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Autodestructivos, malditos, nihilistas y heterodoxos
Les portes de Linares -fragment III-
Jordi Benito
Existe una apiñadura o conjunto de artistas insurgentes que con su obra
muestran su vocación subversiva y plantean una revolución contra toda norma
establecida ya sea una regla formal o una pauta argumental.
Sin hacer distinciones de matiz, solemos meter en el mismo saco a autodestructivos, malditos, nihilistas y
heterodoxos, y los encajonamos en la amplia categoría de “los malditos”. Un
solaz donde cabe la transgresión, el grito, la voluntad de mostrar el mal y de
desquiciar al prójimo.
Sus obras presentan aspectos de gran creatividad. De ellos admiro
su postura radical y transgresora, pues estoy convencido de que la historia del
arte es la historia de la transgresión.
Como admiro también la gran creatividad de los otros artistas más "modositos" que, lejos de toda heterodoxia, su actitud vital es constante y rigurosa y que demuestran una
radicalidad artística que también desborda la norma.
Lo que da el sello de heterodoxia es, pues, una actitud de posición y
de comportamiento personal, más que de planteamiento artístico.
Entre los autodestructivos, malditos, nihilistas y heterodoxos
encontramos quien se ha cortado una oreja, quien se bate en duelo por una
bagatela, quien se autodestruye con el opio o quien se atraviesa la palma de la
mano con un punzón. Está el pendenciero que busca camorra, el que hace de la
suciedad una norma de vida y el que baja al infierno para injuriar a la
belleza.
Junto a los sensatos Horacio, Dante, Bach, Della Francesca, Miguel
Ángel, Bramante, Le Corbusier, Maragall, Machado, Mompou y Miró cuya
obra es crítica y radical, encontramos a Cellini, Caravaggio, el Marqués de
Sade, Baudelaire, Edgar Allan Poe, Rimbaud, el conde de Lautréamont, Artaud,
Burroughs, Bukowski, Jim Morrison, Jordi Benito y Leopoldo María Panero.
Los unos y los otros han dado obras de gran transcendencia en la
historia del arte, han supuesto siempre una apuesta por la modernidad, han
inspirado los movimientos sociales ante las crisis morales y políticas, han
criticado el orden caduco y todo esto con independencia de su
comportamiento y de su urbanidad.
Siempre hemos pensado que los “malditos” eran unos seres que hacían lo
que les daba la gana y así, con esta facilidad, iban produciendo su obra
artística. Sin embargo, lo cierto era que detrás de su ligereza de proceder
escondían un trabajo ingente y durísimo que llegaba a matarles. Su
comportamiento los mataba y su trabajo ingente también.
En mi opinión, detrás de su actitud rebelde, la obra de los artistas “malditos”
alberga, en su interior, dos -al menos dos- microorganismos patógenos:
la
vanidad y la moralina.
La obra de los artistas malditos se desenvuelve entre el dolor y la
desesperanza, el bien y el mal mezclados, la confusión de los límites y la convicción
de ruptura de los mismos.
Su obra plantea la reforma moral de la sociedad y creen que así
desquician la vida del mundo, y están convencidos de que su obra
derrumba los cimientos de la sociedad. Quizás sin quererlo, eligen
el dolor y se autodestruyen. Se empeñan en
mostrarnos el mal y, con su obra, enseñarnos el camino del bien. He ahí su moralina.
Creen que su arte es indestructible, pues es el mal, y éste es siempre
indestructible, y destruyendo su vida, construyen el bien del género humano. He
ahí su vanidad.
No lo había pensado de esa manera ¡
ResponderEliminarostras...Llevas mucha parte de razón.
salut
Amigo Miquel, seguramente expongo alguna manía aristotélica
EliminarSalud
Los rebeldes y los heterodoxos son los que hacen que la poesía o el arte tengan vida más allá de los convencionalismos.
ResponderEliminarUn saludo.
Amigo Cayetano, la historia del arte es la historia de la transgresión pero yo creo que tanto transgreden estos artistas "malditos" como los que no apuestan por la autodestrucción personal, quiero decir que tanto la poesía como el arte se surten artistas como Bach y Bramante (modositos ellos) o como Caravaggio o Tchaikovsky cuyo comportamiento es más arrebatado, en definitiva se trata de la creatividad del artista sensible, con independencia de su comportamiento vital.
EliminarSalud
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSí, amigo Loam, lo negativo es la autodestrucción gratuita.
EliminarSalud
Fascinante tesis, Francesc, que además tiene el coraje de no decantarse por ningún perfil. Sin duda, lo menos importante de todo es si esa disyuntiva de lo modoso o lo maldito, coloca a uno de los dos tipos filoestéticos en una especie de superioridad. Ambos dos trabajan, viven y mueren por una idea del hombre, y en este sentido están exentos de vanidad y moralina. Sírvanos su legado, que es divino; y en efecto, hallemos en su comportamiento vital, un signo inequívoco de sus humanas flaquezas. Comienzas la temporada con una vitalidad envidiable.
ResponderEliminarSalud
Manuel Marcos
Amigo Manuel, de ningún modo me inclino por ninguno de los dos tipos, permanezco vertical, derecho, tieso, la estabilidad nos la da la obra de arte y no el comportamiento del artista. Tengo dudas en lo que se refiere a la vanidad y moralina de los artistas pero esto es algo colateral, lo que importa es lo que ellos aportan a la dignidad de una civilización.
EliminarSalud
Pero la reforma moral de la sociedad es una forma de apelar a la naturaleza, no sé por qué a mí estos artistas que plasman el color de la sangre, el desgarro o lo maldito, en el fondo, no es más que una regresión ancestral, los modositos son más educados, como más civilizados, los transgresores fagocitan esas formas, los pudores, el miedo incluso para hallar el terror, o lo monstruoso, todos los artistas tienen a la vanidad de su parte, pero a la vez esa vanidad debe de ser derrotada por la que le precede, obra tras obra, lo patológico sería llevarlo en silencio si aflora se sanea :D
ResponderEliminarMe alegra mucho poder leerte de nuevo.
Petonets
Querida Gemma, coincido contigo en que la reforma moral es una forma de apelar a la naturaleza. Debo reconocer, siempre, el valor de unos artistas y de otros. Ya sabes que estoy por lo clásico, por el orden y la mesura pero no puedo desdeñar, incluso admiro fervientemente la obra de muchos artistas arrebatados que han hecho de sus vidas algo que a nosotros nos debería traer sin cuidado, pues lo que importa es su obra. Admiro la obra de Bramante, de Piero de la Francesca y de J.S.Bach pero también Riambaud y Txaikovsky.
EliminarPetons
Pienso que en tu decir va un innegable halago, una aceptación tácita a esos "locos" que bailaban como los fuegos fatuos de que nos habló Goethe
ResponderEliminarDanzaban como ángeles del mal porque nosotros lo conocemos pero lo negamos, ¿quien escupiría esputos de sangre sobre su propia muerte? ay, que no conozco erudito que lo haga
.
gracias por mencionar a Isidore Lucien Ducasse (el conde de Lautréamont) nacido en mi país
.
el abrazo de siempre
Admirado Omar, no, en mi escrito no hay halago a ninguna actitud o comportamiento y mucho menos a los locos que bailan como los fuegos fatuos. Yo me refiero a la obra de arte preciosa, a la estrella danzante puesta en el universo por una mente creativa, ya sea desde el arrebato o desde el cálculo.
EliminarSalud