La distribución de los
espacios de un edificio parece que sólo empieza a plantearse, como problema, a
partir del Renacimiento.
Antes del Renacimiento
de Brunelleschi la distribución de la planta ya sugería la organización
estructural. El espacio y la composición arquitectónica respondían de una
manera directa a la verdad impuesta por el sistema constructivo y por la
limitación de la resistencia de los materiales empleados.
La estructura, de forma muy especial, iba dictando cómo había de configurarse el espacio interior e incluso imponía el uso del mismo.
La estructura, de forma muy especial, iba dictando cómo había de configurarse el espacio interior e incluso imponía el uso del mismo.
Un sistema de empujes,
contra-empujes, contrafuertes y arbotantes impuso durante muchos siglos la
lógica del diseño arquitectónico. Todo era cuestión de controlar las fuerzas:
A todo empuje le contraponemos una masa.
Todo lo que empuja por el interior del edificio se contrapesa en el exterior del mismo. Si dentro de la nave hay imágenes de santos y mártires, en el exterior colocamos gárgolas espantosas y monstruos bicéfalos.
Contra los empujes de las bóvedas interiores colocamos los arcos arbotantes exteriores.
Todo lo que empuja por el interior del edificio se contrapesa en el exterior del mismo. Si dentro de la nave hay imágenes de santos y mártires, en el exterior colocamos gárgolas espantosas y monstruos bicéfalos.
Contra los empujes de las bóvedas interiores colocamos los arcos arbotantes exteriores.
Si las bóvedas de dentro se ornamentan con ángeles y serafines, en los
arbotantes exteriores colocaremos demonios y dragones como contrapeso.
La lógica estructural
de las arquitecturas anteriores al Renacimiento, no es más que un trabajo de ir
disponiendo el pedrusco adecuado en el lugar preciso y conseguir con ello una
organización espacial que, debido a su monumentalidad, provoque miedo y sometimiento.
Así dispuesto el espacio, en el interior de los templos se produce una catarsis y algún mareo. A esto también contribuye el efecto del incienso y de los cirios encendidos.
El espacio interior de la nave y los sermones desde el púlpito, cuyo eco rebota en las paredes y vitrales, no contribuyen a la reflexión ni a la racionalidad, sino más bien al furor místico o algo así.
De aquellas iglesias me preocupa la reverberación de los sermones y el monolitismo y el grosor de sus muros. Y de las sedes corporativas de las grandes multinacionales me preocupa su furor tecnológico y su ostentación.
Así dispuesto el espacio, en el interior de los templos se produce una catarsis y algún mareo. A esto también contribuye el efecto del incienso y de los cirios encendidos.
El espacio interior de la nave y los sermones desde el púlpito, cuyo eco rebota en las paredes y vitrales, no contribuyen a la reflexión ni a la racionalidad, sino más bien al furor místico o algo así.
De aquellas iglesias me preocupa la reverberación de los sermones y el monolitismo y el grosor de sus muros. Y de las sedes corporativas de las grandes multinacionales me preocupa su furor tecnológico y su ostentación.
Celebro, sin embargo,
que aquel monolitismo hiciera que unas grandes arquitecturas perduraran y
celebro que el furor tecnológico y la ostentación de los edificios corporativos
no sea otra cosa que una fragilidad manifiesta.
Si, es cierto. A toda acción...reacción.
ResponderEliminarSalut
Sí, Miquel, es un principo newtoniano.
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Como diría mi admirado Michaleen Flynn, "homérico...". Abrazos.
ResponderEliminarSupongo, querida Salomé, que te refieres a las cíclopeas construcciones aqueas.
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Como siempre, Francesc, tus conclusiones arquitectónicas ¿solo arquitectónicas? son brillantes. Pequeñas píldoras que le llevan a uno a re-pensar, a recapacitar, a considerar constantemente las aportaciones de la humanidad. De todos modos, habría tanto que hablar de las catedrales...esas ciudades-mundo que con el sobrenombre de ciudades de Dios lo que expresan son precisamente las ansias de ir siempre más allá de los humanos. Todo un simbolismo en ellas y la técnica para canalizarlo. ¿Qué fue primero?
ResponderEliminarNo estaría mal agrupar este tipo de entregas y apartarlas para configurar uno de esos libros tuyos a los que nos tienes acostumbrados. Adelante.
Un abrazo.
Amigo Fackel, muchas veces, las piedras me provocan más reflexiones que los seres humanos.
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Así es la lógica del poder, Francesc, desde antes de que se estableciera, literalmente, cualquier lógica. Lo que han ido madurando, a través de los tiempos, es su perfectibilidad; o, si prefieres, su virtuosismo redentor de pecadores, del tipo que estos sean.
ResponderEliminarY así hemos llegado hasta aquí... empujando.
Un abrazo
Sí Javier, ni más ni menos, esta es la lógica del poder, ellos contrarrestan cualquier empuje colocando el pedrusco adecuado.
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Durante la Edad media había una auténtica obsesión por ese tema de los empujes y los contrarrestos. Tenían un miedo cerval a que las construcciones se cayesen, cosa que ocurría con cierta frecuencia sobre todo durante los primeros siglos. Y ello condicionaba la luz y las mentalidades. ¿El Románico es hijo del oscurantismo medieval? ¿O el oscurantismo medieval se nutre a su vez del Románico? Causa y efecto en reciprocidad. Cuando ese problema técnico se resolvió, el centro de atención se desvió hacia otros aspectos, como bien señalas.
ResponderEliminarUn saludo.
Amigo Cayetano, en la Edad Media se resuelven las estructuras mediante muros de carga y cubiertas abovedadas, en el románico y en el gótico se hacen trabajar todos los elementos constructivos a compresión de manera que a mayor peso mayor es el espesor de los muros aunque en la Baja Edad Media se van adelgazando las paredes gracias a la bóveda de arista y concentración puntual de los esfuerzos de compresión, esto permite ya abrir grandes ventanales donde colocaran los magníficos vitrales que tanto nos gustan, es una búsqueda de la luz, se trataba de llevar la luz del exterior al interior de los templos, donde parecía que reinaba la oscuridad del espacio y la palabra. No fue hasta el Renacimiento que se adoptaron sistemas arquitrabados, recuperaron el dintel clásico y la luz del humanismo entró en los templos.
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Para reflexiones, el techo del duomo di Milano, un precioso bosque de piedra.....IMPRESIONANT.
ResponderEliminarSaludos.
Amic Dapazzi, el Duomo di Milano es una sinfonía de contrafuertes, la cubierta es muy pesada y gracias a la filigrana de los arbotantes es ve grácil como una puntilla de encaje.
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