Las piedras permanecen casi incólumes, sólo se aprecian unas breves lesiones provocadas por la razón malentendida: unos capiteles desorientados, columnatas equivocadas, capialzados ostentosos, vidrieras entre los arcos carpaneles... Blasones que no comprendieron la razón del humanismo.
Tiempo de calma y serenidad, una ondulación quieta por donde discurre la oscuridad de los días y las noches del esfuerzo.
¡Benditas calma y serenidad!
Un frío antiguo se instala en los edificios de siempre y en las plazas de la intransigencia. Y entre los muros, a posibilidad de reflexión queda prisionera.
Por las calles transita la juventud que pasó, todo quedó más allá del canto. Nada es diverso. Las fachadas son las postrimerías que garantizan la intolerancia y los deberes y la dignidad de las sabios. Etimologías que duermen en los scriptoria. Sobre ellos el peso de los blasones barrocos. El peso de la calma y la intransigencia.
Está lejos el mar antiguo, ahora aquí el frío es antiguo. Se cierran las palabras de la noche y el grito elemental se instala en la oquedad de la piedra caliza y la subvención.

Con la edad, eso, ¡bendita calma y serenidad!.
ResponderEliminarUn placer leerte (entre líneas), y contigo también en el detalle de " la oquedad de la piedra caliza y la subvención"
Un abrazote de lo más efusivo
Amic Miquel, con la edad se van notando las oquedades.
EliminarSalud.
Magnífica página has elegido del beato de Tábara (Zamora), con su scriptorium y el trabajo de aquellos monjes que acabarían perdiendo la vista, que no los nervios. Creo que en el fondo todo lo de hoy se sigue manifestando como antiguamente, con sus idas y venidas, sus calmas y sus precipitaciones, sus profetas y sus escépticos. El frío de hoy es ancestral, y latente, mas creo que en otros tiempos fue mucho peor .
ResponderEliminarAmigo Fackel, es una imagen tosca, propia del románico ese que, particularmente, no me gusta. Aquellos monjes perdían la vista delante de los pergaminos, hoy la perdemos ante la pantalla, casi nada cambia. El frío es el de siempre, la calefacción y la tecnología nos proporcionan un confort que nos quita el frío pero no consigue templar los nervios.
EliminarSalud.
Debe ser cosa de la edad, pero cada vez llevo peor el frío que comienza a instalarse en calles y plazas, y se cuela entre mis huesos buscando una víctima fácil. Creo que es por culpa de las oquedades, como bien señalas.
ResponderEliminarSaludos,
Amigo Cayetano, con el paso de tiempo vamos encogiendo, somos cada vez más frioleros. Llevo bastante mal el frío, antes lo soportaba mejor.
EliminarAbrazos.
En las noches frías muchos se calientan el gaznate con licores varios, entonces las palabras sensatas, medidas, huyen y se ocultan, y campan los exabruptos por calles de claroscuros barrocos, siniestras como algún cuadro del Greco (quizás sean las que transitan la juventud, puede que los malandrines, o todos a la vez). Hay que cuidarse de los fríos antiguos.
ResponderEliminarUn cordial saludo, Francesc.
Amigo Paco hay un frío que parece que es de los huesos pero es un frío del ánimo.
EliminarAbrazos.
Francesc:
ResponderEliminarcalma y serenidad, serenidad y calma, se necesitan mucho.
Salu2.
Amigo Dyhego, nos inunda un ambiente de ruidos, tremendos, de un trasiego que no se detiene, por todas partes oímos unas músicas ambientales que molestan, por todas partes hay un meneo que incordia; necesitamos un poco de calma.
EliminarSalud.