Pájaros en un parque (1686)
Melchior van Hondecoeter
Los
Hondecoeter fue una familia de pintores flamencos que abarcó tres generaciones,
desde Gillis d'Hondecoeter (1575-1638), Gijsbert d'Hondecoeter (1604-1653)
hasta llegar a Melchior d'Hondecoeter (1636-1695).
El
arte de los Hondecoeter va desde el manierismo del Siglo de Oro holandés con
Gillis (que fue calificado de “maestro de los paisajes agrícolas"), hasta el
barroco animalista de Melchior van Hondecoeter que fue el más destacado de la
saga.
Después
de que el abuelo Gillis hubiera de huir, con su familia, de su Holanda
septentrional, perseguidos por la Inquisición española, se establecieron en
Amsterdam, donde pudieron desarrollar un arte libre en un ambiente de
tolerancia y en una sociedad más permisiva, donde las Cámaras de Retórica
fomentaban la literatura y el arte.
Eran
unos años de prosperidad, el comercio con las Indias Orientales florecía y se comía
bien.
Melchior
van Hondecoeter pintó animales, principalmente patos y gallináceas, ejemplares
apetitosos que luego iban a las cazuelas de aquellos miembros de las Cámara de
Retórica y de las Guardias Cívicas, todos ellos aficionados a la buena cocina y
a los libros de caballería y de moral.
De
las Cámaras de Retórica no salieron grandes retóricos, pero hay que decir que
en todas ellas se comía muy bien.
En
las paredes de los comedores de estas cofradías colgaban cuadros de los
Hondecoeter, especialmente de Melchior van Hondecoeter cuyas imágenes de
gallos, becadas, conejos y faisanes despertaban el apetito de los cofrades.
Los
retóricos flamencos comían finos arenques del Atlántico con cebollino y
tirabeques, disertaban sobre moral y democracia mientras devoraban ensaladas de
espárragos con salsa holandesa, tortas de cebolla y capones de Hertogenbosch. Eran
amantes de la pintura de interiores y tenían un talante condescendiente.
Mientras
observaban las aves pintadas por Melchior van Hondecoeter se deleitaban con los
mejores salmones de Renania que son los más esplendorosos y en otoño degustaban
un cocido con las mejores gallinas pintas, mientras comentaban las modas de las
gentes de Lovaina.
Cantaban
y comían. Alguno se atrevió a componer estrofas y sextinas pero no le salía
demasiado bien, pues sabido es que en los interiores holandeses se come mejor
que se rima.
Entre
canción y canción bebían vino del Rhin, vino blanco que ayudó a atemperar el
fanatismo puritano y permitió que los alegres retóricos contemplaran el barroco
animalista con ojos benevolentes.
Está tan bien explicado que ahora a los faisanes los miro con otros ojos...
ResponderEliminarsalut
Miquel, los mejores faisanes son los de Bois-Boudran, cebados con huevos de hormiga y criados en los trigales de Brême, lo dice Monsieur Montrachet. Los comían los magistrados de la Cámara de Cuentas de Ruán.
EliminarSalud
¿Faisanes cebados con huevos de hormiga? pues no quiero pensar en los recolectores, requisito sería el de buena vista y excelente pulso. Opulencia y afición a las inofensivas aves era el santo y seña de los Hondecoeter, por lo que cuentas.
ResponderEliminarQuerida Amaltea, aquellos recolectores trabajaban con lupa, estaban atareadísimos, ya que muchos de los retóricos flamencos sólo comían el cuello del faisán desperdiciando lo demás. Cocina opulenta: ensaladas abundantes, dorados salmones renanos, gallina con salsiff y "morchella deciosaa", pierna de ternera rociada con vinos del Rhin. Una exageración barroca que ya se intuía desde Rembrandt.
EliminarSalud
Hoy hemos perdido el culto a la comida: elaborada con su tiempo y sobre todo a las grandes sobre mesas :este es, el precio de la prosperidad: sí, hay muchos restauradores:pero es una cocina de vanguardia y poca en cuanto a fogones sí mucha alquimia que digo yo porqué estan todo el día transformando con unos precios de escándalo:cosa que solo se puede permitir unas pocas personas.
ResponderEliminarMi modesta opinion es qué: aunque sea una vez a la semana se tiene uno que deleitar con una mesa bien preparada y regalarse un poco el paladar.A mí; me relaja muchísimo cocinar pero con tiempo.
Unos bodegones preciosos: esta familia han creado escuela y encima de buenos pintores, buenos gourmets (cosa rara en la mayoría de artístas).
Feliz día Francesc.
Amiga Bertha, estoy convencidísimo de que la cocina es la segunda cosa más importante de nuestras vidas, me deleito ante una buena mesa, me gusta tanto preparar un plato como comerlo, me interesa la cocina sencilla, preparada con ingredientes frescos y de calidad, sin sofisticaciones y elaborada con cariño sin ahorrar ni tiempo ni esfuerzo en su preparación, considero que el tiempo mejor empleado es el dedicado al amor filial y a la cocina. Practico diariamente este placer del guiso, me gusta seleccionar los ingredientes y prepararlos. Creo que el goce culinario va ligado a la sensibilidad y por lo tanto relacionado con la creatividad.
EliminarSalud