Versalles. Fachada con vistas al jardín
El equilibrio, la armonía de las proporciones y el concepto nuclear del arte del Renacimiento recibieron un duro golpe. El martillo de la Contrarreforma destruyó el orden riguroso del Humanismo. El arte de Brunelleschi, Piero della Francesca, Masaccio, Botticelli, Rafael, Da Vinci, Miguel Ángel… sufrió el mazazo inclemente de la intolerancia trentina.
A pesar del empeño dogmático, gracias a cierto conocimiento de la fisiología y gracias al rigor que exige la arquitectura, algunos artistas consiguieron que el orden y el equilibrio se mantuvieran en pie.
Precisamente gracias a su conocimiento fisiológico, los más sensatos sabían que los estigmas que aparecían en las palmas de las manos de algunos místicos eran un espectáculo esotérico de celdas monásticas. Incluso algún artista no dudó en poner en evidencia las estigmatizaciones bajo la iluminación de unos rayos terribles que caían espectacularmente del cielo. Este fue el caso del joven Gian Lorenzo Bernini que evolucionó desde el manierismo que había aprendido de su padre hasta un barroco depurado.
Bernini quiso superar la idea neoplatónica y para ello se agenció de mallos jesuíticos, exageró la retórica, los ropajes y las filigranas y, con todo este material, atenuando la expresión, dispuso bajo unos rayos de oro el Éxtasis de Santa Teresa que es una muestra de exudación.
El cálculo y la geometría impusieron su rigor para que las obras se sustentaran. El espacio arquitectónico parecía disolverse en las aguas de la ornamentación, pero las cúpulas y los paramentos de los palacios tenían que mantenerse a flote y guardar el equilibrio.
Debido al empeño estructural y a la gracia de la expresión, los artistas del barroco consiguieron ciertas obras notables. Se mantuvieron los órdenes clásicos.
Aquellos arquitectos barrocos fragmentaron los frontones, pero supieron poner el orden dórico en la planta baja y encima el jónico y más arriba el corintio. Ganaron en elegancia y perdieron en definición espacial.
Está claro que el ademán de Francesco de Layolle, que fue maestro de música de Benvenuto Cellini, y paseó por los palacios de florentinos es distinto al de Françoise Couperin que andaba meditabundo por los pasillos de Versalles y por las arquitecturas de Louis Le Vau o de Jules Hardouin Mansart.
Más adelante nos encontramos con mazazos de intolerancia en casi todos los periodos del arte. En el siglo XX y en lo que llevamos del XXI, los ataques al arte son habituales: desde el totalitarismo ruso, nazi, franquista a los fundamentalismos islámicos o a la imposición de las leyes del mercado global, o las ideologías ramplonas "romanticoides" que se caracterizan por un puritanismo que atenaza el libre pensamiento de cualquier artista, etc. El caso es que el martillo no cesa y además, ahora disponemos de martillos neumáticos cuya eficacia es tremenda.
Te leo y me parece estar viendo a Bernini en su atelier.
ResponderEliminar¡Qué horror todos esos fundamentalismos de gente ignorante, envidiosa, y bruta que destruye el arte"
Un abrazo, Francesc
Regreso al mundo de los blogs
Es un horror, Myriam, esta gente con un mazo en la mano y con la intolerancia en su cabeza son capaces de arrasar cualquier obra humana.
EliminarAbrazos
El msrtillo de la ibtolerancia nunca ha descansado. Siempre ha estado acechante esperando el momento propicio. Somos más destructivos que constructivos, más trogloditas que seres civilizados.
ResponderEliminarUn saludo, Francesc.
Es constante, destrucción, intolerancia, incultura.
Eliminar¡Uf, terrible, con lo que cuesta levantar algo!
Saludos
No se porque, estoy pensando en la destrucción de los budas por parte de los talibanes en Afganistan.
ResponderEliminarUn martillo de proporciones gigantescas.
Un abrazo
Sí, Miquel, la barbarie se ha cebado con las esculturas, ahora continúan, tenemos ejemplos muy cercanos.
EliminarUn abrazo
Tus textos, enseñanzas magistrales.
ResponderEliminarMuchas gracias
Amigo Luis Antonio, no creas, sólo son unas opiniones más o menos apresuradas, sin ninguna pretensión.
EliminarAbrazos
Buena parte de las ramas artísticas se han desarrollado desde una situación conflictiva; el equilibrio ideal entre la funcionalidad y la estética.
ResponderEliminarEn la destrucción del arte sus instigadores han pretendido buscar, entre otras cosas, el efecto simbólico de aniquilar el espíritu de un pueblo, esa suerte de “Volksgeist” que dicen los alemanes.
Lo paradójico es que el arte siempre ha suscitado un clamor minoritario, asunto de cuatro despistados, pero devastar el arte es devastar, en cierto modo, el alma del pueblo que es cuna de la obra. Digamos que ese alma del pueblo pasa por su legado histórico-cultural, así que destruir aquello que se perpetúa allende los tiempos y la geografía, el arte, es sepultar simbólicamente la esencia de una época.
El arte tiene una dimensión universal, pero su apreciación es residual, o directamente indiferente al pueblo llano, esto es ahora y fue mucho antes; en la antigua Grecia los artistas se dolían del escaso aprecio hacia el valor de su obra por parte del pueblo (inmerso en sus asuntos más terrenales), y no pocos intelectuales de antaño; “Herodoto y Tucídides describen los materiales preciosos pero no las obras que enriquecían. Píndaro elogia a los atletas victoriosos pero no los monumentos erigidos para perpetuar su fama, Aristófanes cita a ciudadanos de todas las profesiones –músicos, poetas, luchadores, políticos- pero nunca artistas. Ninguno de los grandes oradores áticos hasta Demóstenes y Esquines muestra el menor interés por el arte y los artistas”. (Nacidos bajo el signo de Saturno, Rudolf y Margot Wittkower), de ello hay historiografía.
La culta Grecia era cosa de unos pocos, no así el renacimiento italiano, con una sociedad mucho más culta (salvando obstáculos, contextos) que aquella, aunque sometida al caprichoso gusto de las grandes fortunas, generosos mecenas.
Lo incongruente es que siendo asunto minoritario, tenga hoy tantos enemigos acechando, desde los puristas occidentales de lo políticamente correcto a los fundamentalistas islámicos.
Bueno, creo que ya he soltado mucho rollo.
Abrazo, amigo Francesc.
Esta es la cuestión, amigo Paco, los totalitarismos han atacado el alma del pueblo, tal como tú dices. Cargándose el arte se cargan la expresión de la historia, de la historia que ellos pretenden sustituir.
EliminarSi el artista sabe dar a su obra una magnitud universal, que vaya más allá del terruño cercado y de los provincianismos, será fuerte y resistirá los embates del fanatismo. Cuando se dan estas características, el arte adquiere la dimensión de lo clásico.
Aquellos artistas griegos que se lamentaban del poco interés que suscitaban sus obras, han conseguido que su arte perdure a pesar de las diatribas de Demóstenes. Los artistas de Quattrocento han dejado una huella indeleble a pesar de “il bruciamento delle vanità” de Savonarola. Todos, con su arte, han conseguido que recordemos el “alma del pueblo” mucho mejor que cualquier discurso exaltado.
El martillo ha hecho mucho daño y hoy acecha de nuevo. Nos invade un puritanismo inexplicable, una desidia que no tiene sentido y rebeldes sin causa rompen y opinan como energúmenos para justificar sus fechorías.
Como decía Horacio, el artista debe empeñarse en levantar
“una obra más perenne que el bronce,
más alta que el túmulo real de las pirámides;
no podrán destruirla ni la voraz tormenta
ni el fuerte Aquilón, ni la innumerable serie
de los años con que se escapa el tiempo.”
Exegi monumentum aere perennius
regalique situ pyramidum altius,
quod non imber edax, non Aquilo impotens
possit diruere aut innumerabilis
annorum series et fuga temporum.
Un abrazo.
"Quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini" dicen que se decía en la Roma de la época en referencia al Papa Urbano VIII, benefactor de Bernini. Esta frase bien pudiera aplicarse a algunos "artistas" actuales. El barroco nunca me ha terminado de gustar, en muchos casos esta todo muy "amontonado", todo visto desde la perspectiva de un vendedor de camiones que actúa como mero y desinformado espectador, claro.
ResponderEliminarUn saludo.
Amigo Daniel, el barroco fue un instrumento que utilizó el Concilio de Trento para machacar la racionalidad del arte renacentista.
EliminarCurvas y contracurvas, ornamentos, frontones quebrados, ideas pesadas e intolerantes machacaron el arte de la razón. El barroco fue un martillo contra el arte.
Está claro que no soy un defensor del barroco, más bien me molesta, pero debo destacar un aspecto positivo: supieron mantener los órdenes clásicos de la arquitectura.
Hay un barroco que aplasta, así, literalmente. Gravita sobre lo que tiene debajo.
Vemos cómo las paredes románicas, en el caso de la basílica de San Isidoro de León o renacentistas como en la catedral de Valladolid, han de soportar la gravedad de las molduras barrocas. Cargas que transmiten de forma inmoderada su peso sobre lo existente.
Es el arte de la contrarreforma que se sobrepuso encima de los muros románicos, sobre paramentos góticos y, especialmente en España, gravitó sobre el arte de renacimiento.
El barroco pesó con voluntad de aplastar, con intención de apisonar, con un deseo obstinado de pisotear, con ganas de arrugar, moler y triturar todo lo que tenía debajo, con afán decidido de acabar con toda idea que no comulgara con el dogma de Trento. Veamos la Torre de la iglesia de San Bartolomé (Carmona) o el Ayuntamiento de León.
Las piedras barrocas, comprimen y deforman la armonía de la razón, despachurran y deterioran aquellas arquitecturas de la inteligencia que se levantaron con cálculo y tino.
Sin embargo, las piedras levitaron gracias a la música, gracias a Bach, Händel, Vivaldi… la belleza de sus armonías y contrapuntos barrocos consiguieron que pudiéramos resistir a tanto desaguisado trentino.
Saludos
Simplemente citar, ante un tema tan complejo y exhaustivo, un libro que recomiendo. "La edad de la penumbra. Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico". Autora Catherine Nixet. Editorial Taurus.
ResponderEliminarEn él se ve cómo los fanáticos de la cruz no eran muy diferentes a los talibanes de ahora. El triunfo posterior nunca fue tanto de las ideas como del Poder. Pero ya digo que el tema da para mucho estudio y seguramente debate. Pero todo hay que saber, porque nos han contado siempre la versión de los victoriosos.
Amigo Fackel, el año pasado leí el libro de Catherina Nixey. Describe muy bien cómo fueron aquellos tiempos la violencia que ejercieron los cristianos contra el mundo clásico. El ataque contra Palmira y en general contra imágenes y templos ya desde tiempos de Constantino y que fueron especialmente violentos en tiempos de Teodosio, es un pasado negro que no difiere de la barbarie que ejercen los regímenes totalitarios de hoy y que ejercieron en el siglo XX. Todo esto nos recuerda episodios actuales en los que hemos podido ver en directo la barbarie de hordas de fanáticos que destruían todo lo que no fuera como ellos creen que debe ser el mundo, un territorio limitado por su fanatismo.
EliminarEs una barbarie que no cesa. La religión ha jugado un papel clave en la destrucción y la violencia. Lo que vemos hoy en la intolerancia del islam es un recuerdo de lo que hizo el cristianismo en las cruzadas y anteriormente contra la cultura clásica.
Sobre este tema se ha escrito mucho y aún da para muchísimo más. Solo he puesto un brevísimo apunte.
Abrazos.
Por desgracia, los iconoclastas han existido desde el principio de la historia.
ResponderEliminarÚltimamente han substituido los martillos por artillería pesada ( los Budas de Babi Yar ), pero el espíritu es el mismo, borrar todo lo que nos molesta del pasado, aunque sea a cañonazos.
Sí, Rodericus, este es un mal endémico.
EliminarAhora tenemos más poder de destrucción y podemos hacer más daño con menos tiempo, no falta el armamento y la intolerancia.
Saludos