El arte románico no tiene voluntad estética, sólo se
interesa por la salvación del alma, no le importa lo humano, ni la
naturaleza, ni la realidad de la materia.
El arte románico y en especial la escultura es ajeno a la
constitución humana. A pesar de su dureza levita sobre los problemas del
hombre, no le interesa su dolor ni el drama del vivir. La única vida que le
importa es la que desconoce, la que supone que existe en el más allá.
Las esculturas románicas son hieráticas, son la expresión
de un cansancio sordo, o mejor dicho, de una fatiga producida por la inacción
vital. Es aquel desfallecimiento persistente que entumece los miembros como en
una duermevela, cuando la mente vaga por
los desiertos del sueño cuando aún no hay sueño.
El escultor románico (artesano del formón y del cincel)
trabaja el madero o la piedra mientras un “daimon” le sujeta las manos, es el
infortunio, el miedo al fuego eterno. La inacción y el miedo producen una
escultura átona y extremadamente dura.
Cuando las manos están sometidas por el terror del fuego eterno no puede haber creación artística. El arte no tiene cabida en el territorio del miedo, en todo caso, una cierta artesanía más o menos apreciable.
Cuando las manos están sometidas por el terror del fuego eterno no puede haber creación artística. El arte no tiene cabida en el territorio del miedo, en todo caso, una cierta artesanía más o menos apreciable.
Sin embargo, en los siglos oscuros del medievo encontramos
algunas esculturas refinadas. Jamás desapareció el recuerdo del Ática, pero a
la vista de las tallas de leño o de granito, contemplamos cómo aquel recuerdo
está en las manos del artesano, no en su mente, ésta discurre por las
cavernas del Infierno, escalando las esferas del Purgatorio o ansiando los
círculos de los ángeles del Paraíso.
Cumple tan solo una función didáctica: meter el miedo en el cuerpo a los pobres mortales para que se resignen, no pequen, no pongan en entredicho el orden establecido y se aseguren una plaza en el cielo que desde el púlpito les prometen. Siempre que sale el tema de la iconografía románica, recuerdo el impacto estético y emocional que tuvo en un joven monje Adso la contemplación de la terrible portada de la abadía, con sus arquivoltas y jambas llenas de avisos y amenazas.
ResponderEliminarUn saludo.
Amigo Cayetano. Metían miedo a los pobres mortales. Los clérigos, como talibanes gritaban desde el púlpito, los sermones rebotaban contra los muros, los colores del románico agrandaban el terror y las esculturas permanecían hieráticas. No me extraña que el pobre Adso quedara patidifuso o turulato. Salud.
EliminarSin embargo, la belleza de algunas de sus obras, dirigidas por el "daimon" pero cinceladas por el artesano, son sin parangón.
ResponderEliminarTodo el Vall de Taüll influidos por la Lombardía es un ejemplo, y no me limito a la arquitectura, no; es la escultura a la que me refiero.
Supongo, no lo se, que como en todo, hubieron escultores que rompieron la barrera de lo estrictamente religioso, y paulatinamente, eso si lo se, fueron poniendo movimiento a la forma, de manera que lo hierático dejo de serlo.
Un abrazo
Amigo Miquel, las iglesuelas de la Vall de Taüll me provocan miedo. Cuando las veo me entran ganas de acompañar a Cesar en la conquista de las Galias.
EliminarLa arquitectura, la escultura y la pintura románica carecen de voluntad de arte, eso que Alois Riegl denomina Kunstwollen.
Cuando la escultura dejó de ser hierática, dejó de ser escultura medieval; cuando se recuperó la voluntad de arte, abandonamos la oscuridad y el arte renació.
Un abrazo
Ay, Francesc, no creo que la escultura románica se reduzca tanto a lo que dices. Ni siquiera creo que haya una sola escultura románica ni un solo tiempo del románico. Y pienso en el Pórtico de la Gloria, en el claustro de Silos o en Antelami en Parma. No les veo tan ajenos a la constitución humana ni tan carentes de estética. Otra cosa es que el peso de la fiereza dogmática esté ahí, en poder de los que pagaban a los artistas, constructores y artesanos. Pero ojo, que la verdadera fiereza vino después, de la mano de Bernard de Claraval y su látigo eliminando iconografías a troche y moche. ¿Y qué te parece el escapismo de muchos tallistas rurales capaces de representar escenas sexuales abiertas tales como contemplamos en iglesias de Palencia o de Cantabria? ¿Les interesaba solo la salvación del "alma"?
ResponderEliminarHabría mucho que comentar sobre la escultura románica, ¿no crees? Me has picado, fíjate que siempre me fascinó, deben ser residuos de mi infancia parcial abulense. Pero es un tema muy interesante para prospectar en los sistemas de imágenes y su uso para doblegar y mantener en el redil a los súbditos de cuerpos y "almas".
Amigo Fackel, el medievo jamás tuvo voluntad de arte, la expresión plástica era simbólica, su función era la pedagogía del dogma. Las arquivoltas, los miniados, los repujados en las arquetas, los capiteles, todo servía para transmitir un mensaje al pueblo que no sabía leer ni escribir. Las pinturas y las esculturas venían a ser lo que ahora son la multitud de imágenes publicitarias, las pantallas de TV y la prensa actual y como ésta, con la voluntad de transmitir e imponer el mensaje de los que mandan, que en aquel tiempo era la iglesia.
EliminarBien es verdad que algunos artesanos, sin voluntad de trascendencia, esculpieron imágenes que se apartaban del dogma, pero esto no les concede valor artístico; será escapismo, pero en sus tallas, la voluntad de arte estaba ausente.
Coincido, con algún reparo, en que el Pórtico de la Gloria, el claustro de Silos o el Antelami en Parma no son tan ajenos a la constitución humana, puede ser que impresionen por el peso de la historia o incluso por su monumentalidad, pero sí que digo que en ellos la voluntad estética es tan escasa que a mi modo de ver brilla por su ausencia. Este es mi reparo. Puede ser que el escultor procurara hacer un buen trabajo como lo hace un buen alfarero o un buen orfebre, pero de eso a la “nobleza” entendida en la forma que la definió Vasari o como la perseguía Cimabue, hay un buen trecho.
Sí, ya sé que la verdadera fiereza vino luego, con el románico tardío y en pleno gótico, ya sé que Bernard de Claraval repartió latigazos, pero esto es algo que no quita ni pone proporción ni armonía. Lo que era dogma petrificado continuó siéndolo, atento sólo al símbolo.
La estética de la Edad Media se fundamenta en la concepción semítica de Salomón: fallax gratia et vana est pulchritudo (falsos son los encantos y vana es la belleza)
La estética medieval se sustentó en la filosofía neoplatónica del primer cristianismo. He aquí alguna de las afirmaciones de aquellos pensadores:
Orígenes: La búsqueda de Dios es un camino estético
Tertuliano: La naturaleza es obra de Dios y la cultura es creación del Diablo
Tertuliano: El arte es una expresión del mal
Pseudo Dionisio: La belleza está en los atributos metafísicos de la trascendencia, la belleza está fuera del objeto.
Pseudo Dionisio: El único y exclusivo objeto del arte es acercarse a la belleza perfecta, a Dios.
Salud
Impecable, amigo Francesc. Aunque podríamos seguir con el tema.
EliminarLa belleza es rebelde a las ataduras doctrinales.
ResponderEliminarIncluso el temor al infierno puede ser un acicate para burlar lo prohibido y crear un destello que deslumbra porque transmite, no el catecismo, sino el genio de quien creó la obra.
He sentido ese pálpito muchas veces mientras contemplaba un capitel con la piedra medio comida o los aleros de Frómista, por ejemplo, ese bestiario mágico que nos habla de aquello innombrable solo disponible para los que saben ver.
Abrazos
Querida Amaltea, el arte se ha nutrido del arrebato y de la rebeldía, una pugna contra el dogma, muchas veces. Coincido contigo, el artista reacciona y esculpe, pinta o compone.
EliminarEl ejemplo de los aleros y los capiteles de San Martín de Tours de Frómista pueden ser un buen ejemplo de una voz enrabiada y petrificada.
Produce admiración incluso emoción, a mí me producen también miedo. Otra cosa es la voluntad de arte. Como dice nuestro amigo Fackel, hay mucho que hablar de todo esto.
Un abrazo