jueves, 11 de diciembre de 2025

Francesc Masriera y Vládimir Makovsky

 Hivern 1882. Francesc Masriera

Podemos adscribir esta pintura de Masriera dentro del llamado realismo anecdótico. La obra obtuvo un gran éxito de crítica y público desde su primera exposición en la Sala Parés. Este retrato de la muchacha con manguitos vestida según la moda de la época, fue seleccionado para participar en la Exposición Universal de Barcelona en 1888.

Existe una versión casi idéntica de esta obra, realizada por el pintor ruso Vladimir Makovski, coetáneo de Masriera.

Francesc Masriera Manovens (1842-1902), fue un pintor barcelonés de una saga de artistas y artesanos. Estudió en la Escuela de la Lonja de Barcelona. Fue un magnífico retratista que también nos ha dejado importantes ejemplos de pintura de género y obras de temática orientalista que eran muy del gusto de la burguesía barcelonesa del modernismo.

Masriera era un gran dibujante igual que su hermano José y los orfebres y joyeros de su familia. Su estilo es preciosista quizá influenciado por la tradición familiar dedicada a la joyería.



Chica con un manguito, 1884. Vladimir Egorovic Makovsky


Vladimir Yegorovich Makovsky  (1846-1920) fue un pintor ruso de una familia de artistas: padre y hermanos pintores y madre compositora. Después de sus estudios en la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú, se unió al grupo de los Peredvizhniki, la Sociedad de Artistas Itinerantes. Eran realistas convencidos que fundaron la Cooperativa de Exposiciones de Arte Itinerantes. Siempre estuvieron enfrentados con las nuevas corrientes del arte de vanguardia.

Los Itinerantes defendían las doctrinas enseñadas y proclamadas por la Academia de Artes de San Petersburgo. Retrataban los personajes de la burguesía rusa pero siempre bajo una mirada crítica. Representaban la vida cotidiana, los suburbios, las chozas de los campesinos y las tradiciones del pueblo. Su arte revelaba una firme condena del régimen absolutista en Rusia. Makovsky participaba de todo este ideario.

Vladimir Makovsky se dedicó principalmente al retrato y a la ilustración. Sus obras se basaban en observaciones profundas de la realidad y las circunstancias de la gente común. Esto lo convirtió en uno de los representantes más importantes de la pintura de género rusa de la segunda mitad del siglo XIX.

El arte de Makovsky, así como el de los otros pintores de los Peredvizhniki, fue decayendo a medida que el naturalismo cedía ante el realismo soviético.

Algunos artistas de los Peredvizhniki adoptaron el arte soviético y contribuyeron al surgimiento del realismo socialista en la pintura.




Vladimir Makovsky fue coetáneo de Francesc Masriera. No sé cómo ni cuándo el ruso conoció la obra de Masriera, el caso es que la obra de Makovsky no sólo fue una influencia del barcelonés sino unos calcos, unas paene exemplum, unas quasi copias.

lunes, 8 de diciembre de 2025

Cautela

 

Cuando intento conocerme a mí mismo -algo que se me ocurre muy pocas veces- y si insisto y quiero transitar por mi interior, ya sé que tengo que hacerlo con cautela y perfectamente armado hasta los dientes.

Desconfío. Sé que no hay nada más profundo que la piel. Estoy casi convencido que detrás de ella sólo hay la oscuridad de las radiografías o de las biopsias.

A pesar de la desconfianza, obstinadamente sigo, pues así lo recomendaban los clásicos y así lo grabaron en la piedra del pronaos del templo de Apolo en Delfos:

gnóthi seautón (conócete a ti mismo) 

Sigo y para no tropezar, voy entrando a paso lento, más o menos como debían ser los pasos de François Couperin. 

Siempre he creído que la interioridad es una cosa oscura que requiere prudencia, ¡Qué Metis me acompañe!

Voy armado hasta los dientes.

sábado, 6 de diciembre de 2025

Tiempos de engreimiento

Deux jeunes filles (1908). Marie Laurencin



Hacía tiempo que no me veía con mi amigo Cosme Moret, nos vemos una o dos veces al año, nos tomamos un café y hablamos poco. Él es de frases cortas y concisas.

En la mesa de al lado había un joven musculado que se tomó un brebaje de estos energéticos que sirven en lata y los beben a morro, chupando directamente del envase.

Carne de gimnasio -me dijo Cosme Moret refiriéndose al vecino de mesa y añadió- los nuestros son unos tiempos de engreimiento.

Me sorprendió que utilizara el vocablo "engreimiento", Cosme no suele juzgar precipitadamente y suele utilizar calificativos más simples, por ejemplo chulería o fanfarronería.

Enseguida establecí unos parangones:

Zygmunt Bauman: los nuestros son tiempos líquidos

Adolfo Domínguez: los nuestros son unos tiempos arrugados.

jueves, 4 de diciembre de 2025

Retórica encendida

 


El dogma se hizo espectáculo barroco y el brillo eclesiástico se puso encima del humanismo renacentista.

El barroco se valía del destello, de la filigrana y del bermellón cardenalicio para sobreponerse.

La fraseología y las ventosidades envolvieron la proporción y el equilibrio áureo.

Retórica de formas encendidas.

El espacio arquitectónico hundió sus cimientos en los estratos  antiguos -eran firmes y soportaban la carga. Las volutas, la éntasis y los capiteles continuaron marcando el orden del tiempo.


Basílica de San Isidoro (León) 


Monasterio de Poblet (Vimbodí-Tarragona)

Escudos y ornamentaciones barrocas sobre arcos y puertas de acceso 


martes, 2 de diciembre de 2025

Tortilla de ajos

 

Hijo del hombre (1964). René Magritte


La tortilla de ajos tiernos estimula los sueños nocturnos. Esta magnífica y civilizada elaboración culinaria activa la creación surreal. Con la ingesta de una tortilla de ajos tiernos, el subconsciente se libera y después de la duermevela, las imágenes oníricas aparecen meneándose dentro de la atmósfera nocturna. 

Son insomnios invertidos que fluyen con el crepitar de las estructuras de acero y el ronquido de las tuberías, con ellos, componemos un mundo surreal de elefantes de patas delgadas y moscas estratosféricas. 

El estímulo creativo que produce la tortilla de ajos tiernos es especialmente intenso en las zonas próximas al mar y si además sopla un viento suave de tramontana, entonces es cuando adquiere su máxima eficacia. Por las montañas y campos de tierra adentro, las imágenes se desvanecen como nubes de azufre glas.  

Cuando a la tortilla se le añaden langostinos, jamón, espinacas, habas o elementos acuosos como los espárragos trigueros, todo decae, ya de nada sirven los relojes blandos, ni los rostros con manzanas, ni los ojos heridos a navaja..., entonces, en la noche de los sueños, ninguna realidad subconsciente nos ampara.

El automatismo pierde ingravidez y la imaginación formal se hunde y se convierte en puro dato.

La tortilla de ajos tiernos es un conglomerado de alicina y jirafas elásticas, de niacinas portentosas y constelaciones mironaianas, de tiamina disuelta en la mirada de Max Ernst. Los ajos tiernos troceados son el embrión riboflaviano de los cadáveres exquisitos.

La tortilla de ajos tiernos es un manjar tan civilizado como los chismes y la repostería. Es tan real como el mundo surreal.