CABEZA DE SAN PABLO Juan Alonso Villabrille y Ron
El Siglo de Oro fue de
oro gracias a este dorado metal que iba llegando de las Américas. Se importó
metal y semillas y se exportó intolerancia. Con las riquezas
expoliadas floreció un arte robusto como las espadas y sufriente como los
condenados, irracional como los estigmatizados, intolerante como las
instituciones, cerrado como la mente de los que gobernaban y vigoroso como las
batallas que se perdían.
El arte expresó el trasiego de las ideas y los materiales. La escultura fue una
policromía de tallas ensangrentadas, la literatura una puesta en verso del
fanatismo, la pintura unas manchas preciosas en la oscuridad. Los artistas
fueron extraordinarios y dolidos, fueron unos grandes genios que tuvieron que
soportar la incomprensión.
De poco habían servido
las ideas humanistas del Renacimiento. Quitando a Garcilaso y sus sonetos y
también a Ausias March que escribió en catalán, aquí de Renacimiento al
"itálico modo" hubo muy poco. En un tris de silencio pasamos de la Edad
Media al Barroco. Con la Santa Inquisición, reforzada en Trento, fuimos de la superstición del medievo a un nuevo oscurantismo de extáticos
y místicos.
Garcilaso y Boscán
importaron las formas de quattrocento. Menuda balanza comercial, se importó el soneto petrarquiano y se exportó la neo-escolástica. Fue un desastre que se anotó en el balance maligno de la leyenda negra.
Las cambios bruscos, las transiciones sin embrague, los giros rápidos, me producen malestar.
ResponderEliminarQuizá por eso, por eso y por otros detalles, me gusta tanto el románico. Su temprano, su medio, su tardío ya mezclado con el gótico temprano...
Y es ese cambio tranquilo donde uno ve la evolución de la arquitectura y de los materiales, y los cambios generacionales que traen consigo ideas novedosas y pensamientos diferentes...
Un abrazote muy grande.
Miquel, el transcuso del arte medieval (románico, gótico) al arte del renacimiento fue, en España, muy traumático, estéticamente hablando, prácticamente fue un salto del gótico tardío al barroco, sin que a penas rozar las formas renacentistas.
EliminarUn abrazo
Poco Renacimiento tuvimos. También, poca Ilustración. Demasiada teocracia y un exceso de prebendas nobiliarias. Así nos lució y nos luce el pelo. De aquellos barros...
ResponderEliminarUn saludo, Francesc.
Amigo Cayetano, la teocracia pesó demasiado en el arte. A penas tuvimos renacimiento.
EliminarSalud
Estimado Francesc: El Siglo de Oro fue lo que fue gracias a escritores irrepetibles (desde luego, en absoluto intolerantes) como Góngora, Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Gracián, Tirso de Molina y un larguísimo etcétera. Si levantaran la cabeza no estarían muy contentos con esta injusta entrada tuya. Sabes que te sigo y comento muchas de tus entradas, pero en esta de hoy te has dejado llevar por un sentido crítico excesivo que cae en una generalización fuera de lugar a mi juicio.
ResponderEliminarQuerido amigo, dónde queda Fray Luis en tu texto, dónde San Juan de la Cruz, ¿acaso exportó intolerancia Juan de Valdés con su "Diálogo de doctrina cristiana" en esa Italia a la que tuvo que marcharse obligado por la intolerancia de la iglesia? ¿Dónde queda la prosa de Santa Teresa y la poesía de Aldana o la prosa del anónimo autor del Lazarillo?
Un fuerte abrazo y siento disentir del contenido de tu entrada, Javier.
Estimado Javier.
EliminarCoincido contigo en cuanto a la gran calidad de los artistas que adornaron con su áurea creación este Siglo Oro. No puedo dejar de admirar su arte y aquella creatividad que nos acercaron casi casi a la perfección. Pero bajo aquellas luces tan potentes se produjeron unas sombras inquietantes y ya sabemos que todo periodo histórico y toda actividad humana tiene sus luces y sus sombras y aquella edad dorada no fue una excepción, su excepcionalidad residió en el arte de aquellos artistas magníficos. Ellos no fueron los intolerantes, la intolerancia venía del poder político y eclesiástico. Admiro a Tirso de Molina, Garcilaso, al conde de Villamediana, a Góngora más que a Quevedo; admiro el teatro de Lope y el de Calderón, la obra de fray Luis de León algo más que la de San Juan de la Cruz cuya mística me inquieta. Y aunque me desagrada el Greco, admiro de modo superlativo Velázquez, pienso que fue uno de los mejores pintores de todos los tiempos, me gusta Zurbarán y Francisco Pacheco, Morales, Coello, Navarrete, etc. Repito que estos artistas no fueron intolerantes, pero cuando ellos dejaron su impronta, la Inquisición mostraba una cara amarga y la intolerancia se cernía sobre España.
Un abrazo
Si sacamos el oropel con el que se viste la Historia y, en concreto, la que es objeto de tu reflexión, queda la ganancia económica, pero fue escaso el beneficio cultural. La prodigalidad de los gobernantes, oro y plata para levantar varias naciones, no se aprovechó para cimentar una cultura de largo recorrido histórico.
ResponderEliminarAbrazos
Querida Amaltea, aquel metal dorado sirvió para poca cosa, desde luego que no sirvió para cimentar, como tú dices, una cultura de largo recorrido.
EliminarHa quedado, sin embargo, el beneficio de aquel arte magnífico.
Abrazos