lunes, 11 de marzo de 2024

Paisaje


Cuando contemplo el paisaje, siempre busco la presencia humana. Los campos cultivados, los caminos, alguna construcción o puente, etc. aborrezco el paisaje natural virgen y abrupto. 

No he estado nunca en una selva ni lo deseo y no me gustan los desiertos, una vez me adentré en uno de ellos y aquella experiencia me valió para confirmar mi aversión a los espacios naturales desérticos.

Soy un "urbanita", me gustan las ciudades y las plazas duras como la de San Pedro del Vaticano, la plaza del Campo de Siena o la de San Marco de Venecia.

Veo en las acumulaciones geológicas la huella de cataclismos. Las únicas montañas que me agradan son las que carecen de barrancos profundos, las que tienen sus cumbres más o menos horizontales y me gustan aquellos montes que parece que los hayan depositado sobre la tierra como hace un pastelero cuando deposita la repostería selecta sobre una bandeja.

El paisaje que me gusta es el productivo. En él encuentro una normalidad de formas que tranquiliza, no hay monstruos que se escondan en las cavernas ni cascadas estruendosas.

Me gustan aquellos árboles frutales que son como semáforos, con unas ramas de frutos rojos y otros que aún están verdes. Me gustan los campos cultivados que parecen polígonos y las espigas en movimiento que parecen los tules de un pase de modelos de alta costura.


18 comentarios:

  1. El paisaje, con presencia humana, suele mejorar... Eso creo también.
    Un saludo, amigo

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    1. Amigo Ildefonso, siempre busco la huella y del trabajo del hombre.
      Saludos.

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  2. Comparto parte de tus gustos, aunque no hago ascos a parajes naturales.
    También soy de campos cultivados, espigas al viento, surcos uniformados, bancales trabajados y arboles en flor.
    Me gusta que vayas puesto un vestido como obra de arte.
    La Pepita, trabajó para Santa Eulalia y Pertegaz, y me enseñó a mirar los vestidos como obras de arte.
    Mi preferido, Balenciaga. Un genio.
    Mi modelo como tal , Pitita Ridruejo, sabia llevar un vestido y lo hacía lucir.
    Un abrazo

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    1. Amic Miquel ya sabes que me gustan las ciudades, en cuanto al paisaje natural prefiero aquellos que no tengan grandes accidentes orográficos y no me gusta la espectacularidad salvaje de la naturaleza.
      Te recomiendo el libro "Alta costura" de Florence Delay, junto a Balenciaga o Pertegaz, Zurbarán no se queda atrás.
      Abrazos.

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  3. También soy, como bien sabes, de gusto urbanita en el comportamiento y recorrido cotidiano. Pero en la supuesta naturaleza solitaria que no es virgen aunque sí abrupto, y en tantos lugares modificada por mano humana, a veces hay que buscar huellas de transeúntes o de sedentarios desaparecidos. Permanecer en una naturaleza dura, al estilo anacoreta, no es fácil para nadie. Está muy bien el diálogo idealizado con la naturaleza, de modo pasajero, pero el diálogo hay que mantenerlo, no obstante el precio que pagamos por ello, con nuestros semejantes humanos. Y el diálogo con los espacios creados por los hombres ya llena y enseña y produce placer. Sea San Marcos de Venecia, la Signoria o la Plaza Mayor.

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    1. Amigo Fackel, la naturaleza salvaje me asusta y me agobia, siempre creo que me puede soltar un huracán, una erupción volcánica o un terremoto, la naturaleza es inclemente.
      Puedo emular al Wanderer, iba sólo por el campo pero recorría caminos trazados por el hombre.
      Salud.

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  4. Por cierto, el Libro de los colores, de Pastoureau, es interesante y sugerente.

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  5. La naturaleza emerge de manera virulenta en lugares abandonados por el hombre, antiguas minas o fábricas, pueblos enteros... Son lugares enmarañados con una gran riqueza medioambiental, dicen, en los que el mundo natural campa a sus anchas, sin control alguno. Está bien eso, pero prefiero la naturaleza dominada, cuidada con esmero, las perspectivas que ofrecen los campos cultivados, los viñedos en línea o los árboles con los frutos en su sitio, no tirados por el suelo. Me gustan los jardines neoclásicos, bien organizados, y los horizontes abiertos, lugares donde el sol sale pronto y se pone tarde. Los acantilados abruptos y las altas cumbres, para verlas de lejos. Jamás he escalado ninguna, pero sí me gusta pasear por un Moncayo otoñal.

    Aunque nunca estuve en San Marcos, y bien que lo lamento, si he disfrutado de la plaza el Campo de Siena, la unidad que aportan sus edificios en un plano irregular, o la de San Pedro del Vaticano, con sus majestuosas perspectivas del barroco berniniano. En España hay muchas que me emocionan, bastantes de ellas muy modestas, con soportales bien dispuestos, incluso en pueblos pequeños. Pero siempre ha de existir un orden y un equilibrio. Si no es así ya no me interesan; la plaza de España o la de Sants, en Barcelona, sin ir más lejos.

    Un abrazo.

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    1. Amigo Gran Uribe, la naturaleza salvaje me asusta, creo que cuando estoy buscando la presencia humana es como si buscara una complicidad.
      El mejor ejemplo de naturaleza dominada son los jardines. De todos ellos prefiero el jardín italiano, aunque no detesto el barroco de tejos recortados.
      En España también encontramos plazas preciosas, como por ejemplo la de Salamanca y la de Valladolid. La plaza de Sants es una especie de porquería estropeada, inhóspita, un ejemplo de arquitectura que se proyectó como una abstracción vanidosa y que acabó como una abstracción deteriorada.
      Salud

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  6. Caminar por el macizo del Garraf,asomándose al golpear de las olas del mar,con el olor del tomillo y el romero,es uno de los mayores placeres,da igual que lo compartas o que vayas solo,con tus pensamientos.
    Saludos

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    1. Amigo Car res, en el Garraf siempre podemos encontrar la presencia humana. Es placentero el paisaje del Garraf, sus aromas, sus vistas al mar, su luz, el rumor cercano de las olas...
      Saludos.

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  7. Todo tiene su encanto y depende de tu estado de ánimo y cómo te sientes en según que paisajes, desde luego describes preciosos los montes pasteleros y los campos con espigas, construyes imágenes preciosas ; ) A mi tampoco me gustan los paisajes desérticos, es lo único que excluyo, conocí varios, desde los pies del Teide y su paisaje desértico lunar al Sáhara y no soy capaz de encontrarle esa paz en su inmensidad que les tribuyen, me producen desolación, necesito el verde y las ondulaciones orográficas, tampoco me gusta nada la planicie castellana, tan lineal y monótona, salvo las noches de verano por sus inmensos cielos estrellados, son maravillosas, ahí el cielo es mucho más grande jajaja pero al contrario que tú, soy más de naturaleza, que urbanita. Me agobia el cemento, el tráfico y además me pierdo al doblar una esquina, de hecho necesito irme, lo hago siempre que puedo. Soy de bosques y de costa, el mar en todas sus formas me gusta, me parece curativo, nada más reconfortante y relajante que perder la mirada en su horizonte o hipnotizarte con las olas, es casi la misma sensación que cuando escuchas el viento entre las hojas de los árboles en un bosque o te adentras en la espesura rodeada de troncos gigantes cubiertos de hiedra y caminas a sus pies sobre el musgo, como que te conviertes en hormiguita.. todo eso meencaanta. Mil gracias por tus pasiajes, un beso!

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    1. Mí María, el estado de ánimo condiciona la contemplación, pero esto es recíproco, delante de un paisaje solitario o salvaje, mi ánimo se desanima.
      Cuando contemplo la suavidad de las laderas junto al mar, estos pequeños cerros que parecen tocinillos del cielo o una tarta Sacher depositada un poco más allá, mi ánimo se siente tranquilo. La ciudad, nos puede parecer cruel, sí, pero los suelos no están enfangados y no hay mosquitos ni culebras. Cierto que en la ciudad nos cruzamos con algún energúmeno o algún monstruo de carne y hueso de esos que tienen mucho músculo y poco seso, pero no quiero imaginarme que en el monte me encontrara con el rey-ogro de la montaña -ahí pienso en el rey de la montaña de Peer Gynt de Grieg, que aunque me gusta mucho, su ritmo no es nada relajante.
      Ah, eso de convertirme en una hormiguita me horroriza, ja, j@, ja.
      Abrazos mil.

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  8. No soy urbanitas ,
    de resto coincido
    contigo en todo.

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    1. Amigo Orlando, creo que si todos fuéramos "urbanitas", no habría nadie en el campo. Es como las playas desiertas que están desiertas porque nadie quiere ir a ellas.
      Salud.

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  9. Salvando algún que otro matiz que comparto, parece que aquí caminamos en direcciones contrarias.
    Sí, admiro el arte y la belleza de esas ciudades antiquísimas a los pies del Mediterráneo que he visitado y disfrutado, pero me ocurre justo lo contrario que a ti, si tú puedes disfrutar la Naturaleza en pequeñas dosis, de forma medida y controlada, eso mismo me aplico yo para disfrutar de la ciudad.
    Y me atrae la naturaleza espectacular, será que en este asunto de la naturaleza versus ciudad, en mí destaca más lo tosco y primitivo del escandinavo, que la elegancia y sofisticación del mediterráneo, bueno, uno no es perfecto…
    Así que gustarme la ciudad, poco. Soy urbanita por deformación no por devoción.

    Cierto que la naturaleza salvaje es hostil y peligrosa, pero en muchos aspectos la gran ciudad es tan salvaje o más que la naturaleza indómita, uno puede morir incursionando en el Amazonas y también cruzando los pasos de cebra de Madrid o Barcelona; actividad de alto riesgo (en Madrid han muerto dos personas en la última semana cruzando pasos de cebra, como quien muere en la montaña, claro).
    A las culebras del campo no les interesamos, nos ven y huyen despavoridas, pero los “culebras urbanos” (amigos de lo ajeno) sí tienen un enorme interés en el urbanita, y no solo no huyen de ti, sino que van a tu encuentro.

    Algún paisaje domeñado por la huella del hombre tiene su pase y me gusta, pero también busco estar en la naturaleza para no ver la huella del hombre, que en su obsesión no deja espacio libre sin “huella”, tanto es así que la han dejado hasta en la Luna.
    Pues eso, que no está de más que los seres civilizados se queden tranquilitos y no vayan plasmando su huella y dejando baldosas en todo lo que les rodea, y dejen que la naturaleza sea eso mismo; naturaleza (“naturaleza sin huella, o si sello de patente…), y me dejen disfrutar de la naturaleza sin casitas solariegas, puentes de bella factura y otras tecnologías pretéritas o modernas, que de cementos, semáforos, ruidos, humos y congéneres ya voy sobrado cada día.

    Lo mejor es que cada uno tenga la posibilidad de disfrutar de lo suyo, quedémonos con eso.

    Salud, amigo Francesc, y disculpas por este "testamento", jeje.

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    1. Amigo Paco, ese "testamento" tuyo no necesita de ninguna disculpa, es perfectamente civilizado, tanto, tanto como un un jardín versallesco.
      Yo soy "urbanita" por formación y por vocación, yo creo que los mosquitos ya lo saben, pues cuando voy al campo no cesan de picarme, parece que se empeñan en echarme.
      Un abrazo

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