Eduardo Chillida
Un Minotauro acecha
en cada laberinto. Entre presencias y ausencias establece un juego de espejos
para confundirnos. Apela a la belleza y a fe que nos confunde:
paisajes
conmovidos y joyas efímeras;
otoños
de metal y fuegos de oro;
bocas
enardecidas y calles de magnolias;
bellísimas imágenes
que calladamente palpitan en la mente como las “noches santas”.
Toda belleza se nutre
del trompe d’œil.
¡ Qué gran verdad ¡. Un Minotauro acecha en cada laberinto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Salut
Amic Miquel, además el Minotaura adopta diversas formas, se adapta al medio, al engaño y se matarmofosea. Utiliza el ardid y el camuflaje, si conviene se ilumina con luces de neón o adquiere las formas más bellas para seducir. Es un espanto. Muchas veces juega al juego del trompe d'oeil.
EliminarSalud
Así perecen tantos en su estrategia. Y lo peor: que unos siguen a otros guiados por la necedad y la adoración a lo vano.
ResponderEliminarQuerido Fackel, la necedad parece no tener fin, el tonto útil se mueve contento, convencido de que es útil pero que no es tonto; de esta candidez se sirve el Minotauro.
EliminarSalud
Muy interesante.
ResponderEliminarSalut
Gracias Andri, celebro tu visita.
EliminarAbrazos
Por eso necesitamos siempre un hilo de cordura que nos conduzca por el camino incierto y engañoso.
ResponderEliminarCada uno tenemos nuestro particular laberinto con Minotauro incluido. El mío me salió antitaurino y vegetariano en su mitad animal. La otra mitad, la humana, es amiga de todo tipo de fiestas y ama la carne.
Un abrazo, Francesc.
Amigo Cayetano, creo que el arte y la razón tranzan un hilo muy eficaz para huir de la trampa que Dédalo nos tendió y escapar del acecho del Minotauro.
EliminarUn fuerte abrazo
Es verdad, la ilusión anida en la belleza, sin esa percepción "optimista" decae el sentimiento de emoción artística.
ResponderEliminarQuerida Amaltea, a veces pienso que el Minotauro se cubre con la piel de la Belleza. O, ¿será al revés? ¿Será la Belleza un Minotauro?
EliminarAbrazos