jueves, 5 de septiembre de 2019

Museos y grandes almacenes


 UNA DE LAS CARAS OCULTAS DE LA EXPOSICIÓN “LA CARA OCULTA DE LA LUNA.
Arte alternativo en el Madrid de los 90s”
Joaquín Ivars, 2018

El concepto tradicional de museo como espacio de exposición de obras de arte está actualmente en franca decadencia.

No hablo de la exigüidad museística de mi ciudad, Barcelona, donde aquí lo que brilla es la pura miseria, es un panorama vacío que no merece ningún interés. Me refiero a las infraestructuras culturales que representan los museos y me refiero a las propuestas y actividades que estos realizan.

Los museos con sus operaciones de marketing y con la publicidad de sus exposiciones temporales rivalizan con las ofertas de los grandes almacenes comerciales.

Cuando “ya es primavera” organizan una exposición de campanillas y cuando llegan los calores, montan unas veladas estivales nocturnas con glamour que incluyen canapés de diseño.

Así, poco a poco, el arte se banaliza y se va envenenando con la ponzoña del gran aparato comercial.

Los recorridos por las salas de los museos siguen la ruta marcada por los tours operadores. Señalan qué obras hay que contemplar y lo demás, no existe.

El museo se ha convertido en un establecimiento fashion donde el influencer de turno pueda hacerse un selfie ante la Gioconda o las Meninas, siempre que las manadas de turistas se lo permitan.

¿Qué puede ofrecer el museo en la actualidad? Compite con desventaja contra la oferta de los grandes almacenes, estos ofrecen un sinnúmero de objetos perecederos, vajillas, trapos de cocina, cachivaches electrónicos y modelitos de lencería selecta, mientras que el museo ofrece la contemplación de unas obras que, en el mejor de los casos, solo tienen algo que decir a los pocos que son felices y que ya saben de qué va la cosa, pero a los muchos desgraciados a los que la fortuna les ha sido adversa, el museo es para ellos una casa de citas de pijitos, empollones y turistas.

Las sutilezas y los refinamientos que el arte “elevado” asegura ofrecer no son más que un distanciamiento, una misteriosa frialdad que les ofende.

13 comentarios:

  1. Don Manolo Reguera, me enseñó a visitar los museos. O por pintor, o por época, y a lo sumo, por temática.
    Ya en aquella época, hace más de trenta y cinco años, nos comentaba que los museos iban perdiendo calidad a medida que se banalizaban los contenidos a base de hacerles fotos y hacer ver "que se ha estado allí".
    Hoy es imposible ver un museo como "Dios manda". Y Dios manda a) un silencio sepulcral; b) la ausencia de cámaras, con y sin flasch; c) las explicaciones a manos del inexperto de turno queriendo aparentar lo que no sabe "a viva voce".

    Por lo demás convengo en lo expuesto y no ha razón a contrargumentar el contenido.

    Un abrazote

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    1. Amic Miquel, he puesto este texto tal como escribí hace unos 4 o 5 días, confirmo los que he escrito después de visitar ayer el MACBA con cierta esperanza, en este museo de campanillas me encontré un erial artístico espantoso, aquello es un museo desgraciado, una bella pieza arquitectónica que parece caída del cielo en medio de olores de marihuana y orines, en su interior, en el interior del MACBA, hay un vacío tristón y una creatividad artística lamentable.
      Por cierto, la escultura de Oteiza que hay en el exterior del museo esta hecha una pena, el vandalismo la estropea, la llena de grafitis y de orines, parece que el Ayuntamiento o el museo han desisistido de su cuidado, creo que ahora la mejor solución sería retirarla de este esplazamiento exterior y ponerla dentro del museo, y en su lugar, en el exterior, poner una escultura de estiércol en homenaje al incivismo y la salvajada.
      Abrazos

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  2. Con tanta barra metálica retorcida pensé que el museo andaba en obras. Luego vi que no. Me imagino que esto tendrá su público. Sobre gustos...
    Un abrazo, Francesc.

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    1. Sí, Cayetano, esto tiene público, naturalmente, son los compradores de chatarra, es un público interesado, sobre gustos...
      Salud

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  3. Tenemos que incentivar esta idea que nos dices, Francesc.
    El lunes pasaré a hacerle unas fotos al meadero/escultura dejado de la mano de Dios y abandonado a su suerte.
    Un abrazo

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    1. Miquel, hagamos un llamamiento para que cuiden esta escultura de Oteiza y, si puede ser, que la pongan a resguardo del vandalismo.
      Abrazos

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    2. La escultura es de 1998, de Jorge Oteiza, se llama "la ola" y es una pena que se estropee por culpa de esta ola de salvajismo que lo inunda todo.
      Fue una donación del artista y así se lo agradecemos, meándose encima unos incívicos y pintando unos grafitis asquerosos. La incultura está haciendo mella.
      Salud

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  4. Antes de leer vuestros comentarios, jamás pensé que ese aglutinamiento de guardarraíles viejos, deteriorados, pudieran ser las pinceladas de una obra de arte, en fin "de gustibus non est disputandum"
    Hace no mucho publiqué una foto de una serie de maderas de distintos tamaños sujetas con dos abrazaderas de plástico marrón, las había confeccionado para que me sirviesen de cuña durante la reparación de un mueble de casa, al pie de la foto informé al “personal” de que se trataba de una escultura que había comprado en ARCO, Feria de Arte y no solamente nadie lo puso en duda, sino que se hicieron comentarios de su belleza.
    Franscesc, he respondido a tu comentario en mi blog. Gracias.

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    1. Amigo Juan José, parece que la crítica de arte se haya vuelto loca. Se otorga la consideración artística a cualquier ocurrencia, más o menos graciosa, de alguien mentalmente ocioso.
      Yo soy un admirador del quattrocento italiano y de todo el renacimiento en general, naturalmente también admiro otros movimientos artísticos donde hay una voluntad estética evidente, pero me cuesta mucho entender las últimas manifestaciones "artísticas", donde hay más argumento que forma, ya decía Hegel que el predominio del concepto sobre la forma es, ni más ni menos, que la muerte del arte.
      Muchas gracias por tu comentario. Ahora voy a tu blog.
      Saludos

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    2. Cuando sale este tema, recuerdo siempre el cuento de El traje nuevo del emperador -de Andersen-, ese que solo pueden ver las personas inteligentes. Aunque el hombre va desnudo, nadie se atreve a decirlo por temor a que lo llamen ignorante. También recuerdo El retablo de las maravillas, de Cervantes.

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    3. Sí, Cayetano, nadie se atreve a decir que hay mucho engaño. Hace falta una crítica valiente.
      Saludos

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  5. Entiendo e incluso participo de algunas de tus críticas, pero no dejo de preguntarme: ¿qué hacer con los museos?

    Buen sábado.

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    1. Amigo Fackel, creo que ni a ti ni a mí nos corresponde dar la solución. Hay especialistas expertos que podrían dar soluciones magníficas, estoy convencido que la solución no la dará ningún personaje colocado a dedo que esté obligado a seguir consignas políticas, tampoco la dará ningún político interesado en crear nuevas "estructuras de estado" ni surgirá una solución eficaz que no siga criterios culturales. Por otra parte creo que la exigüidad de la creación estística actual no favorece la existencia de tanto museo.
      Por lo tanto creo que habría que cambiar la función de estos edificios. Ya te digo que no me corresponde dar soluciones, pero apunto algunas que puedo entender desde la planificación urbanística o arquitectónica: podrían convertirse en almacenes cualificadísimos para preservar la memoria artística, convertirse en centros de estudio e investigación artística o científica. Convertirse en geriátricos, que buena falta hace a nuestra sociedad envejecida; convertise en viveros de empresas, unos adaptarlos para residencias de estudiantes o apartamentos y muchos
      se podrían derribar y recuparar el espacio urbano.
      Salud.

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