El
Crystal Palace diseñado por el jardinero Joseph Paxton (1803-1865) para la Gran
Exposición Universal de Londres de 1851 fue un espacio público real, pero de
concepción utópica. Su estructura de acero y sus cerramientos de cristal
configuraban un volumen transparente, casi etéreo, ilusorio y artificial, algo
así como las convenciones sociales que nos protegen de las inclemencias de la
convivencia.
Paxton
proyectó un espacio cerrado y cubierto desde el que se podía contemplar el
espacio descubierto en toda su extensión urbana.
Aquella
arquitectura de invernadero, síntesis arquitectónica de la Revolución
Industrial, con sus cerramientos de cristal se convirtió en un símbolo de
modernidad y su transparencia en un ideal de civilización.
Algunos
espíritus progresistas admiraron la obra de Paxton y otros, la vilipendiaron.
Dostoyevsky, este escritor que narra historias de criminales, aborrecía la
armonía de la transparencia, en sus Memorias
del subsuelo afirma que el ser humano "prefiere el caos y la
destrucción antes que la armonía artificial que simboliza el palacio de
cristal".
La
transparencia se entendía como un triunfo de la razón y de la limpieza. Más tarde, limpiando también,
habría de venir Adolf Loos con su afán de criminalizar el ornamento.
Heidegger
en El origen de la obra de arte (1935-1937)
afirma que el arquitecto debe producir un “esguince” en la textura del mundo y
esto lo consiguió Joseph Paxton construyendo, como no se había hecho
anteriormente, una limitación del espacio interior de la forma más sutil y
efectiva gracias al acristalamiento de paredes y cubiertas. Creó un calvero, un
claro en medio del bosque y de la totalidad, como ya lo había conseguido el
templo griego donde naos y pronaos se rodeaban con una teoría de columnas
creando un espacio de transición. La columnata es el “esguince” en la textura
del mundo, donde el arte se muestra tal como es: un auténtico artificio.
Marx
admiraba la obra de Joseph Paxton, al que consideraba el creador de un
determinado tipo de nuevo espacio público: la
transparencia.
Fue, según cuentan las crónicas, el asombro y una verdadera atracción de visitantes.
ResponderEliminarDe las bondades arquitectónicas no opino, pero un edificio de esas dimensiones y de tal estructura, significaba un desafío para la época. Me parece una preciosidad y en una ciudad, como era el Londres neblinoso de esa época, un necesario y agradecido culto a la luz.
Un abrazo
Querida Amaltea, el Crystal Palace es un auténtico hito en la historia de la arquitectura, supuso un avance técnico importantísimo en cuanto a la utilización de las estructuras metálicas, con el uso de perfiles de acero se consigue un menor espesor de vigas, pilares, arcos, etc. esto permite disponer de vanos más amplios y así los espacios son más diáfanos y la entrada de luz es mayor que en los edificios contruidos con estructuras de piedra o fábrica de ladrillo. Una exigencia de luz justificada en países septentrionales, justifica también el uso de este tipo de estructuras. Paxton lo resolvió magnificamente.
EliminarAbrazos
Es curioso, tu que res un racionalista de peso y un antimetafísico natural que, para realzar la obra Paxton nos retrotaigas a Heidegger, el más metafísico de los filósofos.
ResponderEliminarSalut
Ahhh, el palacio me gusta, pero las obras de hierro y cristal no son mi fuerte.
Un abrazote muy grande.
Amic Miquel que cite a Heidegger no significa que comulgue con su metafísica, del mismo modo que he citado a Dostoyevscky al que considero un autor desquiciado o el propio Marx cuya obra no he conseguido acabar de leer. Me interesa el concepto de brecha y textura que enunció Heidegger, creo que explica muy bien la relación entre un edificio de vidrio con su entorno urbano.
EliminarAbrazos
El cristal y el acero revolucionaron en su día el concepto de arquitectura. Los promotores de la innovación iban por delante estéticamente de la mayoría de la gente común. Siempre pasa. El día en el que Eiffel levantó su torre le llovieron críticas, como le llovieron chanzas a los primeros impresionistas o al que diseñó el Centro Pompidou. Pasa siempre. Luego la gente se acostumbra al cambio.
ResponderEliminarUn abrazo, Francesc.
Amigo Cayetano, la arquitectura de acero y vidrio tiene ya una larga tradición, Paxton, Violet-le-Duc, Effiel, Torras y una lista de arquitectos que van desde mediados del siglo XIX hasta el higth-tech actual.
EliminarLa gente se acostumbra a todo, llegan a aceptar incluso las perforaciones en la cara y la comida basura.
Abrazos
Me gusta la transparencia en todos los sentidos. Aunque depare sorpresas...no siempre gratas.
ResponderEliminarUn abrazo
Amigo Luis Antonio, a veces pienso que un exceso de transparencia va contra el confort. agradezco la transparencia de algunos espacios públicos.
EliminarDetesto la opacidad del románico y admiro el afán estructural del gótico para dotar de más luz las naves de las catedrales.
Admiro el reparto equilibrado de luces y sombras de la arquitectura clásica, no me gusta el claroscuro que se produce en los interiores barrocos. Aborrezco el gusto por lo oscuro, por las ruinas y las grutas de los románticos.
De los masones puedo admitir cierta intimidad de sus logias, no así la intimidad forzada de los espacios sádicos, no me gustan las sombras de Piranesi.
No me gusta nada la tétrica luz mortecina de los interiores modernistas, son fríos y recargados. Los vitrales les interesaban más como objeto artesanal que como elemento de control lumínico. Ni el modernismo ni la Sezession prestaron atención al confort ni a la luz, se preocuparon por el adorno, por los dragones y los elfos.
Admiro, aunque no siempre comparto, el anhelo de transparencia utópica de los primeros racionalistas, Bruno Taut, Enrich Mendelsohn, Max Taut, los tres expresionistas.
Creo que los arquitectos de la Bauhaus solucionaron muy bien el control de la luz, aunque sus propuestas son válidas en las latitudes septentrionales, pero fracasan cuando se aplican en los edificios mediterráneos.
La buena -solo la buena- arquitectura tradicional ha logrado un equilibrio confortable de la luz que incide en el interior de las casas, sin embargo, muchas veces, lo único que consigue es una cierta tristeza.
La arquitectura contemporánea acierta controlar la luz y alcanza un cierto confort, pero es a costa de un dispendio monumental de energía, es insostenible. Tenemos mucho que recorrer.
Un abrazo