Lo
presuntuoso y la frivolidad invaden el panorama arquitectónico actual. Parece
que la crisis económica y la tensión social no haya afectado a ciertas
arquitecturas. Prevalece la vanidad del arquitecto de campanillas y del
promotor ufano de su poder económico.
Continúan
proyectándose edificios pretenciosos. La memez y la intrascendencia son los
cimientos de unas construcciones levantadas con la única finalidad de
constituirse como un reclamo publicitario.
Cabe
decir, sin embargo, que en todas las épocas históricas, una buena parte de la
arquitectura se ha levantado para servir de propaganda, pero actualmente no hay
ningún freno que detenga la vorágine publicitaria de la arquitectura. Cualquier
forma de composición ya sea arquitectónica o cinematográfica sirve para dibujar
el póster o el spot de lo fútil.
Los
papas de Roma utilizaron la arquitectura como signo de su poder terrenal
(arquitectura de la papada), las monarquías absolutas construyeron sus palacios
como expresión de su poder total, omnímodo y dogmático (arquitectura de la
peluca); pero tanto unas arquitecturas como otras –la papada y la peluca- se
veían sometidas a la contención del orden clásico. Los capiteles, las molduras
y las columnatas imponían su proporción y a pesar de la magnitud ufana de los
edificios, se conservaban unas proporciones que aún hoy admiramos.
Con
el fascismo italiano y con la arquitectura nazi nos encontramos otra vez con la
propaganda hecha piedra, pero tanto en los fasces como en las esvásticas, hay
una proporción siniestra que limita la composición arquitectónica y nos ofrece
una imagen de terror formalmente controlada mientras nos transmite un desprecio
atormentador. Despreciamos la arquitectura fascista y la del Tercer Reich, en
ellas hay terror incontrolado y volúmenes controlados al milímetro.
Pero
hoy la propaganda arquitectónica se ejerce sin órdenes clásicos ni
proporciones, la arbitrariedad y la frivolidad del diseñador no tienen freno
formal y tanto el arquitecto y como el promotor, se complacen viendo los
dibujillos previos y las construcciones después. Toda composición de fachada se
convierte en espectáculo, toda dimensión se justifica a partir de la vanidad
del promotor y de los dineros y ningún concepto
arquitectónico sirve para limitar tanto espectáculo.
Siempre que hubo ostentación, grandilocuencia y arte propagandístico, detrás había poder absoluto, crisis, guerra o fin de un ciclo. Para pensarlo un poco.
ResponderEliminarPronto desapareceré unos días para cambiar de aires y de hábitos.
Saludos, Francesc.
Amigo Cayetano, no desaparezcas, vete a descansar y continua después con el ánimo que te caracteriza. Que pases unos días muy felices.
EliminarUn abrazo
Pompa sin circunstancia. Y la cosa es que no hay sociedad que se escape de erigir edificios para demostrar su poder e influencia.
ResponderEliminarLa modestia y la obra funcional queda para la pobre gente, esos para quienes la vivienda es eso, lugar destinado a habitación, protección e intimidad.
Abrazos
Querida Amaltea, la utilización de la arquitectura como herramienta de propaganda al servicio del poder la hemos visto en casi todos los periodos históricos, muy especialmente cuando el poder es totalitario, en este caso la arquitectura se expresa con desproporción y monumentalidad -pompa y circunstancia-.
EliminarUn abrazo
Quizá por eso soy fan de la ermitas románicas.
ResponderEliminarAmic Miquel, no nos dejemos seducir tampoco por un estilo simple y tosco, allí también había propaganda y sobre todo una voluntad pétrea de imposición. En todos los periodos de la historia la arquitectura se ha utilizado como instrumento de propaganda.
EliminarSalud
Pues no me digas que las "magnas" obras del realismo socialista no se las traen...Adem´s convirtieron las estatuas en edificios de publicidad.
ResponderEliminarSí, amigo Fackel, tal como he dicho en comentarios anteriores, la arquitectura ha sido utilizada como una herramienta poderosísima de propaganda política, en los regímenes totalitarios esto se acentúa y alcanza niveles de adoctrinamiento.
EliminarSaludos
La arquitectura es un hecho cultural que refleja las condiciones y circunstancias bajo las cuales ha sido concebida. La calidad de la misma depende de los valores que una sociedad acepta y promueve.
ResponderEliminarSin duda, siempre ha tenido un fin publicitario, pero no todas las épocas han tenido el carácter globalizador de la actual...
Un abrazo
Sí, Luis Antonio, coincido contigo. La arquitectura es una de las bellas artes. Un arte funcional que proporciona cobijo y además expresa el estado de una sociedad en el tiempo y en el espacio.
EliminarLa globalización alcanza todos los rincones de la cultura, lo interesante es dar una buena respuesta que cumpla el anhelo y la necesidad humana.
Saludos
Publicidad, producto, desorden...¿a dónde va la arquitectura? Ay cuando las catedrales eran blancas...
ResponderEliminar¡Ah!, Jean, yo también me lo pregunto, y enseguida me tengo que responder: la arquitectura va allí donde vaya la sociedad.
ResponderEliminarSaludos