De niño, siempre
me llamó la atención que, en los comercios de venta de aceite a granel, se
vendiera también jabón. Bajo el rótulo de “Aceites y jabones” se ofrecía toda
clase de detergentes, jabones en polvo, en pastilla o en escamas y, además, aceite
comestible.
Sí, lo supe más
tarde, el jabón no es otra cosa que el resultado de la saponificación de
algunos aceites. En clase de química ya me lo explicaron:
grasa + sosa
cáustica → jabón + glicerina.
A pesar de las
explicaciones del profesor, siempre sospeché que en las trastiendas de aquellos
comercios se escondían unos aceites secretos, a saber:
Aceite
de demencia. - Se ha encontrado en frascos de boticario en el
asilo de Charenton, donde fue internado el Marqués de Sade.
Aceite
del juicio invertido. - Se conserva una jícara de este aceite
en la farmacia imperial de Rabat. Fue utilizado como bálsamo en las casas de
salud donde se internaba a los beréberes locos.
Aceite
del pecado. - La Sagrada Congregación de Ritos del Vaticano
proporcionó unos centilitros de este aceite a la Commissione Torinese, sagrada
institución que analizaba los procesos canónicos que se sobreseyeron en la
región de Turín durante el periodo comprendido entre 1790 y 1832. Este aceite
se utilizó para ungir a los miembros de la Commissione, para apartarlos de los
deseos humanos y para penetrarlos con la fuerza divina. Cabe considerar que el
efecto de este aceite es parecido al de la vacuna, contiene sustancia de pecado
en pequeñas dosis y preserva a las almas de máculas eternas. Por miedo a que la
pequeña dosis maligna no les contaminara de pecado, la Commissione se dispuso a
recibir el aceite después de celebrar una ceremonia de preservación de la fe
delante de la Sábana Santa.
Aceite
de razones y monsergas. -
En los archivos de los juzgados de Estambul y de Nápoles se conservan
frascos de este aceite sumario. El doctor Saray de Esmirna asegura que el
aceite de alguno de los frascos conservados en Estambul es de finales del Imperio
Romano de Oriente, de la época de disputas entre azules y rojos del Imperio
Bizantino.
Aceite
de las lechuzas perdidas. - Se trata del aceite que los
franciscanitos de Fiésole colocaban en cráteras de cerámica para alimentar a
las lechuzas florentinas que volaban desde el río Arno hasta el convento.
Conocido es el cuidado y el amor que los franciscanos dispensan a todas las
criaturas de la naturaleza. Aún se conservan siete ánforas de este aceite.
Aceite
del circunloquio. - En Israel lo usaban para testimoniar
una alianza secreta. Alguien lo ha relacionado con algún pacto divino o con la
alianza entre Dios y un determinado pueblo que, por el hecho de ser elegido, lo
faculta para estar por encima de los demás.
Aceite
de la vileza numeraria. - Es un aceite que fue usado en
transacciones comerciales de esclavos. Se transportaba desde las costas del
golfo de León hasta Guinea en barcas de mesana.
Aceite
de la cobada. - En el bajo Aragón lo usaban para untar al marido
de las parteras. Después de que la madre pariera, el padre de la criatura se
ponía en manos de las vecinas suplicando ungüentos y friegas en el miembro
viril y en las sienes. Este uso del aceite fue prohibido por la Iglesia.
Aceite
de la carne descuartizada. - Es el aceite que algunas parroquias de
Levante exigían como tributo que debía pagarse por cada animal sacrificado en
domingo o en fiestas de guardar.
Aceite
del azufre meloso. - Nadie ha podido precisar su color: amarillo
verdoso, oro quemado o ámbar gualda, es como paja líquida o como champán
viscoso, parece néctar leonado. Tiene una viscosidad indeterminada y cambiante
según la estación del año. Se consumía el día del Sábat de Vallgorguina, cuando
las brujas se preparaban para la danza macabra del plenilunio.
Qué recuerdos. El aceite a granel de esas tiendas de ultramarinos donde te envolvían el bacalao en papel de estraza y el dependiente o el dueño con el lápiz en la oreja.
ResponderEliminarSaludos, Francesc.
Amigo Cayetano, aquellos recuerdos son muy gratos para mí. Mi infancia estuvo beneficiosamente marcada por aquello.
EliminarUn abrazo
Muy bueno todo el diccionario que nos brindas. Capítulo aparte el aceite de hígado de bacalao con que nos amenazaban de niños si no comíamos y el aceite de ricino que no amenazaban sino que aplicaban las malas hierbas franquistas a sus víctimas.
ResponderEliminarAmigo Fackel, a pesar del mal sabor, el aceite de hígado de bacalao fue muy baneficioso para aquella generación.
EliminarAbrazos
Me encantan estos nombres tan barrocos.
ResponderEliminarEl de la vileza numeraria es sublime.
Amic Miquel, sospecho que hay aceites secretos, muy secretos cuya existencia y uso nos podrían horrorizar. No me hagas demasiado caso, pues de ellos tampoco sé nada pues son secretos. Ja, ja, ja.
EliminarAbrazos
A ver si encuentras por ahí aceite salvífico neuronal, el apropiado para templar los nervios y aclarar el juicio.
ResponderEliminarAbrazos
Ay, no sé, querida Amaltea, no sé si existe un aceite de estas características. Si existiera alguna sustancia con estas propiedades seguro que se trataría de un algoritmo no aceitoso.
EliminarAbrazos