloso y con un cierto grado de pedantería, el modernismo, como todas las formas de romanticismo, lo rechazo porque obedece a la neuras personales del artista. En conreto el modernismo me parece empalagoso, parece una golosina para los paladares de los nuevo ricos.
      Saludos

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  4. Qué buena síntesis, con su distinción entre arquitectura y estética y ética. Yo también pensaba, a medida que al leer el texto me situaba por libre en aquellos tiempos, en la situación de las clases trabajadoras, en los residuos del esclavismo catalán por las Américas, que lo hubo, en los artesanos que iban siendo desplazados por la nueva industria, en los conflictos de clases, etc., bueno, ya sabes, bagatelas. Al final parece que el mensaje del Modernismo es eso: ahí nos tenéis, superando dificultades, obviando luchas de clases e imperando el poder de verdad. ¿Modelo para armar las reivindicaciones del posterior nacionalismo catalanista? Gracias.

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    1. Amigo Fackel. Está muy bien situarse en el contexto histórico en que se produce un determinado estilo artístico, aunque siempre corremos el peligro de caer en errores garrafales pues no toda la información que nos llega es de fiar, muchas veces está manipulada, y por otra parte, resulta difícil situarse en un tiempo y en un lugar en que se vivía en unas condiciones distintas a las nuestras. En tiempo del modernismo la esperanza de vida era casi la mitad de la nuestra, muchísimos niños no estaban escolarizados, las condiciones laborales eran pésimas, el trabajo infantil dotaba de mano de obra las fábricas textiles y se vivía en unas condiciones sociales que ahora nos resultan difíciles de asimilar.
      Es cierto que la industria y la producción seriada iba ocupando el panorama social y artístico, pero no me atrevo a decir que se desplazara aún a la artesanía, pensemos que en tiempo del modernismo la mano de obra era muy barata y los materiales, en comparación, eran muy caros, así por ejemplo no es de extrañar que los objetos y los detalles constructivos fueran muy elaborados pero siempre con un evidente ahorro de material (forjas muy labradas, dimensionados de estructuras con cuantías muy escasas de acero, espesores de vidrios muy reducidos, carpinterías muy trabajadas, auténticas piezas de artesanía y, en cambio, muy poca madera, etc). La artesanía fue muy importante en el modernismo. Ceramistas como Lluís Bru, ebanistas como Gaspar Homar, vidrieros como Antoni Rigalt, baldosas como Escofet, tapiceros, marquetería, joyería como Masriera, etc.
      No sé si el Modernismo puede ser modelo de alguna cosa, lo que no me cabe duda es que el Modernismo es una mina de oro para la industria turística.
      Salud

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  5. Una mezcolanza, a veces llamativa, de corrientes anteriores. Todo se había inventado ya.
    Saludos.

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    1. Amigo Cayetano, el Modernisme catalán es una forma más de un movimiento general que se dio en casi toda Europa, lo comentado: el Jugendstil en Alemania, la Sezession vienesa, el Modern Style con su Arts & Crafts en Inglaterra, el Art Nouveau en Francia, etc.
      Saludos

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  6. De arquitectura no puedo opinar con rigor. El intento de renovar el lenguaje poético y crear una poesía caracterizada por la perfección formal, la musicalidad y las imágenes insólitas me parece del todo loable.

    Huir del mundo real de vez en cuando es saludable cuando este resulta especialmente ingrato. Y sobre la idealización, ¿quién no lo hace con las cosas que estima?

    Me encantan Gaudí, Puig y Cadafalch, Elías Rogent, Lluís Doménech i Montaner, Santiago Rusiñol, Els quatre gats…
    Y en poesía, Manuel Machado, Alonso Quesada, Rubén Darío, Díez-Canedo, las Sonatas de Valle-Inclán...Raimon Casellas...Podría incrementar la lista.

    Insisto, valoro al Modernismo literario por la renovación del lenguaje que llevan a cabo.

    Saludos

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    1. Amigo Luis Antonio, aquellos artistas modernistas trabajaron duro y con un entusiasmo inusitado. Me he preguntado más de una vez de dónde salía aquella energía creativa y me cuesta aceptar que fuera la Renaixença el motor moviera aquel repertorio de formas. Más que a una ilusión nacionalista, lo atribuyo a la decadencia del romanticismo que recorría toda Europa.
      Creo que siempre idealizamos cuando perseguimos la trascendencia de ciertas cosas. En el arte ocurre, ya lo sabemos, pero a mí me parece que en este asunto hay que andar con pies de plomo, pues creo que corremos el peligro de caer en la melancolía.
      Los arquitectos que citas son faros que iluminan el panorama arquitectónico de principios del siglo XX, particularmente prefiero a Gaudí y Doménech i Montaner, no tanto a Puig y Cadafalch que lo prefiero como arqueólogo.
      En cuanto a los poetas, nada que decir, son una maravilla.
      Salud

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  7. Es verdad que el modernismo recuerda a un cuento de hadas,capricho de burgueses con ínfulas de modernidad. No hay que olvidar que todo creación está relacionada con su momento histórico, la industria iba a todo tren y el deseo de una ruptura formal en los arquitectónico, era un reflejo de la incipiente sociedad consumista y de manufacturas industriales. He de confesar que esa corriente ornamental y arquitectónica me atrae, me gusta contemplare esas galerías comerciales, sea en Milán, París o Viena, tan bien conservadas que invitan a imaginar otro mundo y otro tiempo.

    Abrazos

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    1. En efecto, Marga, capricho de burgueses que se deleitaban con las ondulaciones de un romanticismo tardío o con la melodía infinita de Wagner. Otros se encandilaban con Cesar Frank. Todo aquello era un entusiasmo de telares. A mí, me empalaga tanta curva y contra-curva.
      Cuando voy al Palau de la Música y veo aquellos caballos encabritados sobre el escenario o aquellas muchachas de baldosa troceada pienso que todo aquello va a ponerse en movimiento y acabará con la música toda, llorará Bach y Buxtehude, se acentuará la sordera de Beethoven y Purcell emprenderá a garrotazos contra todo quisque.
      Los arcos engreídos de Domènench i Montaner no podrán aguantar la acometida de la cabalgata de las Walquirias y todo se vendrá abajo.
      Abrazos

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  8. Bien poco se al respecto pero agradezco cualquier información. Tan solo que me atrae la interacción entre utilidad, ingenio y armonía espacial que introduzcan un factor luminoso natural dominante y a ser posible con optimización energética también de forma natural. Los igloos serían un ejemplo primitivo en su circunstancia. A partir de ahí solo me queda aprender pues mi ignorancia convencional al respecto no tiene límite. Es por ello que agradezco tanta información y me atrevo a comentar por aquí.
    También se que mi primer compañerito de pupitre a los 4 años fue un tal Paquito Partearrollo (colega tuyo de profesión, te sonará,) Mis primeras lágrimas de frustración escolar derramadas fueron al observar de soslayo su extrema facilidad para hacer palotes miéntras mi personita debía tolerar una enorme torpeza espacial al aprender a escribir. Quizá implicara cierta necesidad de ingenio complementaria que más tarde encontraría en forma marital pero referida a puentes, canales y caminos. Algo aprendí sobre resistencia de materiales!
    Un saludo.

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    1. Interesante tu comentario, por cuanto presenta una interacción que aspira a la luz. Precisamente este anhelo guio los lápices de aquellos modernistas, quiero creer que su empeño era conseguir que la luz inundara los espacios más que una apetencia épica. Este deseo de epopeya nunca me ha interesado ni en la arquitectura ni en casi ninguna otra expresión artística.
      No conozco a tu compañero de pupitre, dices que compartimos profesión y veo además que compartimos el nombre de pila.
      El conocimiento de la resistencia de materiales aporta un conocimiento de la realidad inusitado.
      Saludos

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  9. El modernismo pretendía librar a la humanidad de la presión traída por la técnica y detestaba la máquina. Una manera de ponerle puertas al campo, ya que la industrialización avanzaba a toda máquina a finales del XIX y era irreversible.

    Sin embargo, los fabricantes catalanes, que utilizaban ya esa maquinaria y explotaban miserablemente a los obreros en los telares, se hicieron construir ladrillo a ladrillo sus palacetes como casas de chocolate, únicamente para fardar, epatar al personal y que se viera quién era el amo. Por no hablar de los negreros, a los que también citas en algún lugar y que invirtieron ese dinero ganado de manera tan poco presentable en construir sus mansiones en Barcelona y por todo el Maresme.

    La arquitectura modernista, y más concretamente la catalana, tiene abundantes rasgos claramente reaccionarios y burgueses, teñidos en nuestro caso de una religiosidad lúgubre y "carrinclona" que me deprime un poco. Amigo Francesc, te agradezco mucho tu entrada, porque te atreves contra las "patums" de ese movimiento y así devienes en políticamente incorrecto una vez más; la prueba es que es difícil encontrar críticas serias sobre las obras arquitectónicas del modernismo catalán.

    Nadie puede dudar de que había buenos arquitectos, Gaudí y otros lo eran, pero debo reconocer que me gusta nada la Sagrada Familia —que me parece monstruosa (claro que lo que han hecho después de Gaudí, mucho más)—, el Palacio Güell me da miedo, detesto la ampulosidad de Domènech i Montaner, las fachadas de chocolate de Puig i Cadafalch, etc. Pero traen turistas, y bien que están muñendo la vaca por estos lares. Como señalas en una respuesta a Fackel: «No sé si el Modernismo puede ser modelo de alguna cosa, lo que no me cabe duda es que el Modernismo es una mina de oro para la industria turística».

    Pero en esos mismos años de arquitectura modernista, tan plagada de floripondios, surgieron obras que hacían pleno uso de una manera de construir lógica. Si me dan a escoger entre esos arquitectos que he citado antes y, por ejemplo, un coetáneo suyo como Adolf Loos, ni me lo pienso. Loos condenaba las invenciones originales, denunciaba la ornamentación como un agravio para economía de la construcción, niega la arquitectura que no sirva a las necesidades prácticas. Y, como arquitecto, elimina los floripondios, deduce la forma a partir de la función, está obsesionado por un empleo racional del espacio. Todo lo contrario de lo que hicieron los arquitectos modernistas...

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    1. Coincidimos, amigo Granuribe. Con el Modernismo hay una actitud muy generalizada de "papanatismo", parece que cualquier floripondio o cualquier baldosita troceada encandila a una población pamplinera e ilusionada.
      Salud

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