A nadie, o a casi a nadie, le amarga un dulce, pero puede
empalagarnos, muchas veces el dulzor puede amargarnos la existencia.
Lo azucarado, lo melifluo, lo acaramelado se pega en el
paladar y en la garganta. Tragamos dulces que se enganchan en el
conducto digestivo y lo peor, es que a veces no se trata solo de pastelillos,
encontramos golosinas en el medio ambiente y en los medios de comunicación que
solo sirven para confundir nuestra percepción.
Es dulzón el lenguaje políticamente correcto, los
eufemismos y los amaneramientos. Estas son formas azucaradas de enajenación.
Hay discursos blandengues y dulzones como un chuche que
esconden una mala leche agria y espantosa, me refiero principalmente a aquellos
que apelan a los sentimientos.
Hay canciones empalagosas que parecen bonitas y solo
sirven para atontar, ahí está cualquiera de John Rutter, por ejemplo, For the
beauty of the Earth, esta cancioncilla tan "bonita, bonitísima" que nos dice que la tierra es bella
sin tener en cuenta terremotos o inundaciones y sin considerar que los que
pueblan este globo terráqueo son unos pendencieros.
Hay una poesía acaramelada y preciosista que sirve para
provocar la lágrima fácil y hay unos modales deleitosos y blandos que son un
dechado de hipocresía.
Además de empalagarnos, el dulce puede llegar a provocar
un daño bastante serio. En efecto, cuando el paso del tiempo ha intervenido con
malas artes sobre nuestro cuerpo y, de forma despiadada, ha hecho que se incrementen
los niveles de glucosa de nuestro organismo, entonces el efecto del caramelillo
es nefasto y solo basta que un energúmeno nos proporcione alguna dosis
azucarada de engaño o manipulación para desequilibrar nuestro metabolismo o
nuestra salud mental.
Así que cuidado con los turrones, neules y polvorones.
Así que cuidado con los turrones, neules y polvorones.
Nota: la flor tan bonita que se ve en la imagen es un cardo borriquero.
El sino del ser humano es dejarse engañar.
ResponderEliminarA nadie le amarga un dulce, se dice. El engaño, la manipulación, la adulación y las loas, son, sin lugar a dudas, pasaportes para conseguir un mayor estatus en la sociedad.
Hoy, para quedar bien con "todos", cosa imposible por otra parte, se ha de decir "todos y todas", del tal manera que quien esté al otro lado del receptor capte que la referencia es inclusiva y que cuando se refiere a "todos" se refiere también a "todas".
Me gustaría, ya que estamos al caso, que pusieras una acotación al nombre de la flor, dado que si, que es un "cardo borriquero", pero en honor de "todos y todas", se debería de decir : "Cardo borriquero y borriquera".
Hoy vivimos de manera permanente y en una nueva modalidad lo de la teoría de la enajenación de Hegel, de otra forma, pero la vivimos. Con tanta melaza nos han enajenado la personalidad; ya no hay célula de resistencia que aguante a tanto y tanta charlatán televisivo.
salut
Sí, Miquel, vivimos engañados y otros viven del engaño. "E la nave va"
EliminarAbrazo
Es que un cardo borriquero es precioso y esa multiplicación fractal para sí quisieran muchos "artistas". Por lo demás, coincido contigo en las saborizaciones que aplican los fabricantes de estilos, modas, discursos, palabras literarias, promesas utópicas, etc. Al lenguaje políticamente impuesto, digo correcto, no lo soporto. Pero con todo eso lo que hay que hacer es como con cualquier alimento que intentamos aproximar a nuestra boca: si es amargo, excesivamente ácido y extraordinariamente dulzón, desecharlo. El sentido de todos los gustos nos lo agradecerá. A nuestra edad ya deberíamos estar curados, como el jamón serrano o el queso añejo, sobradamente.
ResponderEliminarAh, y esto más acá de la metáfora, el turrón de Jijona ni me lo toques, que he estado comiendo un mes de un sabor celestial y artesano.
https://www.manueliborra.com/
Amigo Fackel, la flor del cardo es bonita. La multiplicación fractal se da en muchas formas de crecimiento de los vegetales, D'Arcy Wentworth Thompson ya nos hablaba de ello a principios de siglo XX, también el prícipe Matila Costiesco Ghyka y el matemático André Weil, hermano de la filosofa místico-anarquista Simone Weil.
EliminarEn la naturaleza encontramos muchas formas magníficamente ordenadas y bellísimas que luego en el arte se han repetido de manera más o menos consciente.
En cuanto a lo de "políticamente correcto" te diré que ya estoy muy harto, no me atrevo a decirte que cada vez me complace más el lenguaje "gamberro", pero sí que agradezco un discurso claro y exento de monsergas. Sí, sí, provectos y curados de majaderías y atentos en no caer en lo atrabiliario.
Ya me hablaste de tu afición al turrón, bravo, no te lo voy a tocar.
Abrazos
Esta planta tiene virtudes para la tensión en los frutos y sus hojas y raíces en infusión son buenas para el hígado.
ResponderEliminarNoble planta como noble animal es el burro, ambos nombres de tan útiles y necesarias especies; cardo y burro son utilizados erróneamente a veces para clasificar a determinadas expresiones o individuos, que no merecen ser comparados con tan beneficiosos dones de la Naturaleza.
Un saludo
En efecto, Temujin, tienes razón ni el burro ni el cardo merecen el trato que les tenemos, esta consideración también forma parte de la perversión con que tratamos los humanos a los demás seres.
EliminarSaludos
Además provocan caries. En distintas partes del cuerpo y del espíritu.
ResponderEliminarUn saludo, Francesc.
Amigo Cayetano, parece que lo dulzón es un enemigo terrible. Debemos ser precabidos.
EliminarSaludos
En dosis justa...
ResponderEliminarSí, Pedro, en pequeñas "diócesis".
EliminarEse cardo borriquero no empalaga, al contrario es una flor preciosa y desde muy antiguo se conocen sus propiedades restauradoras del hígado, creo que también se denomina cardo mariano.
ResponderEliminarLa cuestión es que a veces las ganas de olvidar el acíbar lleva a la gente a consumir almíbar en compensación, no arregla nada, pero provoca una sensación pasajera de quasi felicidad.
Es lo que nos esclaviza a los humanos: la ilusión de realidad.
Abrazos
Ese cardo borriquero no empalaga, al contrario es una flor preciosa y desde muy antiguo se conocen sus propiedades restauradoras del hígado, creo que también se denomina cardo mariano.
ResponderEliminarLa cuestión es que a veces las ganas de olvidar el acíbar lleva a la gente a consumir almíbar en compensación, no arregla nada, pero provoca una sensación pasajera de quasi felicidad.
Es lo que nos esclaviza a los humanos: la ilusión de realidad.
Abrazos
Sí, Marga, es una flor preciosa que abunda mucho en nuestros campos, no digo nada contra su forma ni color, tampoco sobre sus propiedades. Lo que me empalaga es el discurso dulzón, la pamplina mental y las cancioncillas "bonitas bonitísimas". El cardo borriquero lo he traído a colación porque es bello y tiene espinas.
EliminarAbrazos
Por el sentido del gusto, soy más de sal. Ni hablar de dulces que empalagan.
ResponderEliminarEn cuanto a los discursos, la sobriedad y sinceridad.
Abrazos
Amiga Myriam, yo creo de lo mejor es no abusar de nada. Contención en la sal y en el azucar. Sobriedad, como tú dices.
EliminarAbrazos
Se endulzan los discursos porque: "Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca ..." Pero no nos atrevemos a hacerlo.
ResponderEliminarY así ensayamos los eufemismos más torpes, o los más evocadores al tiempo que nos llenamos desaforadamente el cuerpo de azúcares que al igual que el chocolate crean adicción.
Mejor resguardarnos en el cardo borriquero.
Anna, los eufemismos son golosinas empalagosas que acaban enganchándose al paladar y hacen que acabemos todos hablando de forma rara y sin que podamos entendernos. Los eufemismos transforman el lenguaje, es como los enducorantes que transforman el sabor de los alimentos.
ResponderEliminarYa ves incluso algunos al cardo borriquero le llaman cardo mariano.