jueves, 14 de junio de 2012

Richard Strauss

Preludio Festivo op. 61
Richard Strauss

Una de las más arduas tareas que hubieron de afrontar los músicos de la primera mitad del siglo XX fue su salida airosa del lenguaje romántico. Manteniéndose dentro del lenguaje tonal y sin pisar los territorios del dodecafonismo, la tarea no fue fácil, máxime para aquellos autores cuyo espíritu estaba acostumbrado a la luz brumosa de los bosques centroeuropeos o para aquellos otros taciturnos que tras la ventana no divisan otra cosa que no sea la niebla del norte.

Richard Strauss, tras haber viajado a Italia y posteriormente a Grecia, Egipto y Sicilia (1892-93), inundado por la luz del Mediterráneo, afrontó con mejor predisposición la dura tarea de dejar sobre el pentagrama unos compases claros que se alejaban del maremágnum del romanticismo y con motivo de la inauguración, en 1913, del Konzerthaus de Viena, Richard Strauss escribió el Preludio Festivo, Op.. 61.

El músico expone cada frase como si fuera un texto grabado en una losa de granito, ligando con mucha inteligencia el discurso con una melodía de trazo largo que se apoya con motivos de fanfarria.

Strauss, con esta opus 61, se opone al cromatismo oriental de la danza de Salomé.

La simplicidad de la armonía del Preludio Festivo se puede entender como si fuera una especie de homenaje al clasicismo vienés.  Sin embargo, en algunos compases parece deducirse un halo romántico como una leve referencia de los Maestros Cantores que Strauss dispone a modo de homenaje a Wagner.

El Preludio Festivo está enfocado como si se tratara de una nueva apertura para la Consagración del Hogar de Beethoven, con características straussianas que podemos apreciar en los acordes abiertos del órgano y con las amplísimas polifonías que parecen, más bien, melodías concretas de carácter ampuloso, monumental con toques de lirismo ajardinado, como si de unos mayestáticos jardines colgantes se tratara.

Con todo este material ¿podemos deducir del Preludio Festivo op. 61 un cierto carácter babilónico?

11 comentarios:

  1. Yo creo que no podemos deducir ninguna huella mesopotámica, la obra de Strauss carece de los rizos y tirabuzones que encontramos en la barba del toro alado.

    J. Aubert

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    1. Ayyy mí Ur de Caldea, ¿ quién lo habría de decir que hoy te leyera por estos pagos ?...A lo referente a las huellas, no soy quien. No estoy preparado para la respuesta...pero seguiré leyendo a ver si hay alguien con alguna aportación que me/nos oriente...salut

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    2. Miquel, yo creo que es muy difícil encontrar huellas mesopotámicas en Strauss, cuando he planteado lo del caracter babilónico ha sido sólo un guiño referido al color de los jardines.
      Salud

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  2. Saludo con agradable sorpresa esta reflexión musical, que desde la filosofía de la música (recordando a Adorno y a Eugenio Trías) es decir, obviando el paso por la historia del arte, que obviamente sitúa a Strauss sólo en un lugar de la historia; estoy contigo Francesc. A mí la música de Richard Strauss me produce un cierto mareo de babilonio en Babelia, y quiero decir con ello, no se me confunda, que ese carácter ampuloso y recargado sin duda es deudor de un romanticismo que tuvo una influencia muy poderosa. De las nieblas bismarckianas a las clarividentes notas del ser y el tiempo heideggeriano, median estos ampulosos argumentos sonoros que cuelgan en el jardín del lirismo clásico. Disculpa, quizá reflexión se exceda, pero la pregunta era muy sugestiva.
    Un afectuoso saludo
    Manuel

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    1. Amigo Manuel, su música está muy influenciada por Wagner, pero hace un esfuerzo de componer esta opus 61 con gran simplicidad armónica, que por otra parte puede recordarnos ciertas estructuras belcantistas.
      Salud

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  3. Solo sé de Trías, de su Adorno, de sus límites, de su música y de su trascendencia. Salud.

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    1. Lamarderemuée, el afán de trascendencia parece perderse en esta su música más meridional.
      Salud

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  4. ¡Alegre y milagrosa transformación! ¡Epifanía musical!

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    1. Querido Manuel María yo creo que las visiones de los campos de olivos provocaron la transformación.
      Salud

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  5. ¡Ay ba, ay ba, ay babilonio qué mareo!
    La corte del faraón y Ciro, de Rossini es lo que se me ocurre cuando oigo la palabra babilonia. No me atrevo a imaginar qué evocación histórica le inspiró, quizás soñó con Nabucodonosor.

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  6. Querida Amaltea, parece que aquella Babilonia ha inspirado a muchos autores, también recordar a Verdi cuando compuso Nabuco (su coro "Va pensiero" es una maravilla). En cualquier caso yo no creo que Strauss se sintiera atraído por la estética mesopotámica.
    Salud

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